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CAPITULO V

División del grupo Acobamba Pampa de Junín Lago Chinchaycocha Preservación de la papa Cerro Pasco Drenado de las minas Boliches.

Gibbon y yo tuvimos largas y serias conversaciones sobre la conveniencia de dividir el grupo. Ahora ya me decidí a hacerlo, dándole a él la misión de explorar los tributarios bolivianos, mientras yo tomé las nacientes y la troncal principal del Amazonas. Esto es algo arriesgado, incluso una decisión imprudente si se tiene en cuenta lo pequeño que era el grupo y que pronto podríamos encontrar dificultades durante el camino, las cuales requerirían de nuestro esfuerzo conjunto para superarlas. Tuve muchas dudas y le dije a Gibbon que en un principio pensé que era una locura de verano. Sin embargo, la posibilidad de explorar tal extensión de territorio y ser capaz de dar una relación de los territorios y ríos tan poco conocidos, además el pensar que debía abandonar rutas que tanto había buscado, todo esto era tan tentador que superó toda objeción. Así comenzamos con los preparativos para la división.

Nos dividimos el equipaje, el tocuyo o tela de algodón (que hasta el momento no habíamos usado), las hachas, cuchillos, cuentas, espejos, armas y municiones. Le di a Gibbon mil quinientos dólares en efectivo, además de todos los instrumentos, a excepción de algunos termómetros y del equipo para medir el punto de ebullición, ya que yo iba por una ruta donde ya se habían empleado los sextantes y cronómetros; mientras él podría ir por donde nunca se habían empleado. Le di instrucciones para que contratase un guía en Tarma y para que tan pronto como Richards (quien aún estaba enfermo) estuviera en condiciones de viajar, partieran hacia Cuzco para buscar las nacientes del "Madre de Dios".

El 29, cenamos con el general Otero porque era el cumpleaños de su esposa y la fiesta de San Pedro. El General como argentino que era nos invitó el plato típico, la conocida carne con cuero* o carne sazonada con especias y dorada bajo tierra, envuelta en un cuero, el cual se dice conserva sus jugos y la hace más sabrosa. Observé que las sopas y guisos se colorean con "achote"*. Este es el urucu de los brasileños, del cual se obtiene el tinte llamado achiote. Esta planta abunda en la Montaña y los indios la usan mucho para pintarse los cuerpos y teñir las telas de algodón. Es un arbusto de ocho o diez pies de altura y tiene vainas espinosas como nuestro chincapino. Las vainas contienen unas pequeñas semillas rojas cuya piel o corteza es la que contiene el colorante.

El General nos invitó un poco de "quinua " que es la semilla de un arbusto parecido a la retama. Cuando se le hierve con leche se convierte en un alimento muy agradable y nutritivo. Los granos se parecen al arroz, pero son más pequeños y contienen una sustancia mucilagenosa. El General nos dio semillas de algunas flores y muestras valiosas de mineral de plata de sus minas de Cerro Pasco (sic). Tiene grandes rebaños de ovejas cuya lana envía a Lima y ha introducido la Merino que está prosperando. También nos dio algunos asbestos del Cuzco y estalactitas de una cueva en una finca de ovejas; según él, a las ovejas les gusta lamer estas piedras, y que de acuerdo con Von Tschudi contienen sal de Epsom. No les pude encontrar ningún sabor y pensé que eran un tipo de magnesia. Nos despedirnos con pena de nuestro agradable anfitrión y amable amigo.

01 de julio. Ijurra, Mauricio y yo comenzamos el viaje, acompañados por Gibbon, el capitán Noel y uno de los señores* Sta. Marías (sic: Sta. María). Noel se separó de nosotros a la entrada de la hacienda* del general Otero. No hay duda que éste es un caballero muy agradable y siempre voy a recordar su amabilidad. Poco después, Gibbon y yo nos rezagamos del grupo y al inicio del valle de Acobamba, que era la ruta que yo iba a seguir, nos dimos la mano y nos despedimos. Yo había meditado larga y profundamente sobre la conveniencia de la división del grupo. Sin embargo, sentí que estaba exponiendo a Gibbon a peligros desconocidos, además de privarme de una compañía agradable y de una ayuda muy eficiente. Mi hombría casi retrocedió ante la influencia de estos sentimientos y de nuevo sentí aquella "hysterica passio" (1) que hinchaba mi corazón y llenaba mis ojos, la cual soporté a menudo al despedirme de mis valientes y generosos camaradas de la Marina.

Gibbon regresó para hacer los arreglos necesarios de su expedición. Nosotros cruzamos el río Chanchamayo por un puente de piedra y pasamos el poblado de Acobamba. Este poblado tiene entre mil quinientos y dos mil habitantes; pero, al igual que los otros pueblos de la Sierra, en esta época parecía desierto, no había nadie en las calles y la mayoría de las puertas estaban cerradas. El camino es un ascenso tranquilo y bastante llano del valle, el cual es angosto, bonito y bien cultivado. Como siempre, las colinas que dan al norte no tienen vegetación y son escarpadas; las otras que dan al sur tienen un poco de vegetación, pero es escasa. Hasta dos tercios antes de llegar a la cima de los cerros se ven cactos y grandes porciones de pasto, luego los picos se alzan perpendicularmente en una majestuosidad baldía.

Tres millas más arriba de Acobamba pasamos el pueblo de Picoi, el cual tiene su plaza, una iglesia, un cementerio y unas cien casas.

Seis millas más allá está Palcamayo, poblado de unos mil habitantes perteneciente a la "doctrina"* de Acobamba. Un juez de paz, un indio bien parecido, que encontramos sentado en la puerta de una taberna en la plaza, nos llevó a la casa del Alcalde*. A este último lo encontramos bastante borracho y dormido en el suelo; otro individuo nos abrumó con atenciones, éste llevaba una cataplasma muy sucia en la quijada y era el secretario de su eminencia, el Alcalde, y se encontraba en una condición algo mejor que su patrón. Dos "regidores"* ebrios nos vinieron a ver y parecía que toda la magistratura de Palcamayo había estado de "juerga". Ellos nos pidieron dinero por adelantado para conseguir algo de comer para nosotros y nuestros animales.

Es muy difícil encontrar un ciclo más despejado y una atmósfera más pura que la que tuvimos aquí. Al anochecer, el ciclo toma un color blanco o gris, en lugar de azul, por eso pensé que iba a llover, hasta que mis ojos se posaron en la luna con sus bordes tan nítidos y claros como si la hubieran cortado de un trozo de plata y estuviera al alcance de la mano. La altura de Palcamayo es de diez mil quinientos treinta y nueve pies sobre el nivel del mar.

2 de julio. A las 6 a.m. el termómetro marca 37, despejado y tranquilo. Tres millas más arriba de Palcamayo, ya no hay maíz ni alfalfa, en su lugar se ven papas y cebada. A una legua de este lugar, el camino dobla abruptamente hacia el oeste y asciende por una empinada y escarpada "cuesta«*. Así llegamos a una pequeña planicie rodeada de colinas bajas y llena de pequeñas casas apartadas unas de otras, construidas con piedra y con techos cónicos de paja. Estas casas eran circulares y parecían colmenas. La planicie estaba cubierta con un pasto pequeño y había ganado y ovejas en buenas condiciones que pacían en ella. Un pequeño río proveniente del oeste, corría justo en medio del valle. El agua estaba canalizada hasta la mitad del camino cuesta arriba por las laderas de las colinas que rodean la planicie por el lado norte, de manera que permite la irrigación de toda la planicie. En el lugar donde el agua se había desbordado del canal y derramado sobre la ladera de la colina, se había congelado y allí se podían ver niños que se divertían patinando.

En el lado occidental de la planicie, se encuentra el pueblo de "Cacas" que tiene entre doscientos cincuenta a trescientos habitantes. Se estaba celebrando la fiesta de San Pedro, pues esta gente no es estricta en cuanto a las fechas .,La,iglesia estaba iluminada y decorada con todos los adornos que se pudieron reunir; además se estaban haciendo los preparativos para una gran procesión. Habían dos indios o meztizos* (sic: mestizos), vestidos con un uniforme de la infantería pasado de moda que llevaba charreteras. Llevaban cinturones de color rojo llamativo, amarrados en un gran lazo por detrás, también tenían guantes blancos. (Los sombreros eran de tres picos y llenos de plumas de diferente tamaño y variedad, descripción de un pordiosero). Evidentemente esta era la parte militar de la procesión. Uno de estos hombres estaba montado sobre un pequeño e hirsuto jamelgo y llevaba su espada al lado derecho. El otro hombre se pavoneaba casi sumergido en su sombrero de tres picos, mientras catorce hombres se encargaban de adornar su caballo. Ya se había empezado a beber, la mayoría de las personas se emborrachaban rápidamente y no dudo que esa noche hubiera un gran alboroto.

Beber parece un vicio muy generalizado entre los habitantes de estas llanuras elevadas, húmedas y frías. El licor es invariablemente el pisco o aguardiente de lea, que se hace en esa provincia, ya que es agradable y de buena calidad. Varias veces en la Montaña lamentamos el haberlo cambiado por ron de caña recién preparado.

En las colinas que rodean la planicie por el oeste, hay dos fuentes de agua salada de donde obtienen sal los habitantes por medio de la evaporación. La colina por la que cabalgamos se llama "Cuesta de la Veta "porque a los viajeros que pasan por aquí les da esta enfermedad. Como no sentí nada, aun en el paso de Antarangra, observé cuidadosamente por si en este lugar tenía los síntomas; pero, no sentí nada, a pesar de que chupé un cigarro durante todo el ascenso. El camino hacia la cima de la cuesta* es de más o menos tres millas de largo, este ascenso nos condujo a la histórica pampa de Junín, donde el 6 de agosto de 1824, Bolívar asestó un golpe muy fuerte y casi decisivo a los españoles. Después de media hora de cabalgata por la pampa, se puede ver la cordillera occidental, el lago Chinchaycocha y el monumento erigido por Mariano Rivero (en ese entonces Prefecto de la provincia) para conmemorar la batalla. Este monumento se encuentra al lado izquierdo del camino, aproximadamente a una legua de este último y está a los pies de una pequeña colina desde donde el Libertador dirigió la batalla; es blanco y mide entre setenta y ochenta pies de altura. Después de nuestra cabalgata diaria de dieciocho millas llegamos al pueblo de Junín donde buscamos alojamiento en la casa del Gobernador; aquí ha), más gente ebria.

3 de julio. Junín es un poblado de mil habitantes, situado a más o menos milla y media del extremo sur del lago Chinchaycocha y a doce mil novecientos cuarenta y siete pies sobre el nivel del mar. Este lago tiene una longitud de veinte millas en una dirección N.O. y S.E., y un ancho aproximado de seis millas. Se dice que desemboca en el Amazonas a través del río de Jauxa, tributario del Ucayali y el cual cruzamos en Oroya.

Los habitantes de Junín y de los otros pueblos de esta pampa, son ganaderos; crían ganado para el abastecimiento de Cerro Paseo (sic) y Tarma, y mulas como animales de carga. Sus casas son de barro y paja. Comen carnero y macas (raíz de un tipo de papa, pero de apariencia como la del nabo y cuando se hierve toma ese sabor). Para la gente de estas regiones es difícil conseguir verduras ya que la quinua y la cebada no dan granos y la papa no crece en el suelo húmedo y clima frío de la pampa. Por lo tanto, los habitantes tienen que buscar métodos para preservar la papa y sus variedades, que se obtienen en los valles andinos. Estos métodos son generalmente el secado y congelamiento; y hacen diferentes tipos de preparaciones a base de la papa por este método. Las macas se exponen al hielo y al calor por unos cuantos días, luego se les coloca en un cuarto seco. Con ellas los habitantes preparan un tipo de sopa o jarabe que según Rivero, "es un poco desagradable para la gente que no está acostumbrada a él", (en realidad es horrible) pero, según la opinión general es un estimulante para la reproducción.

La "caya" se obtiene de la oca y de la mashua (variedad de oca), colocando estas dos últimas en agua hasta que se pudran, luego se les expone al sol y al frío. Cuando se les cocina, huelen peor que las macas y ningún estómago podría resistirlas, a excepción de aquél del indio o el de los animales.

Hay dos clases de "chuno" (sic: chuño): el negro se obtiene de la papa común, al remojarla por algunos días, luego se le exprime para sacarle toda la humedad; después se congela. El blanco (llamado moray) se obtiene de una papa grande y amarga que abunda en los departamentos de Junín, Cuzco y Puno. Al ocultarse el sol, se colocan las papas en un recipiente con agua y se sacan al amanecer. Esta operación se repite por unos quince o veinte días. Para que este chuno (sic) sea bueno, las papas deben colocarse en agua a la caída del sol y sacarlas antes del amanecer, ya que esta mezcla se ennegrece de inmediato con la luz solar. Luego se le presiona y se le expone al sol por unos días.

La "chochoca" es la papa común, primero se le cocina y se le pela, luego se le congela. Esta papa y el chuno (sic) son alimentos muy saludables y nutritivos.

En relación a estos métodos para preservar la papa y sus variedades, cito a Rivero, quien dice que en su momento estos alimentos serán de gran importancia, especialmente para el abastecimiento del Ejército y de la Marina, y para viajes largos; y si las naciones europeas supieran de estos productos y de los medios de preservación sacarían grandes ventajas de este conocimiento.

La pampa tiene una extensión de más o menos cuarenta y cinco millas de largo y de seis a doce de ancho; por lo general está húmeda e ,incluso fangosa en algunos lugares. El suelo es cascajoso, con una fina capa de moho, y un pasto pequeño que escasamente sirve de alimento para los rebaños que evidentemente son de número reducido, pero bien alimentados. Muchas aves acuáticas de gran tamaño, incluyendo el flamenco púrpura y varios tipos de rayuelas, frecuentan las orillas del lago y los lugares pantanosos. La gente obtiene combustible del pasto que crece en los pantanos, el cual secan y utilizan en época de lluvias. Se dice que al comienzo de esa temporada (más o menos el primero de octubre) hay muchos truenos y rayos y que estos últimos frecuentemente caen sobre una colina que queda aproximadamente a cuatro millas al este del pueblo, donde según los habitantes, hay abundante piedra imán. La pampa está aproximadamente a trece mil pies sobre el nivel del mar y tiene una leve pendiente inclinada de oeste a este. Encontré que la diferencia de altura (mediante la temperatura del agua hirviendo) entre los poblados de Junín y Ninaccaca (este último se encuentra más o menos a veinte millas al oeste del primero) era de cuatrocientos cuarenta y cinco pies.

A partir de Junín el camino se extiende cerca de las orillas del lago. A la izquierda teníamos las grandes cimas y picos cubiertos de nieve de la cordillera occidental, durmiendo al sol, mientras que la cordillera oriental estaba cubierta de nubes y soportaba tormentas. Alrededor de las 2 p.m., una brisa del norte trajo hasta nosotros, rezagos de la tormenta. Nevó muy rápido; los copos eran pequeños y redondos como el granizo, pero suaves y blancos. El termómetro que marcaba 54 al inicio de la tormenta, en el lapso de los diez minutos que duró ésta, bajó a 45. Encontramos un abrigo muy cómodo.

Aproximadamente a quince millas de Junín, pasamos por el pueblo de Carhuamayo. Aquí fue donde vi el único rostro realmente bonito que he encontrado en la Sierra, a quien le pagué por un vaso de pisco. El camino entre Junín y Carhuamayo es ancho y elevado, construido con piedras y tierra por los españoles. Sin él, no se podría pasar la pampa en la época de lluvias. Seis millas más adelante nos detuvimos en el tambo de Ninaccaca.

4 de julio. El poblado de Ninaccaca, de doscientos a trescientos habitantes se encuentra a la derecha del camino, aproximadamente a media milla de donde está situado el tambo. Hubiera ido al poblado pero deseaba quedarme a dormir en el tambo con el fin de comprobar los relatos de otros viajeros, quienes se quejaban amargamente de ellos. Fuimos lo suficientemente afortunados de tener el tambo a nuestra entera disposición, puesto que no habían otros viajeros y pasé momentos tan agradables como aquéllos en la casa del Alcalde de Palcamayo o en la del Gobernador de Junín. Generalmente hago mi cama sobre el equipaje en el centro de la habitación, mientras que Ijurra prefiere hacerlo en las salientes de barro que sirven para dormir y que se encuentran en toda casa. Anoche me desperté y viéndolo muy intranquilo le pregunté "si habían pulgas donde él estaba"; con la mayor sangre fría y como si estuviese discutiendo sobre algún tema abstracto y filosófico que no lo comprometía personalmente, me contestó que "esta región era muy fría para las pulgas pero que su lecho estaba lleno de piojos". Esta respuesta me heló la sangre, pero mucho antes de que yo saliera de la desembocadura del Amazonas, ya estaba eficazmente curado del fastidio que me producía este u otro tema similar.

De alguna manera nos incomodaban las atenciones del dueño de la casa, quien estaba muy ebrio. A la mañana siguiente su esposa nos contó que casi la mató con su cuchillo y que infaliblemente le hubiera pegado si ella no le hubiera dicho que "aquellos forasteros eran soldados y que le dispararían si lo hacía". Era bastante divertida su ingenua manera de contar cómo manejó al hombre, librándose de la golpiza. El acento de esta gente es una especie de continua y lenta enumeración de palabras que hace que todas las voces se parezcan. Hablan un Quichua imperfecto o lengua de los incas, que según se me dijo sólo se habla correctamente en los alrededores del Cuzco.

Nuestra ruta ahora nos conducía rápidamente hacia la cordillera occidental. A más o menos tres millas del tambo, la pampa empezaba a convertirse en onduladas colinas. La dirección del camino que había sido O.N.O. ahora cambió a N.O. cuarta al N.; luego el camino cruzó aquellas colinas. Después de atravesar una cadena de montañas nos detuvimos a desayunar ante un grupo de chozas donde en un primer momento me divirtió la apatía de la gente. Una respuesta muy común a la pregunta del viajero si se puede conseguir tales o cuales cosas es "manam cancha" (no hay, no tenemos). Cabalgamos hasta la puerta de una choza, cuya dueña estaba sentada en la parte posterior, "tejiendo bajo el sol". Ella escuchó el trote de nuestros caballos, pero como tenía flojera de cambiar su posición, sin vernos ni averiguar si queríamos algo, gritó "manam cancha". Ijurra la insult6 terriblemente y en otra choza conseguimos agua hervida que era todo lo que queríamos. El paso de la Viuda en la Cordillera, que generalmente los viajeros cruzan entre Lima y Cerro Paseo (sic) se veía desde este lugar a una latitud sur 30* oeste. Inmediatamente después que reanudamos el viaje, empezamos a pasar por haciendas* que pulverizaban los minerales y extraían la plata. Estas están ubicadas a orillas de pequeños arroyos que provienen ya sea de la cordillera oriental u occidental y que desembocan en el lago Chinchaycocha. En esta temporada, todos parecen estar secos y ninguna de las haciendas* está trabajando. Pasamos el antiguo poblado de Paseo; en una época, éste fue el gran asiento minero, pero decayó desde que se descubrieron las minas en el Cerro. A tres millas de aquí, la región se vuelve más empinada y rocosa, perdiendo el aspecto de pampa. El paisaje, de una baja pero abrupta cadena de colinas, ofrece al viajero una vista de Cerro Paseo (sic). La vista desde este punto es una de las más extraordinarias. A lo único que la puedo comparar adecuadamente es a mirar desde los bordes quebrados y escarpados de un volcán hasta su cráter. El viajero ve pequeñas casas construídas sin ninguna simetría sobre bajas colinas, con montículos de tierra y profundas cavidades; las chimeneas de barro de antiguos hornos que contrastan de modo sorprendente con la chimenea más elegante, de la máquina de vapor; la gran cruz erigida sobre el cerro de Sta. Catalina, cerca del centro de la ciudad cuya venerable presencia se supone custodia los tesoros secretos que hay debajo; dos hermosos lagos pequeños, solamente divididos por un ancho camino al extremo sur del cráter y por otro encerrado entre las colinas occidentales; colinas (en una de las cuales está parado el viajero) de quinientos pies de altura, con escarpados Y blancos picos de rocas que las rodean y finalmente puede apreciar la espléndida cordillera en todo su conjunto de derecha a izquierda.

Estas son las cosas que cautivan al viajero a primera vista. Conforme desciende el cerro, puede ver excavaciones por todas partes con las entradas de minas ahora abandonadas; se asombra ante su número y se siente inseguro, pues cree que todo el conjunto de tierra se va a derrumbar al mismo tiempo sobre él y lo va a sepultar rápidamente. Cabalga por las estrechas y mal pavimentadas calles de la ciudad y si pudiera por un momento distraer su atención del andar de su caballo, observará a la población más heterogénea que se puede encontrar fuera de los dominios del Sultán. Creo que en un solo paseo por la ciudad, puede ver gente de todas las naciones y de casi toda condición; sería un milagro si no ve a mucha gente borracha.

Estuve encantado cuando regresamos al patio* de la casa del Subprefecto de la provincia, don José Mier y Terán y cuando escapamos de la descortés mirada fija de los indios y de su impertinencia cuando estaban borrachos y atestaban las calles y puertas de las tabernas. Este caballero, cuya amabilidad ya habíamos experimentado en Tarma, nos proporcionó habitaciones en su casa e insistió en que nos sintiéramos como en la nuestra, a lo cual sus persistentes, repentinos y evidentemente sinceros modales invitaban particularmente.

Después de lavarme, a pesar de que la frialdad del clima y del agua no invitaban a hacerlo, me puse mi uniforme en homenaje al día y salí a ver al Sr. Jump, director de la maquinaria y al Sr. Fletcher, un empleado del Gremio* (Junta de Mineros), a quienes les traía cartas de presentación de Lima. Estos caballeros me recibieron con gran cordialidad. El Sr. Jump me ofreció una habitación en su casa y el Sr. Fletcher me entregó una serie de cartas de amigos de mi país, de Lima y de Santiago. Estas cartas fueron un alivio medicinal para mí ya que había llegado con frío, enfermo y desanimado, y si no hubiese sido por ellas, hubiera pasado la primera noche de sufrimiento mental y físico desde que dejé Lima.

6 de julio. Llovió casi toda la noche; tenía frío y estaba enfermo; me senté junto al fuego todo el día, tratando de mantenerme caliente. En Cerro Pasco (sic), las casas están generalmente construidas de piedra y barro y cubiertas con tejas o paja; la mayoría de ellas tiene parrillas, con chimeneas de barro, las cuales tienen abundante carbón de buena calidad, tanto el bituminoso como el compacto.

Mier dice que si este lugar ya no le adeuda nada a la Compañía Peruana de Pasco, al menos le debe gratitud por la introducción de las parrillas. Sin embargo, encontré muy poca utilidad en ellas, porque las casas tienen tan abiertas las puertas y ventanas, que mientras que mis pies se quemaban mi espalda se congelaba y tenía que estar constantemente dando vueltas como un pavo asado para obtener algo de sus beneficios. Mi compañero Ijurra, cuyos padres fueron ricos mineros y poderosas personas en estas regiones, recibió muchas visitas. El grupo sólo conversaba sobre las minas y se quejaba incesantemente (como ya lo había oído en otras partes) de las miserias e incertidumbres de la vida del minero. Todo parece indicar que su vida es una especie de juego en el que la mayoría pierde; sin embargo, existe el mismo tipo de ferviente obsesión en él que la que existe en los juegos de azar y el desafortunado jugador tan sólo puede perseverar esperanzado en que su suerte cambie y que la boya* (dando con la vena rica) al igual que "las balas y la arrogante pretensión del anciano" lleguen al fin.

Salí con el Sr. Jump a inspeccionar el pueblo. Este es un lugar muy interesante, muy semejante a un panal, puesto que todas las entradas de las minas (algunas de más o menos dos o tres yardas de diámetro) están abiertas por todas partes. Desde la cima del cerro llamado Sta. Catalina, se obtiene el mejor panorama de toda la región. Este cerro está rodeado por grandes pozos llamados "tajos", de los cuales se han sacado varios millones de plata; los mineros aún continúan excavando, como muchos conejos, en el fondo y costados de estos pozos. Calculo que el tajo de Sta. Rosa mide seiscientas yardas de largo por cuatrocientas de ancho y sesenta de profundidad; las medidas del de "Descubridora" y (2) tienen aproximadamente la mitad de ese tamaño. El cerro de Sta. Catalina está atravesado por todas direcciones y no me sorprendería que un día se derrumbe y sepulte a muchos entre sus ruinas. El derrumbe de minas ocurre con frecuencia; la de "Matagente" se derrumbó hace años y sepultó a trescientas personas y hace cuatro días se derrumbó una mina y sepultó a cinco personas, cuatro de las cuales ya han sido rescatadas, pero una aún continúa atrapada, por eso ahora la gente está trabajando arduamente para sacarla. Visitamos un taller mecánico y la hacienda* para pulverizar los minerales por medio del vapor que el Sr. Jump está construyendo cerca de la ciudad. La hacienda* se podría convertir en un punto de gran especulación ya que los minerales que ahora se transportan a las haciendas* sobre el lomo de las mulas y llamas por una distancia de cuatro, cinco o seis millas, podrían ser transportadas por un ferrocarril en unos cuantos minutos. El Sr. Jump cree que tendrá suficiente agua para sus calderas durante todo el año, en vista de que las otras haciendas* sólo pueden pulverizar la tercera parte del año. No puedo calcular bien el costo de la maquinaria que se fabrica en Inglaterra, con un peso equivalente a la carga de una mula y que es transportada desde Lima sobre el lomo de estos animales; la paga de los maquinistas; la excavación de zanjas para el abastecimiento de agua; combustible y todos aquellos gastos a los que las otras haciendas* no están expuestas.

El Sr. Fletcher, quien ha vivido por mucho tiempo en Cerro Pasco (sic), dice que un comprador de minerales (basándose en sus "guías"* o experimentos sobre la producción del mineral) puede contar sus ganancias tan fácil y certeramente como él puede contar los dólares de su bolsillo; además señala que aquellos hombres que pierden son ya sea el holgazán y el despreocupado o los especuladores y buscadores de ricos minerales para hacer fortuna inmediatamente. Los minerales más comunes y más fáciles de obtener aquí se llaman "cascajos". No necesitan ser calcinados como los minerales en Párac, pero por el contrario, la plata se extrae de la misma manera como he descrito que se realiza en aquel lugar. Sin embargo, en vez de que el mineral pulverizado se coloque en pequeñas pilas y después se le mezcle con sal y mercurio, se le pise y se le trabaje con azadones como se hace en Párac, ahora se coloca una gran cantidad de él en un cercado circular cuyo suelo es de piedra y cuyas paredes son de barro; dicha cantidad es pisada por caballos (como se acostumbraba en los viejos tiempos a "pisar el trigo" en Virginia) hasta que concluya la aleación. La producción general de los cascajos es de seis marcas por caxon. Su costo varía entre seis y dieciséis dólares, según la dureza de la roca en la que se encuentra o según su distancia de la superficie. A continuación se ha hecho un cálculo para mostrar que su trabajo o beneficio como se llama aquí, rendirá incluso a su precio más alto de dieciséis dólares; (asegurándose por la guía* que el caxon producirá seis marcas). La aleación concluida en el "circo"*, o circulo, necesita de cuarenta a cincuenta días.

Debe Circo* de seis caxones,
$
  - a* $ 16 el caxon
96.00
  - 150 cargas de mula (transporte a la hacienda*) a* 25 centavos
37.5
  - Molienda a* $ 10
60
  - Magistral (piritas de hierro calcinado) 1 arroba
1
  - 40 arrobas de sal, a* 50 centavos
20
  - 5 pisadas de caballos, a*$ 5
25
  - Trabajo y lavado de la aleación
11.5
  - Pérdida de 35 lbs. de azogue, a* $ 1
35
   
286
Haber 6 caxones de 6 marcas el caxon, 36 marcas. (En Cerro Pasco (sic) el valor de la marca es de $ 8.50)
306

Obtuve este estado de cuenta del Sr. Jump. No lo examiné en ese momento, pero luego observé que no existe cargo por separar el mercurio de la aleación y dejar la plata pura, cuyo precio es de ocho dólares con cincuenta centavos la marca. Este precio podría aumentar seis dólares más dejando al comprador una ganancia de catorce dólares por los dos meses que ha estado ocupado extrayendo la plata. Por supuesto que este es un pobre negocio porque aunque cualquiera sea la cantidad de mineral que se compre, no hay suficientes haciendas* para pulverizar, o circos para amalgamar una cantidad suficiente que produzca una buena especulación y así, varios millones de este mineral no pueden ser trabajados. Sin embargo, el mineral raras veces cuesta dieciséis dólares y frecuentemente da siete u ocho marcas por caxon.

A continuación hay un estado de cuenta que muestra el costo de una marca de plata embarcada para ser exportada:

- Costo de una marca de piña en el Cerro
$ 8.50
 
- Impuesto por máquinas de vapor para bombear el agua de las minas. (Este es 12 1/2 centavos y muy pronto será de 50 centavos)
25
 
- Arancel por socabon (sic: socavón) (o gran drenaje)
12
˝
- Obras públicas
6
1/4
- Impuesto estatal o de exportación
50
 
- Impuesto del tribunal minero
12
1/2
- Pérdida al fundir la piña en lingotes
12
1/2
- Costo de transporte a Lima y otros gastos pequeños
6
1/4
- Ganancia del comprador en el Cerro
37
1/2
 
10.12
1/2

Doce escrúpulos Troy (3) es la ley de la plata pura en la Casa de Moneda en Lima. Todas las barras que se fabrican en este lugar están marcadas con 11. 22. Estas son pesadas en Lima. Si alcanzan esta ley, su precio será de $ 8.6746 la marca. Por cada grano que esté por debajo de los 11.22, hay una deducción en el precio de 0.0303 de un dólar.

Hoy día hubo una reunión del gremio para discutir el problema sobre si los contratantes han cumplido con su parte del contrato al emplear las máquinas de vapor para drenar las minas. Sería interesante relatar una breve historia sobre el drenaje de estas minas y esto servirá para que de todos modos las personas tomen sus precauciones al momento de hacer contratos con los mineros.

En 1630 las minas de Cerro Paseo (sic) fueron descubiertas por un indio, que al hacer fuego sobre unas piedras, observó cómo se derretía la plata. Estas minas se explotaron sin o con un precario sistema de drenaje, obteniéndose gran éxito hasta el año de 1780, cuando empezó a usarse el socabon (sic) (o drenaje) de San Judas. Este es una gran zanja de cinco pies y medio de ancho por seis pies con diez pulgadas de alto, que drena las aguas de las minas hacia el lago de San Judas; su longitud aproximada es de tres mil quinientos pies y su costo ha sido de cien mil dólares. Su construcción terminó en 1800. Mediante el método de la filtración, éste podía drenar todas las minas que estaban sobre él. Para las que estaban debajo era necesario bombear el agua a mano. Este resultó ser un método tan ineficaz (el socabón (sic) tampoco fue lo suficientemente grande) que en 1806 el gremio empezó la construcción del. socabón (sic) de Quiulacocha, a ochenta y ocho pies más abajo que aquél de San Judas, de seis pies con diez pulgadas de ancho por ocho pies con tres pulgadas de alto. Actualmente el trabajo todavía continúa. La parte que vi es arqueada, está bien tapiada, con un sólido trabajo de mampostería y el agua corre a través de él como un arroyo. Sobre ella se han abierto en diferentes direcciones, varias lumbreras* para dar luz y aire y para poner en el socabón (sic) el drenaje de las minas vecinas.

En 1816 el gremio* contrató a dos españoles, Abadia y Arismendi, para el drenaje de las minas mediante las máquinas de vapor. Estas personas pusieron a trabajar tres máquinas de vapor para que hicieran funcionar las bombas; los resultados fueron muy favorables y se descubrió que los minerales eran más ricos cuanto más hondo se llegaba. La guerra de la Independencia interrumpió este trabajo ya que los mineros fueron alistados como soldados y las máquinas se utilizaron para fabricar herraduras.

En 1825, una compañía inglesa autodenominada "Pasco Peruvian " se encargó del drenaje. Esta compañía acordó que se le debía pagar en minerales que ellos mismos beneficiarían; sin embargo, nunca se le pagó equitativamente. Empleó a funcionarios ingleses y a operarios con altos salarios, pero fracasó después de haber excavado ciento diez pies a un costo de cuarenta mil dólares entre setiembre de 1825 y enero de 1827. Entonces el Gobierno se propuso hacerla resurgir y dio mensualmente dos mil dólares para su funcionamiento, mientras que los mineros se gravaron a sí mismos con doce centavos y medio por la marca de plata obtenida. Rivero se hizo cargo del trabajo y desde el primero de junio de 1827 hasta el primero de enero de 1828, perforó ciento veintidós pies en el socabón (sic); los mineros aportaron pólvora y velas y Rivero las herramientas. Posteriormente redactó un informe oficial en el cual demuestra que excavar una vara le costó ochenta y seis dólares, mientras que a la Compañía Peruana de Paseo dicha vara le costó mil dólares; no obstante señala que en la lumbrera* de Sta. Rosa, la Compañía Peruana de Paseo encontró la roca tan dura que doce hombres no podían perforar más de media vara por mes. Actualmente el socabón (sic) tiene ocho mil doscientos cincuenta pies de largo y trescientos pies debajo de la superficie. En él se ha invertido cerca de un millón de dólares, aunque se dice que realmente no ha costado esa cantidad.

Hace unos años, se decidió probar nuevamente el vapor, con el propósito de continuar con la minería debajo del gran drenaje; así, el gremio* contrató al Sr. Jump para reanudar dicho trabajo. Este se propuso utilizar cuatro juegos de motores, a los cuales haría trabajar durante un año, asumiendo todos los gastos y luego los cedería al gremio*; por otro lado, dicho gremio* estaba obligado a perforar los pozos y a pagar semanalmente doce centavos y medio por cada marco de plata que produciesen las minas durante un determinado tiempo; luego pagarían veinticinco centavos, luego cincuenta, hasta llegar a los trescientos mil dólares.

El trabajo se realiza con una eficiencia sin precedentes por parte del Sr. Jump, de manera que ahora funcionan dos juegos de motores, el tercero se está instalando y el cuarto ha llegado de Inglaterra, aunque el pozo en que se instalará no está listo. Sin embargo, en el gremio* hay dos facciones cuyos intereses son diferentes. La facción cuyo caudillo es el general Bermúdez (por entonces Prefecto del departamento y Presidente por virtud de oficio del gremio* cuando se firmó el contrato) y que representa al hombre especulador, que busca "boyas" y que piensa que se pueden obtener grandes y súbitas riquezas al drenar las minas debajo del socabón (sic). La otra facción (y la mayoría) representa a los hombres que, contentos con una moderada y segura ganancia, trabajan los cascajos que generalmente están sobre el drenaje y por lo tanto, no necesitan de maquinaria. Estos hombres probablemente estaban bajo la influencia de Bermúdez durante su prefectura y la mayoría estaba obligada por el contrato; pero a partir de su retiro, la gente se levantó y exclamó: "Es injusto que nosotros contribuyamos a pagar por máquinas que no nos sirven"; así, buscaron el medio para evitar esto. Este medio fue la redacción del contrato y aunque se daban cuenta de que las máquinas estaban haciendo y más que haciendo el trabajo requerido, se aprovecharon de la redacción y plantearon el problema que ahora está considerándose. Los términos del contrato son que "el contratante se verá obligado a utilizar cuatro juegos de motores, cada juego deberá tener dos motores de quince caballos de fuerza y deberá manejar tres bombas; cada motor deberá ser totalmente independiente del otro, de modo que si un motor se malogra, el otro será capaz de manejar dos bombas."

Al examinar las máquinas, pensé que podría originarse un pleito si la redacción del texto no se cumpliera, pero me pareció que este pleito surgió debido a la índole del contrato y no toda la culpa fue del Sr. Jump, porque me parece que ya que dos motores manejan tres bombas y que si una bomba se malogra el otro manejará dos, es necesario tener una conexión entre aquellos motores, la cual en caso de romperse se deberán detener los motores para repararla y para que así puedan ser manejadas las tres bombas nuevamente; se deberá proceder de esa manera a pesar de que cualquier motor pueda estar intacto y pueda manejar su propia bomba y así mantener funcionando dos bombas. Se puede pensar que esta pretendida objeción es una evasiva por el hecho de que los motores mantienen limpios los pozos con sólo dos bombas sin que la tercera esté funcionando; pero me figuro que las noticias recientemente llegadas de Lima sobre el descubrimiento de grandes minas de azogue en California han influido en parte, pues este descubrimiento hará que el precio de aquel elemento baje a la mitad y que se, doble el valor de los cascajos (disminuyendo así la necesidad del drenaje). Un comité del gremio*, encargado de la investigación del asunto, se mostró a favor de la suspensión de los pagos; pero antes de que esto se decidiera, se descubrieron algunos minerales ricos mediante la operación de las bombas. Este hallazgo cambió la situación ya que si bien ahora ellos sólo hacen extraer los minerales que están sobre el socabón (sic), si se pusieran de acuerdo, harían que las bombas penetrasen debajo de éste y si estas máquinas finalmente mostraran que hay minerales muy ricos más abajo; evidentemente el gremio* se alegraría de poseerlas y por consiguiente (incluso algunos miembros del comité) votaría a favor de que los trabajos y pagos continúen y el asunto sería arbitrado. Por supuesto, yo me formé mi propia opinión y punto de vista, mayormente del Sr. Jump, una de las partes, pero en su casa y en todas partes me encontré con personas de la facción contraria y escuché detalladas discusiones sobre el asunto. En cualquier otro país hubiera aconsejado al Sr. Jump rechazar el arbitraje y apelar a la ley, pero en este país, mientras menos tenga que ver un hombre con la ley será mejor para él, no tanto por su mala administración como por su engorrosa demora.

Me mudé de la casa del Subprefecto a la del Sr. Jump, Ijurra se quedó con sus familiares y Mauricio y las mulas se quedaron en la pensión.

La "callana" o casa de fundición donde la "piña" se funde en lingotes, es un establecimiento del gobierno y está alquilado por contrato. Toda la producción de las minas tiene que pasar por ahí, donde se le funde en lingotes; se le pesa, se le marca y se le tasa. La callana tiene un equipo muy rudimentario: una simple choza cubierta de paja, con una caldera de hierro para fundir en el centro, suspendida por asas, sobre dos soportes de hierro parecidos a los yunques. En una sola operación, la caldera funde suficiente plata para hacer un lingote de doscientas cincuenta marcas o ciento veinticinco libras. En la caldera de fundición se colocan capas alternas de piña y de carbón de leña; luego se enciende fuego y se airea con un rústico fuelle. Cuando la plata se funde, se inclina la caldera sobre sus asas y se vierte la plata, a través de un pequeño agujero que, hay en la parte superior de la caldera, a un molde de hierro que está colocado debajo. Durante esta operación se pierde de uno y medio por ciento a uno y tres cuartos por ciento; parece que gran parte se pierde debido al irregular y excesivo calor. Las paredes y el techo de la choza están cubiertos con finas partículas de plata que parecen escarcha. Estas son frecuentemente recogidas, no se me ocurrió preguntar a quién le pertenecen, pero me imagino que es a los granjeros de la "callana". Los lingotes están marcados con el número del año, con el número de marcas que contiene, con las iniciales del dueño y con el infaltable 11.22 que designa su "ley"* o calidad.

Cada semana se envían lingotes a Lima. La semana pasada el envío fue de siete mil quinientas marcas; una gran producción. Cuando regresé, leí en un periódico de Lima, una carta de Cerro Paseo (sic) con fecha de abril de 1851 (unos meses antes de la fecha de mi visita) en la cual el escritor indicaba los envíos de la semana, los cuales eran de dieciocho lingotes o cuatro mil quinientas marcas. El dice: "El drenaje por medio del vapor está progresando rápidamente. En la mina de Peña Blanca se ha descubierto otra veta de mineral, pero no creo que sea muy rica. Recibimos constantes noticias de Lima de que las minas de azogue de California producirán suficiente suministro para el Perú a un precio que no excede los cincuenta o sesenta dólares el "quintal " (o cien libras). Si este fuera el caso, no habría necesidad de suspender el trabajo de los cascajos puesto que el mineral de seis marcas por caxon, el azogue a setenta dólares el quintal y la piña a ocho dólares la marca, dejarían una ganancia de cincuenta dólares en el circo*. Actualmente el precio del azogue es de cien a ciento siete dólares el quintal, el de la piña es de ocho dólares, cuarenta y tres y tres cuartos de centavo.."

La producción de estas minas es aproximadamente de dos millones anuales, la cual casi iguala a la producción de todas las demás minas del Perú, en su conjunto.

El Sr. Castelnau realizó un cálculo con todas las informaciones que tenía a su alcance y así mostró que la producción de las minas de Cerro Paseo (sic), desde la fecha de su descubrimiento en 1630 hasta 1849, asciende aproximadamente a cuatrocientos setenta y cinco millones de dólares, lo cual da un promedio anual de más o menos dos millones ciento setenta mil dólares.

Aproximadamente a doscientas millas al sureste de Cerro Paseo (sic), están situadas las famosas minas de azogue de Huancavelica. Los virreyes de la realeza y los presidentes del gobierno republicano, han hecho varios esfuerzos por mantener en funcionamiento estas minas, pero en estos últimos años definitivamente no han logrado su propósito. El Sr. Castelnau señala que desde la apertura en 1751 hasta 1789, inclusive, (desde entonces no produjeron nada de consideración) su producción fue de un millón cuarenta mil cuatrocientos cincuenta y dos quintales, los cuales a un precio promedio de sesenta y cinco dólares el quintal, darán una suma de sesenta y siete millones seiscientos veintinueve mil trescientos ochenta Mares. Al mismo tiempo se invirtieron en ellas, diez millones quinientos ochenta y siete mil ochocientos cuarenta y cinco dólares.

En el año de 1828, los señores Rivero y Piérola formaron una sociedad para explotar estas minas, pero la empresa fracasó. Desde la Independencia, se han hecho varias propuestas sin éxito al gobierno peruano para trabajar estas minas. El libertador Bolívar se negó a venderlas por la suma de seiscientos o setecientos mil dólares. (Castelnau, vol. 4, pág. 226).

En Cerro Pasco (sic) conocí a un caballero que iba a examinar y dar un informe de las minas de Huancavelica.

8 de julio. Visitamos las minas. Ingresamos por una entrada que parecía sólo un poco más grande que la de un pozo común. Cada miembro del grupo llevaba una antorcha de sebo colocada sobre un soporte de fierro. El descenso en el extremo de un báculo fue desagradable para el aprendiz y parecía peligroso. Se hacía en un ángulo de por lo menos 75' de la línea horizontal; la tierra estaba húmeda y los escalones eran simples huecos a la medida de los talones, y se encontraban a distancias irregulares. A cada momento temía resbalarme y "caer como una ola" sobre la persona que iba adelante mío, yendo los dos a parar a algún abismo profundo. Me alegré cuando llegamos a un terraplén nivelado y ancho de un gran socabón (sic), donde decidí que ya no tentaría más a la Providencia. Pero, reflexionando que probablemente nunca más visitaría las minas de Cerro Pasco (sic), me armé de valor y descendí ciento diez pies más, por un camino aún peor que el primero, hasta llegar al fondo del pozo de bombeo. Un corpulento y musculoso cornuallés, a quien confundí primero con un yanqui y quien llevaba un candelero prendido con un poco de lodo en la parte delantera de su sombrero, estaba supervisando la mina y gruñendo a causa de la holgazanería e ineficacia de sus subordinados indios. Debería pensar que las bombas no estaban bien atendidas al estar tan lejos de su jefe. Estas funcionan por medio de cadenas y de largas varas de cobre. Todo el trabajo metálico de las bombas es de cobre ya que el hierro se corroe muy rápido debido al ácido sulfúrico y a los sulfatos; soluciones que se encuentran en las aguas de las minas. Se dice que por esta razón los peces han abandonado el lago Quiulacocha, donde se descargan las aguas. En muchos lugares, las paredes de las minas están cubiertas con bellos sulfatos de hierro y cobre.

Nuestra exploración duró cerca de cuatro horas, y subimos por el tajo de Santa Rosa, donde sentados sobre unas pilas de mineral de plata, compartimos un poco de pan con queso, acompañándonos con un vaso de pisco, todo lo cual encontramos tan oportuno y agradable como el maná en el desierto. Esto nos refrescó y fuimos a ver los "boliches»*. Estos son molinos manuales, o mejor dicho molinos pedestres para moler los minerales; estos molinos pertenecen generalmente a franceses o italianos, quienes muelen el mineral que los trabajadores de las minas les llevan en pequeñas cantidades. El relato que hace Rivero de la tarea de estos molineros es cómico. El dice: "Uno de estos especuladores comienza con cincuenta dólares (el valor de un boliche*) y al cabo de dos o tres años se sabe que gana una fortuna de ocho a diez mil dólares. A los mineros que traen el mineral, les cobra de cincuenta a sesenta y dos centavos y medio por moler una 'carga' medida un tanto ambigua que a veces equivale a la carga de una mula, otras la carga de un hombre; pero, en este caso equivale al peso de un pequeño cesto timo. El cobra veinticinco centavos por el agua que se emplea en el trabajo; doce centavos y medio por el hombre que vierte el agua; doce centavos y medio por aquél que parte el mineral en pequeños trozos para la molienda; setenta y dos centavos y medio por el moledor; doce centavos y medio por el hueco donde se deposita el mineral molido (si este hoyo está enmaderado, cobra veinticinco centavos adicionales). Doce centavos y medio por el drenado; doce centavos y medio por sacarlo de allí y colocarlo en bolsas de cuero, por el alquiler de las cuales cobra veinticinco centavos; así la bolsa le rendirá la nada despreciable cantidad de sesenta o setenta dólares antes de que se gaste y ya no su de utilidad. Un azadón le dará mucho más, ya que se cobra doce centavos y medio por su alquiler y aparte seis centavos y un cuarto cada vez que se emplea para mezclar la masa. Por lo menos gana cincuenta centavos por cada arroba de sal que provee. Por una libra de magistral cuyo precio es de cincuenta centavos, él cobra dos dólares. Gana cincuenta centavos por cada libra de azogue, así, calculando estos gastos en relación al caxon, estos suman aproximadamente cincuenta dólares que es la exacta ganancia del bolichero*. Además los 'relabes' (sic) también le pertenecen y frecuentemente son muy valiosos. También extrae todo el azogue que puede de la pella, la cual recibe de los mineros a tres libras la marca, ganando seis dólares y veinticinco centavos; con este negocio gana una marca de cada nueve después que se extrae el azogue por calor; separando para el trabajador al mismo tiempo media fibra en la extracción de azogue. El trabajador está satisfecho con todo esto, porque así tenga poca ganancia, el mineral que entrega al bolichero* para moler no le ha costado nada salvo robárselo" (4). Sin embargo, éste no siempre es el caso. El trabajador frecuentemente exige su salario en proporción del mineral. Parece que la costumbre le da este derecho y el dueño de la mina se queja y con razón de tener que pagar en minerales cuando estos son ricos, pero, en dinero cuando los minerales son pobres.

El boliche* consiste en una piedra grande y llana que está sobre una plataforma de roca o tierra, y de otra convexa en su parte más baja que está sobre la anterior. El molinero parado sobre la piedra superior, separa sus piernas y con su cuerpo pone en movimiento la piedra. Los pedazos de mineral están entre esas piedras y un pequeño chorro de agua proveniente de un barril, mezcla la harina* y la lleva a un recipiente que hay en la parte baja. Es de imaginarse que para obtener alguna ganancia de un procedimiento tan rudimentario como éste, es necesario que el mineral que se muele sea de la mejor calidad.

La máquina para extraer el mercurio por medio del calor, es tan primitiva como el boliche*. Se coloca la pella en una especie de jarrón o botella de barro que se fabrica en los alrededores y cuyo precio es de dos a tres reales. Se introduce un tubo de fierro de más o menos dos yardas por el pico de la jarra, que luego se cierra con una arcilla amarillenta. El otro extremo del tubo (el cual es curvo) se coloca en una jarra de barro llena de agua hasta la mitad, donde se condensan los gases de mercurio. Alrededor de las jarras de barro que contienen la pella se enciende fuego y así se prosigue por tres o cuatro horas, hasta que las jarras se rompen y se saca la piña.

Ayer sacaron al hombre que a causa de un derrumbe, quedó atrapado en una de las minas. Parecía fuerte a pesar de que no había comido en casi siete días. Había perdido la noción del tiempo y pensaba que había estado encerrado sólo tres días.

9 de julio. Me dio macolca, enfermedad que le da a casi todas las personas que visitan las minas por primera vez. Es un dolor muy fuerte en los músculos, en especial en los muslos. Apenas podía soportar que me tocaran las piernas y el caminar era algo muy difícil.

El pueblo de Cerro Pasco (sic) está a trece mil ochocientos dos pies sobre el nivel del mar (según la temperatura del agua hirviendo). Según Rivero se encuentra a catorce mil doscientos setenta y nueve pies. La población varía entre seis y quince mil almas, de acuerdo con la producción de las minas. La mayoría de la población adulta trabaja por supuesto en las minas. Este parece ser un trabajo que distorsiona la conciencia moral y engendra ideas muy equivocadas de lo que está bien y de lo que está mal. La codicia parece haber arrasado con los sentimientos más puros del corazón y haber acabado con todas las distracciones de la sociedad. No hay damas, al menos yo no vi ninguna en sociedad; y los hombres se reúnen para discutir sobre las minas, el precio probable del azogue, para insultarse y para pelear uno contra otro. Parece que no existe ninguna religión, ni siquiera formal. Las iglesias son simples graneros en decadencia y no vi ninguna procesión o ceremonia religiosa. Smyth vio una procesión en 1834, pero dudo que desde entonces, hubiera otra de estas parodias. No es que la gente esté mejorando, sino que su ambición supera hasta su amor por la ostentación. Rivero habla de la pésima condición de la sociedad y agrega que las borracheras, juergas, asesinatos y la mala fe, son cosas muy comunes.

Fui muy bien recibido por unos cuantos caballeros, especialmente por el Subprefecto, quien me alojó y quien con su trato amable y sincero me hizo sentir como en casa. Con esto no quiero decir que los hombres sean personalmente malos, sino comentar el hecho filosófico que la minería como trabajo tiene la tendencia a deteriorar el carácter de los hombres y destruir la sensibilidad y el cariño que ablanda el áspero camino de la vida. Además, yo no hablo ni la mitad de mal de lo que ellos lo hacen de sí mismos; fácilmente se puede escuchar que todo individuo en Cerro es un sinvergüenza.

El clima de este lugar es bastante malo y creo que hasta poco saludable. No pude dormir entre las sábanas y preferí hacerlo entre "varias frazadas". Según Rivero la temperatura es de 44* en el día y de 35" en la noche, durante los meses de julio, agosto y setiembre. Durante estos meses nieva y graniza bastante, haciendo que la temperatura disminuya considerablemente; sin embargo, no siempre es necesario que suceda esto para que la temperatura baje hasta los 30* o 280 en agosto. Desde mediados de octubre hasta finales de abril el clima se vuelve insoportable debido a las lluvias, tempestades y rayos que casi todos los años causan daños. El clima mejora mucho desde mediados de diciembre hasta mediados de enero, este período tiene un nombre poético y religioso que le dieron los españoles, El verano del niño*, ya que se da durante la Navidad. Los ríos que aumentan su caudal con la lluvia, disminuyen un poco durante este período. La temperatura es tan rigurosa que las gallinas no empollan y las llamas no procrean; durante esta él)oca las mujeres en etapa de parto tienen que buscar un clima mejor, porque de lo contrario, sus retoños morirían.

Ultimamente han llegado más personas que sufren de enfermedades en el pecho y de dificultad respiratoria, en especial si tienen pulmones débiles. A los mineros les da parálisis debido a los cambios bruscos de temperatura, a los que están expuestos dentro y fuera de las minas, y debido a que inhalan las emanaciones del mercurio durante el proceso de destilación. A los que se enferman por esta última causa se les llama azogados* por el azogue*. Las enfermedades más comunes son pleuresía, reumatismo, y una fiebre pútrida llamada tabardillo. Se dice que la pleuresía se cura tomando una infusión de mullaca, una hierba que crece en los alrededores. Esta planta tiene unas hojas muy pequeñas y un fruto rojo redondo y también pequeño.

En estos lugares no hay ningún cultivo a excepción de un poco de cebada que no da granos pero que se utiliza como forraje. Sin embargo, el mercado se encuentra bien abastecido por Huánuco y por los valles vecinos. El costo de vida es alto, especialmente donde se usan artículos de lujo de la Costa.

12 de julio. Visité algunas de las haciendas* donde se muele el mineral. Estos molinos también son rústicos, una rueda hidráulica horizontal da vueltas a un eje vertical que atraviesa por el centro a la piedra inferior. La piedra superior está fija al lado del eje y su filo choca con la piedra inferior. Una pequeña corriente de agua corre continuamente sobre las piedras y lleva el mineral molido hacia un recipiente colocado debajo por donde sale el agua, así queda la harina* que se llevará al circo. Un par de piedras molerán casi un caxon diario. Una piedra de granito de nueve pies de diámetro y de veinte pulgadas de grosor, ya entregada, cuesta ciento treinta y cinco dólares. Se gastará en seis o siete meses, por eso no sirve como piedra superior, en cambio sí como piedra inferior.

Recibí la visita de un viejo caballero muy entusiasta, el Intendente* de Pozuzu, quien me contó que estaba a punto de dirigir un memorial al Congreso, solicitando fondos de ayuda para continuar el trabajo que él mismo había iniciado, es decir, la apertura de una ruta directa de Cerro a Pozuzu, sin tener que dar un rodeo por Huánuco. Me dijo que él conocía muy bien el terreno, que casi todo era una pampa* (la gente me dijo lo mismo del camino entre Tarma y Chanchamayo); que parte de él está sobre un pajonal* donde no se tiene que limpiar ningún bosque. Agregó que cuando se abra una ruta de Cerro a Pozuzu, y de allí a Mayro (primer punto navegable del Pachitea) se establecerá comunicación y se podrá transportar las cargas de Cerro a Mayro en cuatro días. Además, los caminos podrían ir hacia el sur del Pozuzu por una planicie. Con estos caminos, el comercio con otras regiones de la cuenca del Amazonas alcanzará a Tarma, Jauxa y a todos los pueblos de la Sierra.

Este es el sueño de los peruanos de ese distrito. Ellos conocen las dificultades del paso por la Cordillera y buscan ansiosamente una comunicación con el mundo por el este. A pesar de que este caballero se deja llevar por su entusiasmo y que probablemente se expresa mal, creo que en el fondo está en lo correcto; ya que entre Cerro y Mayro sólo hay que pasar una cadena de los Andes para llegar a la Montaña (el mismo caso de Tarma y Chanchamayo), si se tiene en cuenta que por la ruta de Huánuco hay por lo menos dos cadenas, muy quebradas, altas y escarpadas. Creo que el Ucayali sería el mejor medio de comunicación con el interior del Perú y tengo la impresión que el mejor acceso es por la ruta de Chanchamayo. Insinué esto a mi amigo, pero criticó la idea; el mismo recelo que encontré en él, lo encontré entre los tarmeños. Aquí y allá, todos dicen que será un gran día cuando los norteamericanos lleguen cerca de ellos con un vapor.

13 de julio. Desafortunadamente escogí para mi partida un día de fiesta y uno en el que además había una corrida de toros común (la primera que se ha visto en el Cerro), por lo que encontré gran dificultad para salir. Los muleteros que contraté se emborracharon desde temprano y al no hacerse presentes tuve que enviar a la policía para encontrarlos. Es curioso observar cuán diferente es la gente ante el cumplimiento de una promesa y qué tan generalizado está este vicio. Estos muleteros me aseguraron firmemente que iban a estar en mi puerta al amanecer, pero desde el momento que me hicieron la promesa, no tenían la menor intención de cumplirla. Este hábito parece estar aceptado y requiere de paciencia aun de la del inglés verdadero, cumplidor de sus promesas. Mi amigo el Sr. Jump no vio con buenos ojos ni mal humor y pareci6 sorprendido que yo esperase para partir.

Deseo expresar mi agradecimiento a él y a los amables miembros de su familia, el Sr. y la Sra. Biggs, por aquellas finas atenciones que conmueven el corazón y que renuevan las energías del cansado viajero.

NOTAS AL CAPITULO

(1) En latín en el original, Significa: "pasión histérica". (N.T.)
(2) Así aparece en el original. (N.T.)
(3) Escrúpulo troy o "dwt" Penny weight, es una unidad anglosajona de peso troy. Un dwt = 1,5552 g = 24 gr. Una oz. troy = 20 dwt. Una lb. troy = 240 dwt. Troy, es un sistema de pesos aplicado en la Gran Bretaña y en los Estados Unidos a los metales preciosos, la pedrería y los medicamentos, y en el cual la libra vale 12 onzas (373,238 gramos), a diferencia del sistema llamado avoírdupois, en el que vale 16 onzas (453,60 gramos). (N.T.)
(4) Retraducción de Rivero. Este texto lo publicó solamente en inglés. (N.T.)

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