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CAPITULO XIII

Egas-Comercio-Lago Coari-Desembocadura del río Negro-Barra-Comercio-Productos.

Egas tiene una población de más o menos ochocientos habitantes y es el lugar más grande y próspero más allá de Barra. Ocupa una posición importante con respecto al comercio del río, situado casi en medio de Barra y Loreto (la frontera peruana) y cerca de las desembocaduras de los grandes ríos Juruá, Japurá y Teffé.

En Egas ahora hay ocho o diez establecimientos comerciales que mantienen un tráfico tolerablemente activo entre el Perú y Pará, aparte de emplear agentes que navegan por los ríos vecinos y recogen los productos de la tierra y del agua que los indios les dan.

El comercio se realiza en goletas de carga de entre treinta y cuarenta toneladas, las cuales promedian comúnmente cinco meses de viaje de ida y vuelta entre Egas y Pará, una distancia de mil cuatrocientas cincuenta millas, con un gasto aproximado de ciento cincuenta dólares (consistentes en la paga y el mantenimiento de la tripulación, con algunos pequeños impuestos provinciales y parroquiales). El Sr. Castelnau calcula que estos impuestos provinciales y parroquiales son más o menos del trece por ciento sobre todo el comercio. A continuación presentamos el conocimiento de embarque especificado de dicho tipo de embarcación; 150 arrobas de zarzaparrilla cuestan $ 4 la arroba en Egas; en Pará su valor va desde $ 7 hasta $ 7.50. En Egas, 300 potes de manteiga** cuestan $ 1.40 el pote; en Pará su valor fluctúa entre $ 2.50 y $ 3.50. En Egas, 200 arrobas de pescado salado cuestan 50 centavos la arroba; en Pará su valor va de $ 1 a 1.25.

Así, se observa que el cargamento que en Egas cuesta aproximadamente mil trescientos dólares, en Pará se vende, en dos meses, a dos mil seiscientos dólares. Luego la embarcación recibe un cargamento de mercaderías extranjeras comunes, cuyo valor allí es de dos mil quinientos dólares, las cuales se venden en Egas, en tres meses, con un aumento del veinte por ciento sobre los precios de Pará, obteniendo una ganancia de seiscientos veinticinco dólares. Esto, sumado a los mil trescientos de ganancia en el viaje de descenso y restados los ciento cincuenta de gastos, dará en cinco meses una ganancia de mil setecientos setenta y cinco dólares, los que son aproximadamente doscientos setenta y cinco dólares más de lo que cuesta la goleta.

En este tipo de comercio se emplean cinco de estas embarcaciones; cada una realiza dos viajes al año, de modo que el valor del comercio entre Pará y Egas se puede estimar en treinta y ocho mil dólares anuales. Entre Egas y el Perú es más o menos de veinte mil dólares. Yo mismo sé que se obtiene aproximadamente diez mil dólares o una cantidad aproximada durante el camino de ascenso. Hoy día llegó una goleta que partió de Pará hace noventa y dos días, la cual está con su carga casi completa. En Fonteboa encontré una que pertenecía a Guerrero. Marcus Williams, un joven norteamericano que vive en Barra, ahora tiene una afuera de la desembocadura del río; a la cual ha enviado un bote para conseguir provisiones y equipo, y el mismo Batalha está a punto de enviar dos.

El mayor Batalha (ya que mi amigo comanda un batallón de la Guarda Policial** de la provincia dividida entre San Paulo, San Antonio, Egas y Coari) se queja, como todos lo hacemos, de la falta de energía de la gente. Dice que un hombre no trabajará si puede conseguir un pedazo de tortuga o de pescado salado para comer, un vaso de cacacha** y una camisa de algodón y pantalones. Los hombres que pescan y preparan manteiga** no harán nada más a pesar de que esta tarea la realizan durante una pequeña parte del año. Se necesita una población diligente y activa que sepa cuáles son las comodidades de la vida y que tengan necesidades superfluas para extraer las grandes riquezas de la región.

Aunque los comerciantes venden sus mercaderías extranjeras con un aumento del veinticinco por ciento sobre el costo en Pará, aun así éste es a crédito y ellos dicen que podrían ganar más si las vendieran al quince por ciento y al contado. Además, este asunto del crédito no es seguro. Cuando un comerciante ha amasado suficiente dinero para poder dejar de hacer el trabajo con sus propias manos, la costumbre es que él proporcione a algún joven dependiente un bote con mercadearías y tripulación, y lo envíe a que comercie con los indios, dependiendo de su éxito y honestidad el pago del veinticinco por ciento. El joven comerciante no tiene intención de desertar o abandonar a su patrón (habilitador**) pero se pierde mucho por los peligros inherentes a la navegación y por la falta de juicio y discreción en el intercambio del empleador con los indios y en la disposición hostil de los mismos indios.

En esta vida del "habilitado"** o persona empleada por los comerciantes, hay muchas cosas que atraen la atención de los jóvenes activos y enérgicos de nuestro país. Es cierto que encontrará mucha fatiga y cierto peligro. Sin embargo, éstos son estimulantes para la juventud. También es verdad que encontrará un sentimiento de envidia del nativo hacia el extranjero; pero este sentimiento está principalmente dirigido hacia los portugueses, quienes son trabajadores, astutos e inteligentes y por regla general van a aquel país para amasar fortuna y regresar con ella. Esta es su idea principal y esto los hace frugales, incluso mezquinos en sus hábitos y los indispone para hacer causa común con los nativos de la región. No tanto con los italianos, franceses, ingleses y norteamericanos que he conocido en esta región. No conozco a personas más populares que mis amigos Enrique Antonii, el italiano, y su socio Marcus Williams, el yanqui, quienes se han establecido en Barra. En todas partes del río he escuchado elogios hacia mi compatriota. En Sarayacu, Nauta, Pebas y Egas, los hombres expresaron su deseo de verlo nuevamente y comerciar con él. El mismo me contó que aunque el comercio en el río se realizaba con penurias, exposición al peligro y privación, había un cierto encanto que acompañaba a la vida salvaje y a su liberación de restricciones que siempre impedían cualquier deseo de su parte por regresar a su país natal. He escuchado que cuando visitó a Norris, el cónsul en Pará, exageró este sentimiento al quejarse amargamente de las represiones de la sociedad que lo obligaban a usar pantalones a la hora de la cena.

Para este comercio con los indios, por un valor casi nominal de pago se pude conseguir cualquier número de peones que en el Brasil se llaman Tapuios.

Todos los indios cristianizados de la provincia de Pará (la cual hasta hace dos o tres años abarcó todo el territorio brasileño drenado por el Amazonas y la parte baja de sus tributarios a cada lado, pero que últimamente se ha separado y se ha erigido como una nueva provincia, la Comarca** del Alto Amazonas, que comprende el territorio brasileño entre Barra y Tabatinga) están empadronados y obligados a servir al Estado, ya sea como soldados de la Guarda Policial** o como miembros del Corpos de Trabalhadores (1), distribuidos entre las diferentes divisiones territoriales (comarcas**) de la provincia. Hay nueve de estos "cuerpos" que hacen un total de siete mil cuatrocientos cuarenta y cuatro, con ciento ochenta y dos oficiales. No se puede dar una mejor descripción del origen y carácter de estos cuerpos de trabajadores, de la que da el presidente de la provincia, Jerónimo Francisco Coelho, en el mensaje a la Asamblea Provincial en el año 1849. Por toda la provincia se habla todavía con entusiasmo del patriotismo, talento y energía de este distinguido funcionario, quien dice:

"Debido a hechos deplorables y calamitosos, un sentimiento de moralidad y de orden dio lugar a este establecimiento; pero el abuso lo ha convertido en un instrumento de esclavitud y de beneficio personal. El objetivo principal de la ley que lo creó fue dar empleo a un excesivo número de tapuios, negros y mestizos; gente carente de civilización y educación que excedía en más de tres cuartas partes a la parte de la población respetable, trabajadora e industriosa. En cierta medida, esta ley creó un sistema que parecía anticipar la teoría de la organización del trabajo. En Europa esta es un desiderátum entre las clases inferiores de la comunidad, las cuales están oprimidas por la necesidad, la indigencia y por el hambre. Para ellas, el tener trabajo es tener el pan de vida y la felicidad, pero en las provincias fértiles de Pará, donde la naturaleza provee a todos con espontánea sobreabundancia de las necesidades básicas de la vida, el trabajo es considerado por estas clases como una represión innecesaria e intolerable. Nuestro Tapuio, quien erige su choza de hojas de palma en las orillas de los lagos y ríos que están llenos de peces, rodeados por bosques, ricos en frutos, drogas y especias, y que contienen una infinita variedad de animales de caza, vive despreocupado y cómodo en medio de la abundancia. Si estas circunstancias le otorgan una dispensa del trabajo voluntario, ¡con cuánta aversión y desagrado tendrá que entregarse a la faena obligatoria y especialmente cuando la obligación de trabajar impuesta por la ley, se convierte frecuentemente en una fastidiosa especulación por maltrato! ".

"El año pasado le di mi opinión detallada sobre este asunto, ahora no lo aburriré repitiéndosela. Una idea muy general que prevalece es que el mejor método para eliminar los abusos de esta institución de trabajadores es su abolición total. Pero recuerde que la adopción de esta medida le impone una estricta obligación de cuidar y de dar destino* aproximadamente a sesenta mil hombres, quienes privados de derechos políticos por la ley, sin ningún tipo de subordinación sistemática, desempleados y entregados a su propio gobierno y a una vida indolente y desenfrenada, viven flotando entre la eficiente y trabajadora parte de la población, la cual es una minoría muy desproporcionada".

"Con su discernimiento y sabiduría, usted encontrará un medio que garantice protección a uno, seguridad al otro y justicia a todos. Una ley conveniente, basada en un enlistamiento permanente, en algunos casos el empleo moderado, y en lugares bien definidos, además del sometimiento a ciertas autoridades locales designadas, pueden dar origen a este medio; es más, fue bajo estos principios que formé el proyecto, el cual se lo presenté el año pasado, convirtiendo el cuerpo de trabajadores en compañías municipales anexas a los batallones de la Guardia Nacional. Pero el proyecto mencionado dependió de la reorganización de esta guardia y al fracasar ésta, el proyecto naturalmente se arruinó".

"Como he dicho, la cuestión relativa al cuerpo de trabajadores es un problema de difícil solución, pero que necesariamente debe resolverse. El cómo y el cuándo dependen de usted".

Estos cuerpos proporcionan trabajadores al comerciante, al viajero o al recolector de las frutas de la región, pero por el discurso del Presidente se observa que los funcionarios públicos no ponen mucha atención a su empadronamiento o a su propio gobierno, y una mayoría de ellos son holgazanes o se han convertido de hecho en esclavos particulares. Ahora es difícil que el viajero consiga una tripulación, aunque no dudo que un negocio justo y honesto con ellos devolvería a la civilización y al trabajo a muchos que se han retirado de los pueblos y regresado a una vida nómada y casi salvaje.

En Egas la mayoría de los hombres destacados tienen esclavos negros, pero a éstos se les emplea generalmente para los quehaceres domésticos. Un joven negro vale doscientos cincuenta dólares; si es un mecánico, quinientos dólares. El mayor Batalha me dice que ya no comprará más esclavos, pues ha tenido mala suerte, con ellos y con sus tapuios. Los esclavos desertan a España (como se llama aquí al Perú, al Ecuador y a Nueva Granada) y en los últimos dos meses ha perdido seis tapuios por una especie de hemorragia. Le pregunté si la enfermedad se limitaba a su casa, pero me respondió que era general y que suponía que era provocada por beber el agua del lago, la cual se pensaba estaba infectada, en un pequeño porcentaje, con la leche venenosa del assacu (el catao peruano), muchos de cuyos árboles crecen en sus orillas. No tengo idea, si esta es la causa, pero supongo que la enfermedad se debe a la exposición al sol, a la mala alimentación y a un uso imprudente de la fruta, aunque sólo vi algunas naranjas y limas, incluso es difícil comprar un manojo de plátanos. En Egas no hay otras enfermedades excepto la tertiana (sic) que se coge al recolectar zarzaparrilla en los tributarios.

25 de diciembre. Estamos muy contentos en Egas con las fiestas de Navidad. Las personas se vuelven muy espirituosas, algunas de ellas con una buena cantidad de licores espirituosos, ya que vi una serie de personas ebrias en las calles. Anoche asistí a la misa de gallo. La iglesia estaba llena de gente bien vestida y había algunas damas muy bonitas aunque morenas. La congregación era devota, pero yo no pude serlo mucho debido a la música que se tocaba en un organillo manual desafinado. De vez en cuando producía un chirrido y un gruñido, pero había partes de la música e que nada se podía oír, salvo la vuelta del manubrio. También hubo una procesión por el lago. Un gran bote muy bien iluminado, con petardos y música por todas partes y una larga hilera de luces sobre troncos o canoas ancladas en el lago, daban un efecto muy bonito. Toda la noche desfilaron por las calles procesiones de negros, hombres y mujeres, cantando bajo los acordes de panderetas y tambores.

Las clases superiores beben un poco de champaña, vino de Tenerife o cerveza inglesa. En este clima, la gaseosa de jengibre es la bebida favorita y es saludable. Me sorprendió no ver sidra. Me pregunté por qué ningún yanqui de la zona baja no ha pensado en enviarla. Los relojes yanquis abundan y cuestan entre diez y veinte dólares.

26 de diciembre. He pedido al commandantemilitar** (sic) que me proporcione unos cuantos tapuios más, porque me había prometido enviar una expedición para reunirme algunos. Ahora dice que no hay nadie a quien tomar, pero sospecho que no se ha tomado la molestia de conseguirlos. Muchas personas van río abajo sólo con dos remeros y un timonel, y como yo tenía seis, no dudo que pensara que tenía un número suficiente.

Mis ticunas y el soldado negro enviado con ellos, me dieron bastantes problemas; el soldado con su embriaguez y deshonestidad, y los indios con su holgazanería y negligencia, permitiendo que el bote se averíe por la falta de cuidado y que mis animales y aves se escaparan y murieran. Gracias a mi paciencia e indulgencia hacia la gente sufrida y maltratada, es que he podido abstenerme de denunciarlos al comandante, quien probablemente los castigaría con severidad. Anoche le quebraron la pata a uno de mis tuyuyús, y un caimán se llevó al otro. Sé que estos animales han matado a tres personas en este mismo lugar. Hasta que escuché esto, me había estado bañando allí dos veces al día; pero después de eso, escogí otro lugar ya que aunque sabía que sólo capturan a su presa por la noche, el peligro estaba demasiado cerca. En Egas vi un mono muy raro. Se llama Acaris y su cara es de un color rosa muy bonito. El que vi aquí era casi del tamaño de un mandril común. Tenía el pelo largo, de color blanco cenizo y evidentemente era muy viejo. Los dos que vi en una factoría*, sobre una playa del Amazonas, tenían el pelo amarillorojizo y la cola era muy corta. Castelnau dice que el color bermejo de la cara desaparece después de la muerte y durante su vida, varía en intensidad según el estado de ánimo del animal. Los propietarios no me vendieron los de la factoría* y yo no compré el de Egas porque su cara estaba manchada con alguna afección cutánea y evidentemente estaba tan viejo que pronto moriría.

Durante nuestra estadía en Egas, nuestras comidas fueron preparadas por una anciana negra que cuidaba la casa del Sr. Fort, dándole dinero para que comprara lo que pudiera. Incluso aquí es muy difícil conseguir algo que no sea tortuga. Conté treinta y nueve reses que pastaban en la verde ladera que había frente a nuestra puerta; aunque ni por amor ni por dinero, pudimos conseguir carne de res y con dificultad adquirimos un poco de leche para nuestro café. Enviamos gente a Nogueira para que trajeran aves de corral y huevos, pero no lo lograron. Esta es época de fiestas y la gente quiere tener sus propios y pequeños lujos, o está demasiado ocupada en jaranearse como para preocuparse por vender.

El mayor Batalha nos trató con gran amabilidad y nos envió bocadillos de su propia mesa, el más sabroso fue un poco de pan bien preparado. No habíamos saboreado ninguno desde que dejamos Huánuco, hace cinco meses, y por supuesto, fue muy bienvenido. El día de Navidad nos mandó un par de bizcochuelos grandes y buenos. Un pedazo de estos con un vaso de cerveza tolerable, fue una espléndida merienda para nosotros, los viajeros, que habíamos comido por tanto tiempo pescado salado y farinha**. Esto hizo que Ijurra sonriera irónicamente de deleite. Siempre conseguíamos una taza de muy buen chocolate al ir a la casa del Mayor, y la única cosa que tuve que censurar fue que siempre fui recibido en el almacén. Como regla general, a los brasileños no les gusta presentar extraños a os familias, y sus esposas llevan una vida monótona y en cierta manera aislada.

Una inteligente y vivaz dama amiga, me contó que las costumbres de su región la recluyeron y limitaron más de lo que era aceptable, y con una sonrisa me dijo que no le gustaría decir en que medida esto había influido en la idea de escoger un marido con la esperanza de irse a otro país, donde pudiera ver algo, aprender algo y ser alguien.

28 de diciembre. Dejamos Egas a las dos y media de la tarde, con lluvia. Creímos haber viajado justo antes de la temporada de lluvias, pero siempre que nos deteníamos en cualquier lugar por algunos días, las lluvias nos alcanzaban.

Ahora he despedido a mis boteros de Sarayacu y me ha apenado mucho perderlos. Eran bastante perezosos, pero eran activos y diligentes comparados con los estúpidos y apáticos ticunas. Siempre eran (aunque en cierto modo descuidados) fieles y obedientes. Creo que la pena de tener que separarnos fue mutua. Sus graves tonos de voz y sus gestos afectuosos, revelaron sus sentimientos y un cortesano, dirigiéndose a su soberano, hubiera envidiado el estilo en que el viejo Andrés dobló su rodilla y besó mi mano, y su tono trémulo, indicando una profunda emoción, cuando pronunció las palabras "Adiós, mi patrón**. Todos regresaron a Sarayacu, excepto uno que está al servicio del senhor** Batalha. Es algo curioso que tantos indios peruanos trabajen en el Brasil; pero demuestra que ellos han superado la condición de salvajes, ya que a pesar de que se les trata peor en el Brasil y se les priva de la completa libertad de acción que tienen en el Perú, se les paga algo; adquieren una propiedad aunque no sea nada más que una caja de madera pintada, con bisagras y un cerrojo (la cosa que más codician), con una camisa y pantalones de colores para guardarlos en ella, reservándolos para días de fiesta. Con dicha caja y contenido, una hachuela, un sable corto y una gorra roja de lana, el indio peruano regresa a su hogar como un hombre rico y envidiado, induciendo a otros a descender con la esperanza de obtener una fortuna similar. Frecuentemente se van de sus hogares por muchos años. El padre Calvo se quejaba diciendo que abandonaban a sus familias, pero a mi juicio, esto era beneficioso para ellos en vez de ser perjudicial, puesto que el hombre en su hogar es mantenido en gran medida por la mujer.

No pude hacer un cálculo del número de indios peruanos en el Brasil, pero observé que la mayoría de tapuios eran cocamas y cocamillas del Alto Amazonas .

A las 4 p.m. entramos al Amazonas. La desembocadura del Teffé tiene trescientas yardas de ancho, treinta pies de profundidad y avanza a una milla por hora. Esta es una corriente insignificante y en veinte días se puede ascender con canoas hasta cerca de sus orígenes. En diez o veinte días de ascenso se llega a un ramal llamado el río Gancho, el cual se comunica con el Juruá por medio de una ruta por tierra. Igualmente, los indios del Purús a veces descienden el Teffé para llegar a Egas.

Me sorprendió que en Egas la temperatura del agua hervida fuera tan sólo de 20V.2, la misma dentro de .2 de un grado que era en un punto a un día de camino abajo de Tingo María, cuyo poblado está a varios cientos de millas encima de los últimos rápidos del río Huallaga; en Sta. Cruz a dos días sobre la desembocadura del Huallaga, era de 211 '.2; en Nauta, a trescientas cinco millas debajo de éste, era de 211 *. 3; en Pebas, a ciento setenta millas bajo Nauta, era de 211 ' . 1; estaba tan sorprendido ante estos resultados que guardé el aparato ya que pensé que sus indicaciones eran inservibles; pero me sorprendí aún más cuando hice el experimento en Egas y encontré que la temperatura del agua hervida había bajado tres grados más de lo que estaba en Sta. Cruz, dando así a Egas una altura de mil quinientos pies sobre aquel poblado, el cual está ubicado a más de mil millas sobre él. Cuando descendí, continué con mis observaciones de Egas y encontré un aumento regular de la temperatura del agua hervida hasta nuestra llegada a Pará, donde fue de 211 '. 5.

El Sr. Castelnau señala que la altura de Nauta es de cuatrocientos cinco pies sobre el nivel del mar, que la temperatura del agua hirviendo es de trescientos cincuenta y seis. Creo que ambas cifras son incorrectas, ya que restando cuarenta pies debido a la altura de la colina sobre la que está situada Nauta, tenemos trescientos sesenta y cinco para la altura del río en aquel punto sobre el nivel del mar. Ahora, calculo que aquel punto está a dos mil trescientas veinticinco millas del mar, lo cual daría al río sólo una caída aproximadamente de dieciséis centésimos de un pie por milla; un descenso que escasamente daría al río su velocidad promedio de dos millas y media por hora.

Por una investigación ulterior, creo que la causa de este fenómeno se debe al hecho que los vientos alisios son reprimidos por los Andes y que por esta causa la atmósfera se comprime en estas partes, volviéndose por lo tanto más pesada de lo que es más allá de las montañas, aun cuando es una de las zonas menos elevadas de la tierra. El descubrimiento de este hecho me ha conducido a tener muy poca confianza en las indicaciones del barómetro en cuanto a la altura en el pie oriental de los Andes. Sin embargo, es razonable pensar que esta causa ya no tendrá efecto en Egas, aproximadamente a mil millas abajo de la desembocadura del Huallaga.

Por lo tanto, gracias a la temperatura del agua hervida (208'.2), señalaré que la altura de Egas sobre el nivel del mar es de dos mil cincuenta y dos pies. Egas está aproximadamente a mil ochocientas millas del mar; esto da al río un descenso de un poco más de un pie por milla, lo cual hace que avance alrededor de dos millas y media por hora.

29 de diciembre. Nos dejamos arrastrar por la corriente y la tripulación remó un poco hasta las 10 p.m., cuando nos aseguramos a un árbol en la orilla derecha.

30 de diciembre. Partimos a las 5 a.m. A las 3 p.m., donde el río tiene una milla de ancho, sólo encontré treinta pies en medio del canal y aproximadamente a doscientas yardas a nuestra mano derecha, había un pedazo de pasto, con árboles plantados en él. Por la apariencia de las orillas a cada lado (peñascos escarpados y rojos), juzgo que estábamos en la parte más ancha del río. Sólo tenía aproximadamente una milla de ancho y pensé que sería muy profundo, pero encontré que sólo tenía sesenta pies. No pude calcular la corriente por la violencia del viento. A las siete llegamos a la desembocadura del lago Coari, a ciento quince millas de Egas y nos aseguramos a una goleta anclada cerca de la orilla derecha.

Esta goleta no parecía tener ningún dueño particular o un capitán, pero parecía estar dirigida por un grupo de aventureros, ya que todos parecían en igualdad de condiciones. Eran de Obidos, dos meses más arriba y a veintiocho días de Barra, lugar al que llegamos desde aquí en cinco. Viajaban cuando querían, pero se quejaban mucho de la fuerza de la corriente y de la falta de intensidad de los vientos de levante. En Egas oí las mismas quejas, pero he observado que los vientos del este son bastante frescos y que la corriente es suave comparada con la de arriba. Pero existe una gran diferencia al calcular una corriente o la intensidad del viento ya sea cuando se les tiene a favor o en contra.

La falla de las embarcaciones que navegan por el Amazonas es el ancho del barco y la falta de una vela. Estoy seguro que una embarcación cliper, chalupa o más bien un queche, haría travesías satisfactorias entre Pará y Egas, si se le aparejara una gran vela mayor, una gavia, un juanete y alas; las últimas tres colocadas para izarse antes que empiece el viento y para arriarse con los mástiles y todo, para así vencer a la corriente con la vela mayor, la vela triangular y el aparejo. Las embarcaciones que se usan ahora en el río, son anchas y de fondo plano para remolcarse por las orillas cuando el viento es suave o adverso. Sus velas son demasiado pequeñas y están generalmente hechas de un material delgado y malo.

31 de diciembre. Navegamos por el lago de Coari, pero decidí no ir al poblado del mismo nombre ya que me habían dicho que tomaría casi todo el día el llegar allí, además de ser un lugar insignificante donde no podría conseguir ni provisiones ni información.

Puede parecer extraño que justo fuera de Egas, necesitara provisiones, pero todo lo que pude comprar allí fue media docena de aves de corral, cuatro tortugas y algo de farinha**, después de abrir las canastas de ésta última, se descubrió que estaba tan pasada y amarga que aunque los indios la pudieran comer, yo no; y así sin pan ni incluso sus substitutos, como plátanos y farinha**, tuvimos que comer nuestra carne con algunos guisantes secos que afortunadamente conseguimos en Egas.

La entrada al lago de Coari tiene aproximadamente cuatrocientas yardas de ancho y media milla de largo. Especialmente a la mano derecha, el lago se expande repentinamente, éste muestra inmediatamente seis o siete millas de ancho, con una gran isla que se extiende aparentemente casi a través de él. La entrada tiene cuarenta y dos pies de profundidad en el centro y al estar ambas desembocaduras (una en el lago, la otra en el río) frente a una isla, parece cercada por tierra y forma un hermoso puerto. Las orillas son muy bajas, con suelo fino, arenoso y cubierto de arbustos; la orilla derecha está perforada por pequeños canales que desembocan en el Amazonas. El agua del lago es muy limpia y de un color marrón; desemboca en el Amazonas a un promedio de tres cuartos de milla por hora.

Avanzamos más o menos una milla por la orilla derecha del lago y nos detuvimos frente a un pequeño asentamiento de diez o doce casas, pero no pudimos conseguir nada. La gente parecía temernos y cerraba sus puertas en nuestras caras. El lugarteniente, o el hombre principal del lugar, dijo que si le dábamos dinero, mandaría a buscarnos algunas aves de corral y plátanos; pero como estaba un poco borracho a esta hora (siete de la mañana) no confié en él. Desayunamos y partimos a las 11.

Pasamos varios riachuelos que desembocaban en el río por la orilla derecha. Algunos de éstos son probablemente "Furos**" o pequeñas desembocaduras del Purús. Igarapé es el nombre indio dado a un riachuelo o acequia, el cual está lleno de "agua estancada" del río; y el término Paranamiri (literalmente, río pequeño) se aplica a un brazo angosto del río principal, que corre entre la orilla principal y la isla cercana a él.

1ro. de enero de 1852. A las 9 a.m., la brisa oriental fue tan fuerte que nos vimos obligados a mantenernos cerca de la orilla para eludir el oleaje que ella levantaba. Nuestro pesado bote de fondo plano se desliza casi debajo del borde. Algunos de los indios parecen alarmados y Tomas, un sirviente que trajimos de CaballoCocha, se asusta de todo con el mayor descaro. Le grita a los hombres para que vayan hacia tierra y cogiendo un remo, da una o dos vigorosas remadas, pero el miedo le quita fuerzas, se desespera y se entrega a lo que parece ser su inevitable destino. Ijurra está muy escandalizado por su cobardía y le pregunta qué es lo que haría si se hiciera a la mar.

A las 12 m. pasamos otra desembocadura del Purús. Estas desembocaduras sólo pueden navegarse cuando la marea está alta y en pequeñas canoas. A las cuatro y media pasamos la desembocadura del Codajash. Estábamos en el lado opuesto del río y casi la habíamos pasado antes de que me percatara de ella. Smyth sitúa las islas de Coro y Onça sobre esta desembocadura. Ellas están realmente debajo. La desembocadura parecía de un cuarto de milla de ancho, pero después supe que ésta no era la desembocadura más extensa y que la verdadera desembocadura estaba frente a la isla de Coro. Algunas personas que salaban pescado en una pequeña isla de arena, justo más abajo de esta desembocadura (una de las cuales la había visitado), me informaron que es un brazo del río que se comunica con un gran lago que tiene abundante pescado, vaca marina y tortuga, y que en sus orillas han crecido muchas resinas y aceites, sobre todo la copaiba. Se requieren tres días para ascender por el ramal del río al lago, y dos más para alcanzar la naciente de este último, el cual es alimentado por riachuelos que se dice se comunican con el Japurá por un lado y con el río Negro, por el otro.

En esta pequeña isla, el Amazonas empezó a descender anteayer. Un bote que llegó a Egas de Tabatinga el día anterior que partimos de allí, informó que el río había comenzado a descender en Tabatinga el veinte de diciembre. Este descenso probablemente se debe al "Verano del Niño" de la Cordillera y sólo durará una semana o diez días, cuando el río comience nuevamente a crecer.

A las siete, nos detuvimos en una factoria* en la isla de Coro, donde el grupo que allí trabajaba había hecho mil tarros de manteiga** y estaba a punto de partir hacia abajo. A las once y media de la noche acampamos en la playa de la orilla derecha.

2 de enero. A las nueve empezó el usual viento del este. El único momento en que se puede avanzar es por la noche; durante el día la brisa es tan fresca y la marea tan alta, que muy poco se puede hacer. El viento amaina generalmente a las 4 6 5 p.m. y termina con una ráfaga de viento y lluvia, dejando nubarrones de apariencia densa, hacia el sur y el oeste. El viento del este a menudo se levanta nuevamente y en la noche sopla por unas cuantas horas.

3 de enero. Nos detuvimos a desayunar a las nueve en compañía de una goleta que estaba amarrada. Había salido hace tres meses de Pará y esperaba llegar a Egas en un mes. Esta mañana, otras dos pasaron a cierta distancia de nosotros. Después de recorrer ciento cuarenta y cinco millas desde el lago Coari, llegamos a la desembocadura del Purús. El Amazonas tiene milla y media de ancho desde la orilla derecha hasta la isla de Purús (la cual está frente a la desembocadura del río). La desembocadura del Purús propiamente dicha tiene tres cuartos de milla de ancho; sin embargo, una pequeña bahía a la izquierda y la tendencia de la orilla derecha a extenderse hacia el noreste, hacen que los dos puntos exteriores tengan más de una milla. Es un bello río, con riberas moderadamente escarpadas, oculto por una gran cantidad de arbustos que crecen en el agua. Estos arbustos tienen un gran número de hayas que, una vez maduras, son de color púrpura y del tamaño aproximado de una vid silvestre. En esta época estaban verdes y rojas. La pulpa es dulce y comestible.

El agua del río es del mismo color y apenas es un poco más clara que el agua del Amazonas. Avanzamos alrededor de una milla y encontramos ciento ocho pies de agua, más cerca de la orilla izquierda que de la derecha, con un fondo de suave lodo azul. En el centro del río había setenta y ocho pies, con capas angostas de arena y fango. En las fuertes olas formadas por la confluencia de las aguas de ambos ríos, encontramos noventa y seis pies, y en la corriente del Amazonas, ciento treinta y ocho pies. De esta manera, estoy registrando minuto a minuto el braceaje, ya que, según Smyth, Condamine (sic) no encontró fondo a los seiscientos dieciocho pies. Una persona que sondea en un canal de marea fuerte, está muy propensa a equivocarse, especialmente si tiene una plomada liviana y si el fondo es blando, ya que si no siente el instante en que la plomada toca el fondo, la corriente provocará que la línea se suelte tan rápido como la plomada pudiera hundirse; de manera que la plomada puede estar en el fondo, y aunque el observador encuentre que la línea no ha sido detenida, suelta tantas brazas como las que tiene y cree que no ha encontrado fondo. Frecuentemente Ijurra ha soltado cien brazas donde yo posteriormente he encontrado quince y diecisiete. En esta época, la corriente del Purús es muy lenta; no más de tres cuartos de milla por hora. Temperatura del agua, 84' 1/2; la del Amazonas, 83' y la del aire, 82'. Nos dejamos llevar por la corriente toda la noche; agradablemente calmado y despejado.

4 de enero. Viajamos despacio durante todo el día, debido al viento fresco y al mar. A las 7 p.m. nos detuvimos en el poblado de Pesquera, en la desembocadura del lago Manacapuru, a cuarenta y cinco millas de la desembocadura del Purús. Sólo tiene tres o cuatro casas y está situado sobre una loma de cien pies de altura, que hacía crujir las rodillas. La entrada al lago es escarpada y ancha (casi trescientas yardas transversales) y sin fondo en su desembocadura con ciento veinte pies. En Pesquera, un hombre que llegaba del lago con un cargamento de manteiga** y que se dirigía a Pará, me dijo que para llegar a la entrada del lago había que viajar dos días; que el lago era muy grande y que en este lugar tenía aproximadamente el mismo ancho del Amazonas (tres millas); que estaba lleno de islas y que nadie conocía su extremo superior, pero se decía que se comunicaba con el Japurá. Toda esta región parece dividida por canales de río a río; pero creo que son canales aptos para canoas y sólo son transitables cuando la marea está alta. Durante la temporada de lluvias, estos canales se expanden en muchas ocasiones hasta convertirse en lagos.

Las orillas del río están perdiendo ahora el carácter de lugar salvaje y desolado que las ha caracterizado y están empezando a mostrar signos de poblamiento y de cultivo. Hoy día pasamos por varías fincas con casas hábilmente construidas y cubiertas con yeso, y a una embarcación de velas cangrejas que yacía a cierta distancia de ellas.

5 de enero. A las 3 a.m. pasamos un peñasco en el río llamado Calderón, debido al burbujeo y hervor del agua sobre él cuando el río está lleno. En este momento, se dice que el peñasco tiene seis u ocho pies sobre la superficie del

Nos detuvimos durante dos horas para desayunar y luego nos dejamos arrastrar por la corriente, de costado al viento (nuestros seis hombres eran incapaces de mantener el bote "de frente a él") hasta las cuatro cuando el viento amainó. A las cinco entramos al río Negro. Nos dimos cuenta que nos aproximábamos a él antes de entrar a la desembocadura.,La orilla derecha de la desembocadura está dividida en islas y el agua oscura del Negro corre a través de los canales entre estas islas y se alterna, en pedazos de tierra (sin mezclarse), con las aguas lodosas del Amazonas. La entrada es limpia y magnífica. Es el tributario más grande del Amazonas que he visto hasta ahora y calculo que tiene dos millas de ancho en la desembocadura. Cuando lo han descrito, los viajeros no han exagerado respecto a la negrura de sus aguas. El Tnte. Maw lo describe perfectamente cuando dice que parece mármol negro. Se merece el nombre de "río Negro". Cuando se recoge agua en un vaso, ésta es de color rojo apagado como el agua pálida del enebro y se puede pensar que ha sido teñida por algunas bayas de este árbol. Un cuerpo inmerso en ella tiene el color, aunque no brillante, del cristal rojo de Bohemia.

Debe haber sido mi imaginación, pero creí que las tenues nubes cúmulos que yacían sobre el río eran más oscuras aquí que en cualquier otra parte. Estas oscuras nubes aunque de apariencia apacible, el sol poniente, el brillo de la luna naciente sobre las centelleantes ondas del agua oscura, con su magnífica extensión, nos ofrecieron una de las escenas más hermosas que yo recuerde, a medida que entrábamos en este río.

La desembocadura del río está más o menos a cincuenta millas abajo de Pesquera. Encontré ciento cinco pies de profundidad en el medio, con un fondo lodoso y con poca o ninguna corriente. Avanzamos y a las seis y media acampamos en una pequeña playa de arena a la orilla izquierda.

6 de enero. Partimos a la 1 a.m. Brisa moderada del este, soplando en ráfagas con garúa. La orilla izquierda del río es escarpada y ocasionalmente rocosa.

A las 5 a.m. llegamos a Barra. Mi compatriota, el Sr. Marcus Williams, y el senhor** Enrique Antonii, un italiano (comerciantes del lugar), subieron a bordo para verme. Williams estaba equipando una expedición de seis meses río arriba; pero Antonii me llevó inmediatamente a su casa y allí me instaló cómodamente. Sin embargo, el mayor agasajo que recibí aquí, fue una carpeta de periódicos de Nueva York. No eran muy recientes, es verdad, pero no obstante eran lo único que veía de mi hogar desde hacía seis meses, y los examiné con gran interés y con bastante ansiedad.

La Comarca** del río Negro, una de las divisiones territoriales de la gran provincia de Pará, el año pasado ha sido convertida en provincia con el nombre de Amazonas. El primer día del mes, el presidente, senhor*** João Baptista de Figuierero Tenreiro Aranha, llegó a la capital (Barra) en un vapor del Gobierno, que ahora yace paralelo al pueblo. Trajo consigo a la mayoría de funcionarios del nuevo Gobierno y la cantidad de doscientos contos de reis** (ciento cuatro mil ciento sesenta y seis dólares) tomados de la aduana en Pará, para pagar los gastos de la instalación del nuevo orden de cosas, hasta que la recaudación de derechos de aduana comience a rendir.

Mientras este territorio fue una comarca**, fue una mera carga para el tesoro público y probablemente hubiera continuado así por algún tiempo. Todavía no he visto leyes que regulen su comercio pero presumo que se establecerá una aduana en Barra, donde se recolectarán los impuestos del siete por ciento a la exportación y el meio dezimo**, un arancel del cinco por ciento para el mantenimiento de la iglesia, que ahora se pagan en Pará. La mercadería también paga un impuesto provincial de uno y medio por ciento sobre artículos foráneos y medio por ciento sobre artículos de producción local. Los ingresos de la provincia aumentarían si Barra fuera un puerto de entrada para el comercio con Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nueva Granada, y no dudo que con el tiempo, la industria y la empresa traigan productos de fabricación europea desde Demarara, por el Essequibo y el río Branco, hasta Barra, de esta manera el comercio exterior se expandería a lo largo de las riberas del Orinoco, Cassiquiari y río Negro.

La provincia tiene seiscientas millas cuadradas de territorio y sólo treinta mil habitantes, blancos e indios civilizados. (No se puede hacer un cálculo del número de Gentios o salvajes, pero creo que éste es pequeño). Está magníficamente situada. Por el Amazonas, Ucayali y Huallaga, se comunica con el Perú; por el Yayarí, Jutay, Juruá, Purús y Madeira, con Perú y Bolivia; por el Santiago, Pastaza y Napo, con Ecuador; por el Ira y Japurá, con Nueva Granada; por el Negro y Branco, con Venezuela y las Guyanas; por el Madeira, Tapajos, Tocantins y Xingú, con las ricas provincias interiores del Brasil. Supongo que el gobierno brasileño no pondría obstáculos para la colonización de este territorio por parte de cualquiera de los ciudadanos de los Estados Unidos que escogiesen ir allí y llevar sus esclavos; estoy seguro además, que la gente pensante del Amazonas estaría contenta de verlos. El Presidente, quien está trabajando por el bienestar de la provincia y quien está enviando por los jefes de las tribus indias con el propósito de comprometerlos para que realicen la colonización y un trabajo sistemático, me dijo al partir: "Cuánto desearía que usted pudiera traerme mil de sus activos, trabajadores e inteligentes pobladores, para que den un ejemplo de trabajo a esta gente"; y otros me dijeron que no dudaban que el Brasil daría títulos de tierras desocupadas a todos los que llegasen.

Los extranjeros tienen alguna ventaja sobre los nativos ya que están exonerados del servicio militar y civil, el cual es muy mal pagado y una molestia. Todavía existe un poco de recelo entre los nativos, especialmente entre los menos educados, hacia los extranjeros, quienes debido a su conocimiento y diligencia superior, monopolizan el comercio y así prosperan. Esto produjo la terrible revolución de los Cabanos (siervos, gente que vive en cabañas) desde 1836 hasta 1840, cuando varios portugueses fueron asesinados y expulsados. Estos son los extranjeros más numerosos y activos de la provincia. Se me ha dicho que la propiedad y la vida en la provincia están siempre en peligro debido a esta causa y probablemente fue por esta razón que el Presidente, en su discurso a la Asamblea Provincial, anteriormente citado, le recordó a este cuerpo que las leyes deben hacerse para el control y el gobierno de los sesenta mil tapuios, quienes han sobrepasado en número a los dueños de las propiedades y quienes están siempre expuestos a la influencia de los intrigantes, ambiciosos y malévolos.

La fuerza militar de la provincia de Amazonas, está compuesta por dos batallones de una fuerza llamada Guarda Policial**, la cual suma aproximadamente mil trescientas personas y está dividida entre los poblados de la provincia. No se le paga y ella misma se procura sus uniformes (una chaqueta y pantalones blancos) y pequeños destacamentos de ella son obligados por turnos a hacer un efectivo servicio militar en las barracas de algunos pueblos, por cuyo tiempo se paga el mismo precio que los soldados de la línea. Este es un verdadero agravio. He escuchado a individuos quejarse de esto y dudo que el Gobierno obtenga servicios realmente efectivos de este cuerpo en caso de una guerra civil. Esta organización tomó el lugar de la guardia nacional, disuelta en 1836. Desde que dejé el territorio, la guardia nacional ha sido reorganizada y la fuerza militar de la provincia está en una mejor situación.

Estoy en deuda con el senhor** Gabriel de Guimaraés, un inteligente ciudadano de Barra, por el siguiente cuadro de las exportaciones anuales de la comarca**, siendo el promedio de los tres años desde 1839 hasta 1842, con los precios de los artículos en Barra.

 

Zarzaparrilla
4,000
arrobas
"a" $ 300
S12,000
Pescado salado
8,500
arrobas
50
4,250
Nuez moscada del Brasil
73
arrobas
100
73
Sarapias
3
arrobas
100
3
Estopa
360
arrobas
25
90
Brea
132
arrobas
32
42
Carajurú
320
libras
50
160
Cacao
1,200
arrobas
50
600
Café
1,000
arrobas
100
1,000
Tabaco
140
arrobas
300
720
Copaiba
400
canadas
250
1,000
Mixira
750
tarros
100
750
Aceite de huevo de tortuga
6,000
tarros
100
6,000
Farinha**
300
alquieres (2)
40
120
Nueces del Brasil
1,400
alquieres (*)
25
350
Tapioca
30
alquieres (*)
50
15
Cueros
100
alquieres (*)
50
50
Hamacas
2,000
 
25
500
Tablones pesados
480
 
125
600
 
 
 
 
28,323

Estas son las exportaciones de toda la provincia, incluyendo el pueblo de Egas (cuyas exportaciones estimo ahora en trece mil dólares) y los pequeños poblados de Tabatinga, San Paulo, Tunantins, &a. Sin embargo, muy poco del comercio de estos últimos lugares mencionados, pasa por Barra y va a Pará. Ahora veremos cuánto ha aumentado el comercio, al examinar el siguiente cuadro de las exportaciones sólo de Barra durante 1850. Estos datos también me fueron proporcionados por el senhor** Guimaraés.

Exportaciones del pueblo de Barra para 1850
Hamacas corrientes
40 a*
$ 1 50
- -
$ 60 00
Hamacas superiores 15
4 00
- -
60 00
Hamacas de travessa* 100
5 00
- -
500 00
Hamacas emplumadas 2
30 00
- -
60 00
Hamacas sacos de25 9
5 00
- -
45 00
Hamacas cajas 1
10 00
- -
10 00
Pellejos de aves, cajas 2
10 00
- -
20 00
Pieles de tigres 4
50
- -
2 00
Cueros 27
50
- -
13 50
Aceite de huevo de tortuga, tarros 1,212
1 50
- -
1,818 00
Copaiba, tarros 27
2 50
- -
67 50
Mixira, tarros 66
1 50
- -
99 00
Linguicas + tarros 2
1 50
- -
3 00
Soga de piasaba (sic: piasava)‡, pulgadas 1,792
50
- -
896 00
Piasaba (sic) en atados, arrobas 4,292
42
- -
1,802 64
Nueces del Brasil, alquieres 10,406
50
- -
5,203 00
Pescado salado, arrobas 14,002
50
- -
7,001 00
Café arrobas 316
1 50
- -
474 00
Cacao arrobas 631
l 00
- -
631 00
Estopa arrobas 119
42
- -
50 00
Tabaco arrobas 154
4 00
- -
616 00
Zarzaparrilla arrobas 786
4 00
- -
3,144 00
Peixe?boi** arrobas 50
42
- -
21 00
Nuez moscada del Brasil arrobas 20
5 00
- -
100 00
Guaraná, § libras 16
31
- -
5 00
Sarapias arrobas 4 a*
5 00
- -
$20 00
Grude de piraiba ¥ arrobas 1
3 50
- -
3 50
Tablón pies 10,000
2
1/2
250 00
   
 
 
22,975 00

* Hamacas de "travessa" son las tejidas con tupidas franjas a través de ellas.
+ Salchichas hechas con la carne del peixeboi.

‡ Piasaba (sic) es una palmera de cuya corteza se fabrica casi toda la soga utilizada en el Amazonas. La apariencia de la soga hecha de ésta es exactamente igual al bonate de la India Oriental. Es muy fuerte pero está expuesta a la putrefacción por el calor y la humedad de este clima. Las fibras de la corteza se bajan por los ríos Negro y Branco, unidas en grandes atados y en Barra se les convierte en cables y cabos de labor. Los carretes siempre tienen sesenta brazas de longitud y son vendidos a tanto por pulgada de circunferencia.


§ Guaraná es el fruto de un árbol bajo y muy esparcido. Tiene el tamaño aproximado de una nuez común y en su interior contiene cinco o seis pequeñas semillas. Estas son tostadas, trituradas, mezcladas con un poco de agua, presionadas en moldes y secadas en un horno. Con dos cucharadas cernidas en un vaso de agua, se puede preparar una bebida refrescante. Se dice que es un estimulante para los nervios y al igual que el té o café fuerte, quita el sueño. Crece principalmente en las riberas del Alto Tapajos y es muy utilizada por los habitantes de Matto Grosso.

_ Este es colapez sacado de un pez llamado piraiba. En Pará escuché hablar de un pez llamado gurijuba que producía un colapez cuyo precio era de dieciséis dólares la arroba.

En esta última lista parece que no hay carajurú, brea, farinha**, tapioca o tablones para embarcaciones. En lugar de éstos, encontramos una mayor variedad de hamacas, pieles de aves y de tigres, guaraná, grude de paraiba (sic) y tablas. Sin embargo, este último artículo sólo fue proporcionado por un año; el aserradero se incendió y nadie parece dispuesto a especular nuevamente.

La nuez del Brasil (puxiri), es el fruto de un árbol muy alto que crece en gran abundancia en las tierras bajas (frecuentemente cubiertas con agua) que yacen entre los ríos Negro y Japurá, sobre Barcellos, un poblado situado a orillas del primer río. Su valor parece haber aumentado entre las fechas de los dos cuadros o entre los años 1840 y 1850, de un dólar la arroba a cinco. El fruto es redondo y del tamaño aproximado de nuestra nuez negra común. Dentro de una dura cáscara exterior hay dos semillas de la forma de los granos del café, aunque más largas y anchas; son leñosas y aromáticas, se les cierne para utilizarlas como la nuez moscada de comercio. No son iguales en sabor a la nuez moscada de Ceilán, pero esto puede deberse al deficiente cultivo.

Las sarapias (cumarú) se encuentran en gran abundancia en las aguas altas del río Negro. Este también es el fruto tipo nuez de un gran árbol. Esta es la semilla aromática que se usa comúnmente para dar sabor al rapé.

Creo que es un hecho curioso, el que casi todos los frutos apreciados de este territorio estén encerrados ya sea en duras cáscaras leñosas o en pulpas ácidas, y juzgo que es una disposición de la naturaleza el protegerlos de la gran cantidad de insectos que abundan en esta región. Así tenemos el café y el cacao envueltos en una pulpa ácida, mucilaginosa, y las castanhas** de Maranham, o nueces del Brasil, la nuez de Sapucaia, el guaraná, la puxiri y la cumarú, cubiertas con una resistente cáscara exterior que no puede ser destruida ni por los insectos ni por los monos.

Al hacer un estudio de los cuadros, se ha observado que en el año 1850, el valor de las exportaciones sólo de Barra, no estuvo tan por debajo del valor de toda la comarca** en el año 1840. No dudo, como en el caso de Egas, que el valor de las importaciones casi dobla el de las exportaciones; de manera que el actual comercio de Barra con Pará puede ser claramente calculado en sesenta mil dólares per annum.


NOTAS AL CAPITULO

(1) En portugués en el original. En español significa "Cuerpo de trabajadores". (N.T.)
(2) Alqueire o alqueira, es una medida de capacidad para líquidos y áridos, usada antiguamente en Portugal y Brasil, es el equivalente a 13 litros. (N.T.)

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