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INTRODUCCION

La formación científica y las contribuciones tempranas de Alfred Russel Wallace

POR THOMAS P. MYERS

Sin Wallace no habría Darwin. Fue la síntesis de Wallace sobre el origen de las especies la que animó a Darwin a presentar sus ideas al público después de más de veinte años de vacilación en su estudio, Wallace fue un hombre de acción. Enfermo con fiebre, se arrastró por la selva para recoger una muestra adicional para su colección. Durante su vida larga y productiva publicó 24 libros, 220 artículos científicos y más que 140 reseñas y cartas en Nature, la revista científica principal de Gran Bretaña, Wallace fue un hombre de ideas. Desarrolló la teoría de la evolución en un tiempo cuando los naturalistas mayores creyeron en la estabilidad de las especies. Wallace fue un hombre de conciencia social. Siete de sus libros y muchos de sus artículos de la última parte de su vida enfocaron sobre el mejoramiento de la vida de los pobres de su patria.

Alfred Russel Wallace llegaría a ser uno de los científicos naturales más importantes del siglo XIX Junto con Charles Darwin fue el cofundador de la teoría de la evolución. Como Darwin fue honrado por todo el mundo por sus contribuciones a las ciencias naturales. No obstante, cuando hizo sus viajes por los ríos Amazonas y Negro fue nada más que un naturalista joven soportado por sus recursos propios que fueron muy escasos. Tuvo que financiar sus investigaciones mediante la venta de una parte de sus colecciones. Desgraciadamente para él y para el mundo científico, la mayoría de sus colecciones, el producto de dos años de trabajo, se perdieron en el mar cuando se hundió su barco. Solamente tuvo oportunidad de rescatar una caja pequeña de estaño en la que guardó unos dibujos de peces y de palmas que formó la base de su primer libro. Las colecciones de su experiencia amazónica que fueron preservadas para la posteridad fueron las que hizo en las vecindades de Pará y del río Tocantins que recorrió antes de subir por los ríos Negro y Vaupés. Las colecciones enteras de estos ríos, tanto biológicas como antropológicas, se perdieron con el barco. Afortunadamente tuvo muchas informaciones en su mente y escribió pronto después de su regreso a Inglaterra para no olvidar lo que su memoria guardaba.

La forma de este libro se ubica en la tradición de Humboldt y Darwin, en la que el diálogo de la jornada se mezcla con las observaciones científicas. En el caso de Wallace la forma no está perfectamente desarrollada en este su primer libro. Aunque se encuentra observaciones científicas en la narrativa, la mayoría de éstas van como aparte al final del libro.

EL SIGLO DE LOS NATURALISTAS

Desde fines del siglo XVIII se dio un crecimiento de la investigación científica. Entre las contribuciones más importantes podemos contar el desarrollo del microscopio, el sistema de clasificación de Linneo, el conocimiento de los estratos geológicos y el énfasis sobre medidas y observaciones exactas. Las investigaciones empezaron en Europa, pero al poco tiempo se dispersaron los investigadores a las cuatro esquinas del mundo. En la Amazonía podemos mencionar a Humboldt y La Condamine entre los primeros, seguidos por Spix y Martius y Natterer en el primer cuarto del siglo XIX.

Hubo a la vez un crecimiento notable en el estudio popular de la ciencia natural. Este fue enteramente distinto del científico y es dudoso que sus letrados imaginaran que esta divergencia impugnaría la organización del mundo como lo conocían. Al nacimiento del siglo XIX todo el público y la mayoría de los científicos creían que la tierra era plana y que Dios creó el mando en seis días a fines de octubre del 4004 a.C. A mediados del siglo, eran pocos los geólogos que podían aceptar una edad de la tierra de solamente unos 6000 años pero quedaban muchos, tanto científicos como público, que creían todavía en la inmutabilidad de las especies. Carlos Darwin reclamó que nunca conoció un naturalista que no creyese en la permanencia de las especies.

El debate sobre la cuestión de la antigüedad del mundo y sobre la cuestión de evolución fue enteramente entre los científicos. Ni una palabra escapó hacia la prensa popular. Es algo casi increíble si imaginamos que la ciencia popular del siglo XIX era para educar al público sobre la ciencia. Pero no fue así. Libros populares sobre las ciencias naturales de este período intentaron educar al público en relación a las evidencias sobre la existencia de Dios por medio de una teología natural. Por eso, era solamente una cuestión de lógica dejar de lado hechos que no demostraran la benevolencia y sabiduría de Dios. Aún después de la publicación del Origen de Especies (1859) el público siguió creyendo que los animales fueron creados para beneficio del hombre (Barber 1980).

LA FORMACIÓN CIENTÍFICA DE WALLACE

Al igual que sus contemporáneos del siglo XIX, Wallace fue producto de una época en la que la fiebre de la historia natural no era solamente el privilegio de los ricos sino también una diversión de las clases medias y bajas. Wallace mismo fue hijo de una familia de recursos limitados. Salió de la escuela en 1836 a la edad de trece años. Pasó unos seis meses en Londres con un hermano antes de juntarse con otro hermano en Bedfordshire donde éste fue encargado copio agrimensor por la parroquia de Higham Gobion. Quedó como ayudante de este hermano hasta 1844, cuando el negocio de agrimensura decayó.

Fue durante esos ocho años formativos, de 1836 a 1844, cuando Wallace maduró. Pasó la mayor parte de este período al aire libre, siempre en proximidad a la naturaleza de la que sabía poco. Desarrolló un interés por la astronomía y aprendió a hacer algunas medidas simples con un sextante de bolsillo. Durante este tiempo fabricó un telescopio con una longitud focal de dos pies (60 cm.) y con el lente ocular de unos gemelos. Con este telescopio observó la luna, los satélites de Júpiter y uno de los grupos de estrellas más grandes. A la vez desarrolló interés por las flores, arbustos y árboles de Bedfordshire y adquirió pequeños conocimientos de zoología y geología. Su hermano le mostró unas ostras del genus Gryphaea y Belemnites así como otros fósiles abundantes en la tiza y cascajo encontrado en las cercanías del pueblo de Barton. Es notable que en el siglo de los naturalistas Wallace recibiera poco estímulo en su propia casa. En verdad, su hermano y la familia entera intentaron desanimarlo de su interés por la historia natural.

En noviembre de 1837, Wallace retornó a la casa de sus padres en Hoddesdon, distante a unas treinta millas. Durante esta jornada a pie, le sorprendió descubrir una cantera de tiza dura de color rojo porque antes siempre había imaginado que la tiza era más tierra que roca. Podemos imaginar que fue una de las primeras observaciones comparativas que finalmente lo guiaron hacia la teoría de la evolución.

En 1841 consiguió un libro elemental sobre la botánica que delineaba la estructura de las plantas y daba una breve descripción de los órdenes más comunes de las plantas británicas. En su autobiografía, recuerda que este libro fue una revelación para él y que por un año fue su compañero constante. Finalmente se dio cuenta que necesitaba una fuente más avanzada pero que no tenía quien le aconsejara. Fue entonces que una copia de Gardener's Chronicle, una revista popular, llegó a sus manos. Encontró allí mucho de interés, incluyendo reseñas y anuncios de libros nuevos. Entre ellos le atrajo mucho un libro titulado Elements of Botany de John Lindley (1849), que contenía descripciones de todos los órdenes naturales, ilustrados por xilografías. Aunque era costoso lo pidió a la librería. Cuando al fin le llegó le desilusionó mucho porque encontró pocas referencias a plantas británicas. No obstante, las xilografías le permitieron clasificar unas plantas que no habla podido identificar en su libro elemental, aunque todavía no podía darles nombre. En ese momento un amigo le prestó una copia de la Encyclopaedia of Plante de London, que contenta descripciones de todas las plantas británicas, Copió las características de estas plantas en los márgenes de las páginas de Lindley o en papel delgado, incluyendo las plantas de flores y helechos, los musgos y las divisiones principales de liquenes y hongos. Así ganó un interés y un conocimiento de plantas que era difícil ganar de otra manera. Posteriormente, un catálogo de orquídeas llegó a sus manos y con éste empezó su interés por las plantas amazónicas que finalmente lo animaron a viajar por los ríos Amazonas y Negro, viaje que presentamos aquí. En 1842 6 1843 leyó el Jornal of he Boyare of he Beagle de Charles Darwin (1905:256) que le entusiasmó mucho.

Con estas fuentes en la mano, al poco tiempo se cansó de la mera identificación de las plantas en el campo y empezó a formar un herbario que le proporcionó mucha satisfacción. Al fin podi1 identificar con certidumbre solamente unas pocas especies de las que recogió, aunque años más tarde notó que el tiempo que le dedicó a este estudio antes de salir de Inglaterra no habla sido suficiente más que para conocer una proporción pequeña de las especies recogidas (1905P 195).

Fue durante esta temporada de su aprendizaje que Wallace empezó a pensar y escribir sobre las cosas que tanto le interesarían por el resto de su vida. En su autobiografía tomó nota de tres de estos ensayos escritos hacia fines de 1843. El primero fue una charla popular sobre la botánica en reacción a una exposición sumamente aburrida que había oído sobre el tema. Notó la importancia de la clasificación y del sistema de Linneo. Luego señaló la superioridad de un sistema natural, y cómo éste le dio mayor interés al estudio de la botánica. En 1905, creyó que el éxito de sus libros era en gran parte atribuible al hecho de continuar con el principio de un arreglo simple y entendible en vez de una disposición estrictamente lógica (19061:199-200).

También escribió sobre un tema antropológico: el campesino de Gales que finalmente fue publicado en su misma autobiografía (1906P205-222). En este estudio, trató sobre la vida doméstica, costumbres y carácter, idioma y modo de vida. Es un documento de alguna importancia, porque es producto de una asociación íntima con los campesinos durante un período de seis años. Si el método comparativo tiene alguna virtud, éste le dio una base para sus observaciones sobre los indígenas de los ríos Amazonas y Negro.

Después de siete años de trabajo con su hermano llegó a ser un profesor en el Collegiate School en la ciudad de Leicester donde enseñó inglés y matemáticas. Porque entendía poco de matemáticas le fue necesario estudiarlas, y por eso fue que a la edad de veintiún años estudió álgebra, trigonometría y cálculo, En su autobiografía anota que aunque usó poco estas técnicas de las matemáticas en los años siguientes, mantuvo su interés y siempre trató de seguir el razonamiento de una investigación matemática (19061.- 231).

En la ciudad de Leicester usó la biblioteca pública con gran frecuencia. En ella encontró libros de suma importancia no solamente para su formación científica personal sino para el desarrollo de la historia natural a mediados del siglo XIX. Entre ellos podemos contar la traducción inglesa de la Narración Personal de Jornadas en Sudamérica por Alexander Humboldt (185213). El Descubrimiento y Conquista de México y Perú por William H. Prescott (1936) y Los Principios de Población por Thomas Mathus (1976). Wallace admiró este último por su sumario magistral de datos y la inducción lógica hacía conclusiones. Fue el primer ira bajo que había leído sobrela filosofía de la biología. Veinte años más tarde, sus principios le hicieron posible identificar la competencia como catalizador de la evolución orgánica (Wallace 1906 I: 232). Es de anotar que Darwin también reconoció a Malthus por haber aportado una de las ideas fundamentales en la formación de la teoría del origen de las especies.

Durante su permanencia en Leicester, Wallace encontró otro tema al que da muchos créditos para su formación intelectual: el de las investigaciones psíquicas. Para él, éste incluye hipnotismo y la frenología. Experimentó con los dos.

Otro evento de suma importancia que tuvo lugar en Leicester fue su encuentro con Henry Walter Bates, conocido localmente como un entomólogo entusiasta. Viendo la colección de Bates, le asombró el número y variedad de escarabajos que había encontrado en las cercanías de Leicester y también que quedaran muchos más por descubrir. A poco tiempo Wallace consiguió una botella para matar insectos, alfileres, un cajón para guardar los insectos y una copia del Manual de Coleoptera Británica que le dio tanta satisfacción como su copia muy utilizada de Botanica de John Lindley (1864).

En Febrero de 1846 murió su hermano con quien pasó siete años en la práctica de la agrimensura. En Abril, se mudó al pueblo de Neath para continuar los negocios de su hermano. Mantuvo correspondencia con Bates que data de Abril de 1846. En sus primeras cartas le menciona Principios de la Geología de Charles Lyell (1830133) y que había leído de nuevo la Jornada de Darwin. En su autobiografía Wallace indica que fue la Jornada de Darwin y la Narración Personal de Humboldt los libros que le animaron a viajar a los trópicos.

Hacia fines de 1846 escribió a Bates sobre un nuevo libro, Vestiges of he Natural History of Creation, escrito por Robert Chambers pero publicado anónimamente en 1844, haciendo notar que le impresionó mucho como una hipótesis importante soportada por datos y analogías notables, pero dijo también que la hipótesis quedó para ser comprobada por datos y por investigaciones adicionales. Estas cartas a Bates demuestran que solamente cuatro años después de su primer interés por la historia natural Wallace estaba pensando sobre la cuestión teórica del origen de las especies y que tenía estas ideas en la mente cuando se embarcó en su viaje al Amazonas. Aunque Wallace no tuvo educación formal, antes de salir de Inglaterra había leído los trabajos científicos principales de su época. No se contentó con la historia natural popular que consistía en homilías del por qué tal o cual especie existía para beneficio del hombre. No obstante la falta de educación formal sus facultades intelectuales le guiaron a examinar las cuestiones más profundas. Es notable que consiguiera estos libros fundamentales en una biblioteca pública de una ciudad de tamaño e importancia mediana. ¿Sería posible hacerlo hoy en Inglaterra, en los Estados Unidos o en el Perú?

Bates lo visitó en Neath durante el verano de 1847. Durante esta visita los dos discutieron la posibilidad de viajar a los trópicos para recoger especímenes de la historia natural. Hacia fines del año, Wallace viajó a París donde visitó los museos del Jardín des Plantes. Más tarde, después de un día de estudio de las colecciones entomológicas del museo británico, en una carta a Bates notó su desafío con las limitaciones de una colección local "porque hay poco que se puede aprender de ello. Me gustaría tomar una familia para estudiarla completamente, principalmente con una visión hacia la teoría del origen de las especies. Así podría llegar a unas conclusiones definitivas" (1906I: 256).

Lo que lo decidió a realizar la expedición al Amazonas fue el estimulo del A Voyage up the Amazon de W.H. Edwards, que apareció en 1847. A poco tiempo Wallace y Bates se pusieron en contacto con Edward Doubleday, encargado de la colección de mariposas del museo brili1nico. Les aseguró que el norte del Brasil era poco conocido y que unas colecciones recién recibidas contenían rarezas y especies nuevas. Si se coleccionaran todos los órdenes de insectos así como de conchas de la tierra, aves y animales habría poca dificultad para recuperar los gastos de la expedición (19061: 264). A fines de Abril de 1848, navegaron hacia Pará. Cuando Wallace se embarcó para el Amazonas era un joven de 25 años y no es cierto que este viaje fuera para él más que una diversión de juventud. Maduró en la Amazonía. Fue en la Amazonía que empezó a desarrollar sus ideas sobre la evolución, las cuales se cristalizaron con sus observaciones en Malasia.

Aunque uno de los objetivos del viaje de Wallace y Bates a la Amazonía fue la investigación de los orígenes de la vida, los dos quedaron principalmente como re-colectores de especímenes en vez de investigadores de sistemas de vida, Esta falla afectó el valor de sus investigaciones biológicas, así como de sus investigaciones antropológicas.

NATURALISTAS PRINCIPIANTES EN LA AMAZONÍa

Wallace y Bates consiguieron alojamiento en Pará y comenzaron a hacer colecciones de historia natural. Leyendo los libros de uno y otro es difícil adivinar que los dos trabajaron juntos durante casi dos años. Captaron animales e insectos, e hicieron colecciones botánicas. Aprendieron las dificultades de preservar colecciones naturales en las regiones tropicales. Varias veces encontraron sus colecciones de insectos devastados por otros insectos. Les asustó el número y variedad de especies recogibles en las vecindades de Pará. Wallace recordó que en dos meses capturaron 553 especies de Lepidóptera (más de 400 de las cuales fueron mariposas), 450 escarabajos y 400 de otros órdenes para llegar a un total de más de 1300 especies de insectos.

De vez en cuando viajaban fuera de Pará para recolectar especies en otros distritos. Después de uno de estos viajes Wallace tuvo la suerte de emplear un hombre negro experimentado en la preservación de especímenes de historia natural, quien había trabajado para Johann Natterer, naturalista vienés, que pasó cuatro años realizando estudios amazónicos, entre 1830 y 1835, incluyendo un tiempo prolongado en el Río Negro. No cabe duda que dicho colaborador influyó en la decisión de Wallace para irse al Río Negro a seguir sus investigaciones. Entre sus colecciones de historia natural Natterer incluyó un número amplio de artefactos antropológicos que ahora se encuentran en el Museum für Volkerkunde, Viena.

Fue costumbre de Wallace hacer dibujos de muchos de los especímenes que observó o que añadió a sus colecciones. En su narrativa comenta varias veces que copió motivos de arte rupestre o peces del Río Negro. Algunos de estos últimos se encuentran en su libro y existen 200 dibujos en el Museo Británico. Casi la mitad de los peces son identificables a partir de los dibujos y es probable que los demás fueran especies nuevas, no identificable mediante los dibujos (George 1964.24). Tales dibujos fomaban la base de su libro sobre palmas amazónicas (1853).

Para Wallace, la experiencia amazónica fue un aprendizaje para sus investigaciones en Malasia. Comentó en una carta a Bates que lamentaba que no hubiera tenido la oportunidad de recoger y estudiar aves amazónicas con tanta atención como lo hizo en Malasia (19061:377). No obstante su juventud y falta de experiencia, en las páginas de su narrativa podemos descubrir el germen de sus contribuciones principales a la ciencia. Señaló haber encontrado varias especies de mono aullador (Alouatta spp.) en regiones distintas y se preguntó qué accidentes de la geografía las había confinado a esos territorios. Wallace sospechó que era el río a causa de que nunca había observado a estos monos nadando por su propia voluntad. Hizo observaciones parecidas con mariposas y con aves.

CONTRIBUCIONES ANTROPOLÓGICAS

Wallace mantuvo en común con los otros naturalistas de su época un activo interés por los indígenas as( como por las manifestaciones de los pobladores prehistóricos. Hizo copias de petroglifos donde quiera que los encontraba: en el Río Tocantins, Monte Alegre, Castanhiero, Río Negro y Vaupés. Por eso es notable que no informara sobre los petroglifos de una cueva en el Serra Cobati, donde permaneció por unos días. A la vez, no nos informó sobre unas urnas funerarias en esta cueva ni en los abrigos de Monte Alegre. Es evidente que los aborígenes de estas zonas no usaban las cuevas como urnas funerarias como sí lo hacían los de la costa Guyana de Brasil. También es notable que Wallace no diera cuenta de los famosos montículos de la isla Marajó ni de los restos cerámicos de Santarém. Aunque Wallace observó los montículos de Stevenage durante sus jornadas en Inglaterra es evidente que ésos no habían llegado a tener notoriedad en las selvas amazónicas. En verdad, no hay noticias de estos restos hasta unos veinte años después, cuando fueron advertidos por primera vez (Costa 1980). La omisión de Wallace y de otros naturalistas de entonces de considerar montículos y fragmentos de cerámica como indicadores de la actividad prehistórica es una señal del estatus de la antropología en esa época, Penniman observa que la historia de la antropología empieza durante los años de 1835 a 1859. Aunque los primeros libros pioneros sobre antropología aparecieron antes de la partida de Wallace y Bates hacia Brasil, Wallace no indica haberlos leído. Los libros seminales de Tylor y Lubbock no fueron publicados hasta 1865, 1870 y 1871.

No obstante la ausencia de libros sobre antropología la mayoría de los naturalistas, así como de otros viajeros de mediados del siglo XIX, hicieron observaciones antropológicas sobre la población, especialmente sobre aquella que vivía en un estado primitivo. Hicieron colecciones de sus manifestaciones de la misma manera que hicieron colecciones botánicas o entomológicas. Wallace también hizo colecciones etnológicas de los indígenas del río Vaupés, donde encontró indios viviendo en un estado primitivo. Entre sus adquisiciones, podemos notar macanas, peines, una murucú (insignia del cacique), horquillas para cigarros, una canoa chica, tamices, abanicos, bancos, canastas, cerámica, hamacas, vestidos y adornos de plumas. Intentó incluir estos artículos en sus ventas a museos de historia natural o a jardines botánicos.

Desgraciadamente se perdieron con el resto de sus colecciones científicas, cuando se hundió su barco de regreso a Inglaterra.

Hizo además observaciones antropológicas de sumo interés durante sus jornadas en el río Vaupés. Entre ellas podemos destacar el haber constatado de que aún existían muchas malocas. Encontró también unas casas particulares de indígenas en esa parte remota de la selva brasileña. Remota pero no aislada, ya que varios comerciantes subían el río Vaupés para cambiar anzuelos, hachas, cuchillos, espejos, abalorios de vidrio, puntas de flechas y tejidos manufacturados por piasaba, betún y fariña. Más aun, en esta época hubo un comercio activo de esclavos. El mismo Sr. Lima, que fue de tanta ayuda para Wallace, fue un esclavista notable (Hemming 1987). Wallace notó y dio cuenta de varias de las actividades esclavistas del Sr. Lima y otros.

Wallace recordó sus observaciones sobre unas ceremonias y costumbres funerarias que observó en el Vaupés. Cuando encontró la primera maloca en Assai Paraná notó los vestidos de hombres y mujeres, los ornamentos de cuarzo y unos distintivos sociales. Además notó que las canastas eran hechas por los hombres, un detalle de especialización de labores que es difícil encontrar en trabajos más recientes. Describió un baile que observó en Ananaaipcoma así como los ornamentos y pinturas corporales de los participantes. Notó que a la muerte de un joven su hamaca, arco y flechas fueron quemados antes de enterrarlo dentro de la casa, "costumbre universal" entre esos indígenas por lo que parece indicar la información sobre los indios del Vaupés. Por describirnos lo universal así como lo particular de esa época, Wallace contribuye mucho a nuestros conocimientos generales. Notaba también la costumbre de visitas intertribales entre los indígenas del Vaupés así como la costumbre de matrimonios intertribales. La identificación de esta última es importante porque así se prueba que existió antes de los horrores de la época del caucho (Pennano 1988; Valcárcel 1915).

Wallace prestó poca atención a los indígenas semicivilizados que encontró en el río Amazonas. En Santarém notó que los Mundurucú eran una tribu diligente del río Tapajos, que llevaban productos a la ciudad para vender. Es cierto que entre estos productos habían artefactos nativos, como adornos de plumas, que se encuentran con regular frecuencia en los museos europeos y brasileños (Ribiero 1987). Señaló también la manufactura de cerámica en un pueblo indígena del Río Negro. Es probable que esta cerámica: fuera hecha por indias de la tribu Manao, parecida a la recogida por Natterer unos diez años antes y conservada en el Musuem für Volkerkunde en Viena (Becker-Donner 1971). Observó otras' artesanías de la región, incluyendo adornos plumarios y calabazas que adquirió para luego perder en el mar cuando se hundió su barco. No obstante la pérdida de la colección, estas observaciones son importantes porque nos dan datos adicionales sobre la artesanía de la región en esa época poco conocida.

Las observaciones de Wallace sobre la gente y geografía del río Vaupés fueron únicas durante más de treinta años hasta las publicaciones de Coudreau (1886-7) y Stradelli (1890), pero no fueron superadas hasta las investigaciones de Theodor Koch-Grunberg en 1904-5 (1909-10). Quedan de sumo valor a causa de su prioridad en el tiempo y porque no son teóricas. Cuando se trata con las descripciones de antropólogos es difícil saber si están recordando lo que observan o si lo que observan lo adaptan a sus teorías. Es importante que Wallace haya hecho indicaciones sobre el proceso de mestizaje. Los pueblos indígenas del Río Negro habían sido amestizados en su mayor parte aunque en muchos casos mantenían su propio idioma, así como algunas artesanías, No fue así en el río Vaupés, donde la mayoría de los indígenas continuaban viviendo en malocas en las riberas altas del río. Wallace observó solamente una comunidad en la que la gente vivía en casas particulares, aunque en otras hubieran casas particulares adicionalmente a la maloca.

WALLACE COMO GEÓGRAFO

Wallace fue el primero en preparar un croquis del río Vaupés. Este no fue publicado con su libro Travels on the Amazon and Rio Negro sino muchos años después en My Life (1906 1: frente p. 320), aunque una copia fue depositada en la mapoteca del Royal Geographical Society de Londres (1906 1: 319). Wallace se preocupó cuando salió un mapa en base a las observaciones del Conde Stradelli de Italia, pero después de comparaciones, detalladas quedó contento con su mapa.

Una de las contribuciones más duraderas de Wallace es la distinción entre los ríos de agua blanca, de agua clara y de agua negra basada en sus características ópticas. Hasta la fecha, nadie ha mejorado este sistema basándose en pruebas ecológicas o biogeográficas. De acuerdo a Goulding (1980:14), esta clasificación permanece como la norma para las investigaciones científicas.

WALLACE COMO CIENTÍFICO

Aunque Wallace admitió que una parte grande del proceso de formar colecciones era un deporte (p. 42), no fue evidentemente un deportista. Se preguntó sobre la significación de sus observaciones: ¿Cuáles pueden ser las causas que limitan tan exactamente el rango de un ave de vuelo tan poderosa como el guacamayo azul y amarillo (Ara ararauna). Concluyó que aparece con las rocas y por esto no hay duda que hay un cambio correspondiente en las frutas que comen (53). Pero fue más allá. Comentó que en todos los trabajos de historia natural encontramos detalles de la adaptación maravillosa de animales a su comida, sus costumbres y las localidades en las que los encontramos. Pero los naturalistas penetran más profundamente para concluir que tiene que haber algún principio que controle las formas de la naturaleza de los animales que son tan infinitamente variadas (58-9). De acuerdo a esto es cierto que durante sus jornadas en el Amazonas y Río Negro no solamente recogió especímenes sino también pensó mucho sobre la significación de lo que observó.

En el tiempo de Wallace era de conocimiento común para los naturalistas que regiones parecidas en términos de clima y suelos podían tener fauna y flora muy distintas, cosa explicable no solamente en función de su ecología sino también de su historia, aunque en una manera por definir. Lo que sorprendió mucho fue el hecho de que en la Amazonía lugares a 50 ó 100 millas de distancia pudieran tener especies de insectos y aves completamente diferentes. Aún más, la existencia de especies no relacionadas en zonas adyacentes y de clima y topografía casi idéntico fue inesperada. Cuestiones tales son señaladas en este libro pero más como interrogantes sin explicación. Sólo más tarde resolvió estas preguntas en una teoría de la evolución.

Según Susan Faye Cannon, la novedad más importante en la ciencia de la primera mitad del siglo XIX fue la ciencia de Humboldt.

"el estudio exacto y medido de la difusión por fenómenos reales interconectados a fin de encontrar una ley definitiva y una causa dinámica... (pero) solamente aquellas cosas que podían ser observadas con exactitud y llegan a ser parte de una teoría general fueron importantes (1978:105).

Es en este sentido que Wallace es tan importante. No fue solamente un coleccionista sino también alguien que usaba sus colecciones y sus observaciones para llegar a conclusiones generales. Insistió sobre la importancia de recordar el lugar exacto de recolección de especímenes. La mayoría de las colecciones que examinó antes de su partida a Brasil no tenía más indicación de su procedencia que "Amazonas" o "Brasil". Solamente después, basándose en las observaciones exactas que realizó en el campo, desarrolló la teoría de la evolución y definió la línea que divide las especies continentales de Asia de las de Indonesia y Australia ("Línea Wallace").

No debemos concluir de lo dicho que Wallace llevó gran cantidad de equipaje científico al campo. Solamente podemos contar su reloj, brújula, sextante de bolsillo y un termómetro con el que midió el punto de ebullición del agua para fijar su altura sobre el nivel del mar. Lamentó la falta de buen equipo para fijar latitudes y longitudes. No obstante, con su sextante de bolsillo midió la latitud para calcular la distancia del cenit a mediodía, mediante una plomada y la imagen del sol. Desgraciadamente su termómetro se rompió cuando estuvo en San Carlos y por eso no pudo medir con exactitud las alturas de las cascadas del río Vaupés, lugar donde fue el primer hombre de ciencia en llegar. Para ganar alguna idea del río, estimó las alturas de cada una de las cascadas y así obtuvo los mejores resultados posibles.

Las investigaciones que Wallace realizó en la Amazonía han tenido poca influencia en su contribución al pensamiento científico. No obstante, es posible observar ¿os fundamentos amazónicos en uno de sus trabajos y teorías posteriores. Observó la variedad de estructura anatómica encontrada dentro de un grupo de animales., En su tiempo, la mayoría de los naturalistas creían que el pico de pájaro había sido formado especialmente por las características de su comida y que no había otra explicación posible o necesaria. Pero Wallace notó que con frecuencia aves que comen la misma comida tienen picos de formas distintas. Los papamoscas tienen picos anchos con abertura ancha mientras que jacamares, con las mismas costumbres, tienen picos largos y puntiagudos. Estaba así dando cuenta de la variación en poblaciones silvestres y buscando sus causas (George 1964:20).

CONCLUSIONES

La Narrativa de Wallace está entre los más importantes de los exploradores del Amazonas de mediados del siglo XIX. En vez de la visión romántica de tantos autores, nos da observaciones exactas. Sentimos mucho la pérdida de sus notas y colecciones a causa del hundimiento de su barco que lo llevaba de regreso a Inglaterra. No obstante, sus observaciones sobre la distribución de especies, la repetición de fenómenos como los colores del los ríos y los indígenas del río Vaupés son contribuciones importantes para nuestro conocimiento del Amazonas. Más aún nos da una buena idea del estado del comercio antes del auge del caucho.

También la Narrativa de Wallace nos da una idea sobre la distancia que hemos viajado durante el último siglo y medio sobre cuánto más hay que recorrer antes de incluir a la Amazonia dentro del patrimonio nacional. En realidad, los que viajan fuera de las ciudades de Iquitos y Pucallpa en el Perú y de Santarém y Manaos en Brasil pueden reconocer en la actualidad muchas de las condiciones descritas por Wallace hace un siglo y medio. Como anota Roel (1986), mucha de la historia peruana ha sido una historia de auge y debacle que finalmente ha empobrecido al país y su gente. Pero nos permite esperar que una vez que hayan pasado las dificultades presentes el progreso de la Amazonia pueda conjugarse con el desarrollo nacional e internacional. Wallace la señaló como una tierra de promisión.

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WALLACE, ALFRED RUSSEL
1853 Palm Trees on the Amazon.
1969 A Narrative of Travels on the Amazon and Rio Negro. (1853) New York: Haskell House Publishers. 1906 My Life: A Record of Events and Opinions. 2 vol. New York. Dodd, Mead & Company.

VALCÁRCEL, CARLOS A.
1915 El Proceso de Putumayo: Sus secretos inauditos. Lima: Imprenta Cornercial de Horacio, La Rosa & Co.

 

 

 

UNA NARRACION DE LOS VIAJES POR EL AMAZONAS Y EL RIO NEGRO
por

ALFRED RUSSEL WALLACE

La segunda edición de 1889

CON UNA NUEVA INTRODUCCION DE
H. LEW1S McKINNEY

DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE KANSAS

Esta edición de Dover, publicada por vez primera en 1972, es una reimpresión, sin abreviar ni alterar, de la segunda edición de la obra tal como fue publicada por Ward, Lock and Co., Londres, en 1889 (ver en p. xiii la nota sobre ediciones). A la edición presente se le han añadido varias ilustraciones, así como una nueva introducción de H. Lewis McKinney, incluyendo también un poema de Wallace inédito hasta ahora. Los editores desean expresar su agradecimiento a Mr. A. J. R. Wallace y Mr. R. R. Wallace, nietos de Alfred Russel Wallace, por su permiso para incluir el poema.

INTRODUCCIÓN A LA EDICION DE DOVER

En cada generación sólo puede encontrarse un hombre como Wallace, física, mental y moralmente cualificado para viajar sin sufrir daño por las selvas tropicales de América y de Asia; para llegar a formar colecciones magníficas mientras las recorre. Y también para elaborar sagazmente las conclusiones que le han sugerido las colecciones: pero para el coleccionista o explorador ordinario, las densas selvas del Africa y Asia Ecuatoriales... presentan dificultades de magnitud nada ordinaria.1

En los siglos XVIII y XIX, Sudamérica atrajo a muchos naturalistas, como Charles Marie de la Condamine, Alexander von Humboldt, J. S. von Spix, Karl F. P. von Martius, Charles Darwin, Henry Walter Bates y Alfred Russel Wallace. En parte, el atractivo magnético de los trópicos se debía al verdor de la jungla tan bellamente descrito por Humboldt y Darwin. Wallace quedó cautivado por estas descripciones, así como por la vívida prosa de William H. Edwards:

Ciertamente es prometedora para los amantes de lo maravilloso esta tierra, en donde las más altas de las montañas de la Tierra (los Andes tenían entonces esa consideración) buscan sus brillantísimos ciclos, como si sus altas cimas trataran de tener un mejor conocimiento de las más gloriosas de las estrellas; en donde los más poderosos de los ríos fluyen majestuosamente entre bosques primigenios de ilimitada extensión, ocultando y al mismo tiempo produciendo las más bellas y variadas formas de la vida animal y vegetal; en donde el oro peruano ha tentado al aventurero sin principios, y las mujeres amazónicas lo han rechazado; y donde los misioneros jesuitas y los comerciantes sin suerte han sido víctimas de los indios caníbales y de las epicúreas anacondas.(2)

El principal atractivo para Wallace era la grandeza de la selva virgen:

Aquí, nadie que tenga un sentimiento de lo sublime podrá verse decepcionado; la sombría oscuridad, apenas iluminada por un solo rayo directo del sol tropical, el enorme tamaño y altitud de los árboles, la mayoría de los cuales se elevan como grandes columnas treinta o más pies sin echar una sola rama, los extraños contrafuertes que rodean la base de algunos, los tallos espinosos o acanalados de otros, las curiosas y hasta extraordinarias enredaderas y plantas trepadoras que los envuelven, colgando en largos festones de una rama a otra, a veces enroscándose y retorciéndose sobre el suelo como grandes serpientes, para ascender luego hasta las mismas cimas de los árboles; lanzando desde allí raíces y fibras que cuelgan ondulantes en el aire, o se entrelazan unas con otras formando cuerdas y cables de toda variedad y tamaño, y a menudo de la más perfecta regularidad. Estos y otros muchos rasgos nuevos -las plantas parásitas que crecen sobre los troncos y ramas, la maravillosa variedad del follaje, los extraños frutos y semillas que yacen pudriéndose en el suelo- en su conjunto superan toda descripción y producen en quien lo contempla sentimientos de admiración y pavor. (3)

El lector de este libro observará también la fascinación infantil de Wallace por la variedad y belleza de las mariposas y aves. Su tercera y más inesperada sensación de sorpresa y placer se produjo en Sudamérica cuando conoció y vivió con los Indios primitivos y salvajes del río Uaupés.

Wallace se sintió atraído hacia la historia natural por una curiosidad muy general sobre las plantas, y decidió ampliarla en 1841 comprando un libro barato de bolsillo sobre botánica. Su amistad con el naturalista Henry Walter Bates, en 1844-45, le acercó al tema de la entomología. Aunque sus primeras cartas a Bates estaban llenas de referencias a tos insectos, antes de dejar Inglaterra Wallace era verdaderamente un aficionado.

Otro de los tópicos de su conversación era la cuestión del origen de las especies. Wallace abrió el tema en noviembre de 1845 preguntándole a Bates si había leído un libro recientemente publicado (y bastante herético) llamado Vestiges of he Natural History of Creation. El anónimo autor, el editor escocés Robert Chambers, argumentaba que después de que hubieran sido creadas las especies más primitivas (por generación espontánea), éstas, a su vez, dieron lugar a las siguientes especies por encima de ellas, y así hasta llegar a las formas superiores. Por lo visto, Bates tenía una opinión bastante baja de los errores de Chambers, pues Wallace se sintió obligado a defender la hipótesis desarrollista en su siguiente carta:

No la considero como una generalización precipitada, sino más bien corno una hipótesis ingeniosa que se apoya fuertemente en algunas analogías y hechos extraordinarios pero que debe ser demostrada mediante más hechos y por la luz adicional que investigaciones futuras puedan arrojar sobre el tema. En todo caso, proporciona un tema de interés para todo observador de la naturaleza; todo hecho observado debe ir en su contra o a su favor, y proporciona así tanto una incitación a la colección de datos como un objetivo al que aplicarlos una vez coleccionados. (4)

Según Bates, él y Wallace fueron a Sudamérica "para hacemos una colección de objetos, vender duplicados en Londres para pagar los gastos y reunir datos, tal como decía Mr. Wallace en una de sus cartas, para solucionar el problema del origen de las
especies "5 De este modo, el herético Vestiges ejerció un profundo efecto en la historia de la biología evolutiva, convirtiendo a Wallace, y quizá, directa o indirectamente, a Bates, quien por lo visto se convirtió durante el primer período de sus viajes amazónicos.(6)

Wallace sugirió que fueran a los trópicos, y tras leer A Voyage up the River Amazon (1847), de William Henry Edwards, los audaces y jóvenes naturalistas se decidieron por la cuenca amazónica. El 25 de Abril de 1848 zarparon de Liverpool, haciendo el viaje a Sudamérica en aproximadamente un mes. Se pusieron a trabajar ansiosamente en las junglas cercanas. Durante los dos primeros años, exploraron los alrededores de Pará (ahora Belém), el río Tocantins, y el Amazonas hasta llegar a Barra (ahora Manaus), donde convergen el Amazonas y el río Negro. En este punto, el 26 de Marzo de 1850, se separaron los dos naturalistas, ascendiendo Bates hacia el alto Amazonas (Solimóes) y dirigiéndose Wallace a las regiones en gran parte desconocidas de los ríos Río Negro y Uaupés. Bates permaneció en Sudamérica hasta 1859, en que regresó a Inglaterra con una gran colección de ejemplares (sobre todo insectos) que incluía más de 8,000 especies nuevas.

El final de la expedición de Wallace es una historia completamente distinta, pues el 6 de Agosto de 1852, cuando retornaba a la patria su barco, el Helen, estalló en llamas y se hundió, dejando a Wallace y a sus compañeros de a bordo en botes de salvamento a merced del Océano Atlántico. Tras diez largos días, fueron rescatados aproximadamente a doscientas millas de las Bermudas, desesperadamente escasos de alimento y de agua.

Wallace escribió más tarde para su hija Violeta, un poema bastante interesante, y sin publicar hasta ahora, en el que cuenta su angustiosa experiencia:

THE LOSS OF THE "HELEN" AUGUST 1852

'Twas on the wide Atlantic the good ship held her way And as she left the ocean wave rose merrily the spray. For five and twenty days and nights we'd heard old oceans'roar Since we had left the tropic land of Amazonia's shore.

Not long the brunt of wind and wave our ship was doomed to bear For within her bosom gaining strength an enerny was there. At morn nor sight, nor sound, nor swell, proclaimed the deadly foe Which ere noom with all restless strength rushed upwards from below.

We'd hardly time the boats to launch into the ocean wave With oars and sails and what at hand we hastily could save, And bread and water, for no fate more terrible can be, Than of thirst to die surrounded by the waters of the sea.

When die raging flames up shrouds and sales few furious and fast And the spars and masts and anchor fell and the bowsprittoo at last, And at night but a cauldron of boiling flame upon the ocean lay, Where the gallant "Helen" in all her pride had sailcd at break of day.

Next morn we spread our little sales before a favoring breeze And for Bermuda steered our course across the trackless seas In hopes some ship might pick us up ere many days were past,
Or on that distant Island's shore we might arrive at last.
But hope was faint within our breasts; seven hundred miles away, A green speck on the ocean those fertile islands lay
And raging storms might swamp our boats or ships might pass by night,
For from a boat at the water's edge not far can pierce the sight.

Then days and nights of weary hours passed anxiously and slow. The threat'ning clouds began to low'r and adverse winds to blow.
We were scorched by the tropic sun and drenched with showers of spray And our mouths were ' parched, for our water now began to waste away. For ten days we had wandered thus, the sun was sinking bright, When, joyous sound, "Sail Hol" was cried a vessel was in sight,And ere night's sable mantle upon the sea came down,

We were salt on board the "Jordeson" and bound for London town.

But ere we reached our native shore we'd dangers yet in store For the ship was old and hardly now could stand the tempest more. Three times old ocean rose in wrath, the winds blew furious gales, The waves washed o'Per us and the storm in tatters tore our sales;

And through the drear tempestuotis nigth above the howling blast The pump's increasing clack was heard, for the ship was leaking fast, And though our lives had so far been spared by famine,
plague, and fire,
We feared that now we were doom'd to die by the waves' restless ire.

But though many a stronger ship was lost amid the raging waters' roar,
We safely reached our native land, old England's dear lov'd shore.
How sweet to tread the solid earth! to see green fields and trees!
After eighty days of calm or storm upon the restless seas(7)

LA PERDIDA DEL "HELEN" AGOSTO DE 1852

Era en el ancho Atlántico en donde el buen barco se abría camino y al partir las olas del océano se elevaba alegremente la espuma. Veinticinco días y noches llevábamos escuchando el rugido del viejo océano desde que abandonamos la tierra tropical de la costa de la Amazonía.

No por mucho tiempo nuestro barco estaba destinado a soportar el embate del viento y de las olas pues en su pecho, fortaleciéndose, había un enemigo. Al despertar ni la vista, ni el sonido, ni el henchir de las velas proclamaban al mortal enemigo que hacia el mediodía, con toda su impaciente fuerza se precipitaba hacia arriba.

Apenas tuvimos tiempo de lanzar los botes a las olas oceánicas con rernos y velas y con lo que a la mano precipitadamente pudimos salvar, y con pan y con agua, pues no puede haber más terrible destino, que morir de sed rodeados por las aguas del mar.

Cuando las rabiosas llamas quemaron rápidas y furiosas los aparejos y las velas y los palos y mástiles y el ancla cayeron, y el bauprés también al final, y por la noche sólo había sobre el océano un caldero de llamas hirvientes donde el galante "Helen" con todo su orgullo había navegado al romper el día.

A la mañana siguiente extendimos nuestras pequeñas velas ante una brisa favorable y hacia las Bermudas dirigirnos el rumbo a través del mar sin caminos con la esperanza de que algún buque pudiera recogemos antes de que pasaran muchos días, o a la costa de esa distante isla pudieramos llegar por fin. Pero la esperanza era débil en nuestros pechos; 700 millas a lo lejos una manchita verde en el océano eran aquellas fértiles islas y las rabiosas tormentas podrían hundir nuestros botes o los barcos pasar por la noche, pues desde un bote al borde del agua no muy lejos puede alcanzar la vista.

Entonces días y noches de fatigosas horas pasaron ansiosa y lentamente. Las amenazantes nubes empezaron a bajar y los vientos adversos a soplar. Estábamos quemados por el sol tropical y mojados por la lluvia de espuma y los labios los teníamos hendidos ahora que nuestra agua comenzaba a desaparecer. Diez días habíamos errado así, el sol se hundía con brillo, cuando el gozoso sonido de "Ah, del barco" se gritó y un barco estaba a la vista, y antes que el manto negro de la noche bajara sobre el mar, estábamos a salvo a bordo del "Jordeson" y dirigiéndonos a la ciudad de Londres.

Pero antes de que llegárarnos a nuestra costa nativa, aún nos aguardaban peligros pues el barco era viejo y difícilmente podría soportar otra tempestad.
Tres veces el viejo océano se elevó con cólera y los vientos furiosos soplaron, las olas nos bañaban y la tormenta hacía jirones nuestras velas;

y en medio de la terrible noche tempestuosa, por encima del ululante ventarrón se escuchaba el creciente repiqueteo de la bomba, pues el barco hacía agua rápidamente, y aunque nuestras vidas se habían salvado hasta ahora del hambre, de la plaga y del fuego temíamos que ahora estábamos condenados a morir por la inquieta ira de las olas.

Pero aunque muchos barcos más fuertes se perdieron en el bramido de las aguas,llegamos salvos a nuestra tierra nativa, la muy querida costa de la vieja Inglaterra.¡Qué dulzura hallar la tierra firme! ¡Ver los árboles y los campos verdes! Tras ochenta días de calma o tempestad sobre los inquietos mares(7).

Cuando estaba a salvo, a bordo del lento y podrido Jordeson, Wallace se dio perfecta cuenta de su tremenda pérdida. Durante la confusión producida al abandonar el Helen, había rescatado su reloj, el sextante, notas y dibujos de palmeras, algunas notas tomadas para un mapa del Río Negro y el Uaupés, 203 dibujos de peces amazónicos raros, y sus diarios de la primera y última parte del viaje. Se habían perdido para siempre numerosas notas y dibujos, toda su colección de animales vivos, y una gran cantidad de sus diarios narrativos. El trauma inevitable por estas pérdidas fue grande:

¡Con qué placer había mirado cada uno de los insectos raros y curiosos que componían mi colección! ¡Cuántas veces, casi vencido por las fiebres intermitentes (malaria) me había arrastrado hasta la selva y me había sentido recompensado por alguna especie desconocida y hermosa! ¡Cuántos lugares que no había pisado ningún pie europeo salvo el mío hubieran vuelto a mi memoria por las aves raras e insectos que habían proporcionado a mi colección! ¡Cuántos fatigosos días y semanas había pasado sostenido sólo por la vana esperanza de llevar a casa muchas formas nuevas y hermosas de vida de aquellas regiones salvajes; cada una de las cuales se habría vuelto entrañable para mí con los recuerdos que incitaban; lo cual demostraría que no había perdido las ventajas de las que había gozado y me proporcionaría ocupación y diversión durante muchos años en el futuro! ¡Y ahora todo había desaparecido y no tenía un solo ejemplar para ilustrar las desconocidas tierras que yo había pisado, o para devolverme el recuerdo de escenas salvajes que yo había presenciado! (Págs. 277-278).

A pesar de estas lamentables pérdidas, los Viajes de Wallace, constituyen un fascinante relato de las exploraciones del joven naturalista, aunque él lamentara que con frecuencia era incapaz de dar nombres específicos a los ejemplares que había capturado u observado. Esto fue sin duda lo que condujo a Charles Darwin a observar, injustamente, que la obra apenas tenía suficientes "datos", refiriéndose a los materiales que él había podido incorporar a su propio trabajo(8). Sin embargo, los lectores observarán que hay muchas cosas (te interés para el naturalista y para cualquiera que sueñe con lugares exóticos.

Considerando que Wallace se había convertido en 1845 a la creencia en la evolución de las especies, cabía esperar sugestivas observaciones en sus Viajes, y ciertamente sus análisis de las adaptaciones sugieren que sus opiniones no eran ortodoxas: "En todas las obras sobre Historia Natural, encontramos constantemente detalles de la maravillosa adaptación de los animales a su alimento, a sus hábitos y a los lugares en los que se encuentran. Pero los naturalistas empiezan a mirar ahora más allá de esto, y a ver que debe haber algún otro principio que regule las formas infinitamente variadas de la vida animal" (pág. 58). Sin duda él pensaba que las adaptaciones se habían producido mientras las especies evolucionaban. Deberíamos recordar asimismo que él era un evolucionista cuando leemos sus análisis sobre la distribución geográfica de los animales, (pág. 53, 326-330) (9), y sobre la lucha por la existencia (pág. 83). Aunque Wallace no descubriera en las selvas amazónicas el mecanismo de la evolución, estaba completamente convencido de que Chambers tenía razón: las especies evolucionan como consecuencia de las leyes naturales. En febrero de 1855, se vio obligado a anunciar algunas observaciones preliminares en su artículo "On the Law Which Has Regulated the Introduction of New Species", Annals and Magazine of Natural History (Septiembre de 1855) (10). Su experiencia sudamericana le proporcionó muchos datos importantes con los que apoyar sus conclusiones.

Lo más importante de todo fue que su expedición sudamericana le sirvió a Wallace lo mismo que el viaje de H.M.S. Beagle había servido a Charles Darwin, pues como resultado de estas experiencias ambos se convirtieron en naturalistas de primera fila. El siguiente viaje de Wallace al Archipiélago Malayo fue una ampliación de su obra anterior, pero con un final más feliz. Las contribuciones biológicas resultantes de estas extensas exploraciones fueron numerosas y le han elevado a los primeros puestos entre los naturalistas ingleses. El gran alcance de su influencia no se puede calcular plenamente, aunque las palabras de un admirador sirven como un resumen entusiasta de muchos justos tributos:

He de agradecerle sinceramente por sus libros, los cuales no sólo me han ayudado a amar cada vez más la naturaleza, sino que han influido enormemente en el desarrollo de mi carácter.

Cuando hace unos 28 años fui a Ceilán, entre los libros que compré para llevarme conmigo estaba su "Amazons", y fue en Ceilán donde leí por primera vez ese delicioso libro uno de los pocos libros que nunca palidecen ni envejecen(11).

H. Lewis McKinney

 

 

NOTAS DE LA INTRODUCCION

1. Thornas Henry Huxley, Evidence as to Man's Place in Nature (Nueva York, 1880), p. 36.

2. William Henry Edwards, A Voyage Up the River Amazon, Including a Residence at Pará (Nueva York, 1847), p. 11.

3. Alfred R. Wallace, My Life: A Record of Events and Opinions (Londres, 1905), Vol. 1, pp. 270-71.

4. Para el texto completo de esta carta, véase H. Lewis McKinney, "Wallace's Earliest Observations on Evolution: 28 December 1845", aparecida en Isis (1969), Vol. 60, pp. 370-73.

5. Henry Walter Bates, The Naturalist on the River Amazons (Londres, 1863), Vol. I, p. III.

6. James Marchant, Alfred Russel Wallace: Letters and Reminiscences (Nueva York, 1916), p. 59.

7. El manuscrito pertenece a los nietos de Wallace y debo agradecerles su permiso para publicarlo.

8. Darwin leyó por vez primera esta obra en febrero de 1845, pero la observación se la hizo en 1861 a Henry Walter Bates. Francis Darwin (ed.), The Life and Letters of Charles Darwin (Nueva York, 1959), Vol. 11, p. 172.

9. Para un análisis de los primeros pensamientos de Wallace sobre distribución geográfica, véase H. Lewis McKinney, "Alfred Russel Wallace and the Discovery of Natural Selection", Journal of the History of Medicine and Allied Sciences (1966), Vol. 21, pp. 333-357, especialmente las pp. 338-342.

10. Ibid., pp. 347-350.

11. W. T. Haydon Wallace, 22 de noviembre de 1900, BritishMuseurn, ADD. MSS. 46442.

NOTAS SOBRE LAS EDICIONES

Los Viajes de Wallace se publicaron por primera vez en 1853 por Reeve and Company, de Londres. De los 750 ejemplares de la primera edición, todavía quedaban unos 250 cuando él regresó del archipiélago Malayo en 1862, y su nuevo editor, Macmillan, los volvió a sacar con una nueva portada en 1870. La presentación, la segunda, se publicó en 1889 sin el apéndice de los vocabularios de lenguas indias. Hubo varias reimpresiones de esta edición con diferentes portadas antes de la muerte de Wallace, sucedida en 1913, y se publicó una traducción portuguesa en 1939.

 

 

 

INTRODUCCION BIOGRÁFICA (POR EL EDITOR)

Mr. ALFRED RUSSEL WALLACE, codescubridor con Mr. Darwin del principio de la selección natural como agente principal en la evolución de las especies, ha recorrido en sus obras editadas una gama de temas mucho más diversificada que la de Mr. Darwin. A los libros de viaje, de historia natural filosófica y sistemática, ha añadido otros que tratan de las causas de la depresión del comercio, proponiendo la nacionalización de las tierras, defendiendo la creencia en los milagros y en el espiritualismo moderno, y atacando la vacunación. Aunque no sería adecuado entrar aquí en una crítica de tan controvertidas obras, bastaría con decir que el autor, admitido como un maestro en lo que se refiere a la filosofía y los detalles de la evolución, está ampliamente cualificado con respecto a las cuestiones políticas y sociales.

Nacido en Usk, en Monmouthshire, el 8 de enero de 1823, y educado en la Hertford Grammar School, el futuro aventurero se convirtió pronto en un viajero a pequeña escala, al vivir con un hermano mayor que cm agrimensor y arquitecto. Entre 1836 y 1846, mientras estuvo ocupado en esto, residió en diversas partes de Inglaterra y Gales y adquirió algunos conocimientos de agricultura y de las condiciones sociales y económicas de las clases trabajadoras. Cuando vivía en Gales del Sur, hacia 1840, dirigió su atención por vez primera a la historia natural, dedicando todo el tiempo libre a coleccionar y conservar las plantas nativas y a leer ansiosamente libros de viajes. Cuando residió en Leicester, en 1844-45 (como maestro inglés en el Collegiate School), trabó relación con Mr. H. W. Bates, apasionado entomólogo; y cuando, años más tarde, el deseo de visitar los países tropicales se hizo demasiado fuerte para poder resistirlo, propuso a Mr. Bates una expedición conjunta al Amazonas, con el objetivo, además de coleccionar ejemplares de la historia natural, de reunir datos, tal como los expresó Mr. Wallace en una de sus cartas a Mr. Bates, "para solucionar el problema del origen de las especies", tema sobre el que ya habían hablado y mantenido una extensa correspondencia. Los dos amigos se encontraron en Londres a principios de 1848 para estudiar las colecciones de animales y plantas de Sudamérica que había ya allí; se embarcaron en Liverpool en un pequeño barco mercante el 20 de abril de 1848, llegando a la desembocadura del Amazonas exactamente un mes más tarde. A partir de esa fecha, el presente volumen habla por sí mismo. Simplemente diremos que Mr. Bates tomó una ruta de exploración diferente a la de Mr. Wallace a partir de marzo de 1850; permaneció 7 años más en el país, y en 1863 publicó su más atractiva obra, titulada "Naturalist on the Amazon".

Los viajes de Mr. Wallace por el Río Negro y por la parte alta del Orinoco, su arriesgada ascensión por los rápidos del río Uaupés, sus observaciones sobre la historia natural y las tribus nativas del valle Amazónico se registran de modo simple y natural en este volumen. Se podrá comprobar que los datos reunidos por él constituyen una base amplia para inducir las causas y modos de transformación de las especies. El viaje de regreso estuvo a punto de ser el último, pues el barco en el que navegaba se incendió y quedó completamente destruido, junto con gran parte de los ejemplares valiosos y de los animales vivos de Mr. Wallace. Tuvo que pasar diez días de ansiedad en botes de salvamento, torturado no sólo por la escasez de alimento, sino también por el recuerdo de los peligros a los que se había enfrentado para obtener valiosos ejemplares, ahora perdidos irremisiblemente. Sólo después de un viaje de 80 días, NU. Wallace desembarcó en Deal, el 18 de octubre de 1852. Su "Travels on the Amazon and Rio Negro", publicado en el otoño de 1853, tuvo una excelente acogida y, tras disponer de las colecciones que había enviado a casa antes de su regreso, Mr. Wallace partió hacia otra zona tropical, el archipiélago Malayo.

Desde julio de 1854, en que llegó a Singapur, hasta la primera parte de 1862, Mr. Wallace recorrió muchos miles de millas, la mayor parte de ellas por regiones poco exploradas antes, con fines especialmente relativos a la historia natural. Borneo, Java, Sumatra, Timor, Las Célebes, Las Molucas y las Islas Aru y Ké, e incluso Nueva Guinea, fueron los lugares visitados, algunos más de una vez, realizando largas estancias en las zonas más interesantes. Ni siquiera los que hayan leído su delicioso "Malay Archipiélago", publicado por primera vez en 1869, pueden conocer todos los tesoros aportados a la ciencia por los 8 años de expatriación., de Mr. Wallace, pues antes de escribir sobre sus viajes, había contribuido con no menos de 18 artículos a las memorias y periódicos de las Linnean, Zoological and Entomological Societies, y con doce artículos a diversas publicaciones científicas, mientras que en los siguientes volúmenes sobre "Natural Selection", 1871, su obra monumental sobre la "Geographical Distribution of Animals", 1876, sobre "Tropical Nature", 1878, y sobre "Island Life", 1880, daba todavía mayor salida a su acumulación de datos en sus viajes y pensamientos sobre ambos hemisferios. Uno de los resultados más valiosos de sus viajes por Malasia fue el establecimiento de una línea que dividía el archipiélago en dos grupos principales, Indomalasia y Austromalasia, caracterizados por especies y grupos animales peculiares. Esta línea, conocida ahora en todo el mundo como la línea Wallace, está marcada por un profundo cinturón marino existente entre las Célebes y Borneo y entre Lombok y Balí respectivamente; es curioso que una línea similar, aunque situada algo más hacia el oriente, separe en su totalidad las razas humanas malayas de las papúes. Los nuevos datos sobre mariposas, sobre las aves del paraíso y sobre el mimetismo entre diversos animales y plantas, así como sobre las razas malaya y papúe, son sólo algunos de los temas de gran interés ilustrados por Mr. Wallace como resultado de sus viajes por Malasia.

En un artículo aparecido en septiembre de 1855 en los Annals and Magazine of Natural History, titulado, "On the Law that has regulated the Introduction of New Species", Mr. Wallace ya había sacado la conclusión de que todas las especies han aparecido coincidiendo en el espacio y el tiempo con una especie preexistente muy semejante. En el mismo artículo, hay una breve expresión de la idea, que Mr. Darwin amplió en uno de sus mejores pasajes, que compara a todos los miembros de la misma clase de seres con un gran árbol. Los diversos datos sobre la distribución de la vida animal y vegetal, explicados y descritos en este artículo, prefiguran la futura y gran obra del autor sobre el tema. Mr. Darwin, que era ya desde hacía tiempo un estudioso y observador de la cuestión del origen (le las especies, tomó nota de este artículo y aceptó que era cierto casi todo lo que se decía en él. En octubre de 1856, Mr. Wallace escribió a Mr. Darwin desde las Célebes, y al contestar a su carta, Mr. Darwin, el 1º de mayo de 1857, decía que se había dado cuenta de que ambos tenían muchos pensamientos comunes, y habían llegado en cierta medida a conclusiones similares; más tarde, ese mismo año, escribía a Mr. Wallace: "Admiro y honro infinitamente su celo y su coraje por la buena causa de la Ciencia Natural".

En febrero de 1858, Mr. Wallace escribió en Ternate un ensayo, titulado "On the Tendency of Varieties to depart indefinitely from the original Type", que resultó ser la causa próxima de la publicación del "Origen de las Especies" de Mr. Darwin. Envió el manuscrito a Mr. Darwin, al que le llegó el 18 de junio de 1858, coincidiendo notablemente las opiniones en él expresadas con las que tenía en mente Mr. Darwin en lo que respecta a muchas líneas distintas de investigación. Se propuso obtener el consentimiento de Mr. Wallace para publicarlo lo antes posible; pero por persuasión de Sir Joseph Hooker y Sir Charles Lyell, el 1 de julio de 1858 se envió a la Linnean Society una comunicación conjunta de algunos extractos de un manuscrito escrito por W. Darwin entre 1839 y 1844, una carta que le había enviado él al profesor Asa Gray, de Boston, Estados Unidos, en 1857, junto con el texto de Mr. Wallace. Como escribió Sir Joseph Hooker: "El interés despertado fue intenso, pero el tema era demasiado nuevo y ominoso para que la vieja escuela lo aceptara en la lista antes de ponerse la armadura"; y no hubo ningún intento de debate. La historia posterior de la controversia sobre el "Origin of Species" es bien conocida, y ha sido previamente esbozada en el primer volumen de esta biblioteca. Lo que sí merece ser repetido y puesto de relieve es que Mr. Wallace debe figurar como un descubridor totalmente independiente y original de los rasgos esenciales del "Origin of Species". Mr. Wallace calificaba originalmente su punto de vista como uno de progresión y divergencia continua. "Esta progresión", escribió en el ensayo enviado a la Linnean Society, "mediante diminutos pasos en diversas direcciones, pero siempre controlados y equilibrados por las condiciones necesarias, pues la existencia sólo puede conservarse sometiéndose a éstas, puede desarrollarse, según se cree, hasta que se ajuste a todos los fenómenos presentados por los seres organizados: su extinción y sucesión en las eras pasadas, y todas las extraordinarias modificaciones de forma, instinto y hábitos que muestran". No hay nada en la historia científica tan interesante o admirable como el modo en que los dos grandes descubridores de la evolución biológica se admiraban y reconocían mutuamente la obra independiente de cada uno; prosiguieron esta relación durante toda la vida, sin teñirla con la menor sombra de sentimiento indigno. El 25 de enero de 1859, Mr. Darwin escribía a Mr. Wallace: "Le deseo muy cordialmente salud y un completo éxito en todas sus empresas, y Dios sabe que si el celo y la energía admirables merecen éxito, usted lo merece al máximo"; y en 1876 le escribió: "Me ha hecho usted el máximo cumplido concebible por lo que dice en su obra en relación con mis capítulos sobre la distribución del "origen", y se lo agradezco sinceramente".

Mr. Wallace se encontró al principio en divergencia con Mr. Darwin en un punto importante. Se refería éste a los límites de la selección natural tal y como se aplican al hombre. Mr. Darwin no veía ninguna razón para imaginar una ruptura, una nueva fuerza o tipo de acción con respecto al desarrollo del hombre, especialmente de su cerebro y su mente; mientras que Mr. Wallace, partiendo de la creencia de que el salvaje posee un cerebro demasiado grande para sus necesidades reales, de la ausencia de una cobertura pilosa en los hombres inferiores, de la dificultad de concebir el origen de algunas facultades físicas y mentales del hombre por medio de la selección natural, y de la naturaleza del sentido moral, llegó a la conclusión de que una inteligencia superior, actuando sin embargo mediante leyes naturales y universales, había guiado el desarrollo del hombre en una dirección definida y con un propósito concreto.

Esta divergencia de opinión con respecto a la del darwinismo puro y simple se puede ejemplificar de forma interesante en un pasaje autobiográfico de los ensayos de Mr. Wallace titulados "On Miracles and Modern Spiritualism", de 188 1. Dice allí: "Viví desde los 14 años con un hermano mayor de opiniones filosóficas y liberales avanzadas, y perdí pronto (y no he vuelto nunca a recuperar) la capacidad de verme afectado en mis juicios por la influencia clerical o por los prejuicios religiosos. Hasta el momento en que conocí los hechos del espiritualismo, era yo un escéptico filosófico confirmado, me regocijaba con las obras de Voltaire, Strauss y Carl Vogt, y era un ardiente admirador, y lo sigo siendo, de Herbert Spencer. Era también un materialista completo y confirmado que no podía encontrar en aquel tiempo lugar en la mente para la concepción de la existencia espiritual, o para cualquier otro factor en el universo que no fueran la materia y la fuerza. Sin embargo, los hechos son tenaces. Mi curiosidad se vio despertada al principio por algunos fenómenos, poco importantes, pero inexplicables, que sucedieron en la familia de un amigo, y mi deseo de conocimiento y mi amor a la verdad me obligaron a proseguir la investigación. Los hechos se hicieron cada vez más seguros, más variados, más y más alejados de todo lo que la ciencia moderna enseña, o de los temas de especulación de la filosofía moderna. Los hechos me vencieron". Gradualmente fue creyendo en la existencia de una serie de inteligencias preterhumanas de, diversos grados, y en que algunas de éstas, aunque invisibles e intangibles para nosotros, pueden actuar sobre la materia e influir en nuestras mentes. De este modo, se vio inclinado a atacar los argumentos a priori contra los milagros, y a creer que muchos de los llamados fenómenos espiritualistas son auténticos y están ocasionados por seres invisibles. Se convirtió, además, en defensor del espiritualismo, por cuanto que enseñaba valiosas lecciones morales y conducía a la mejora moral y espiritual si se seguía rectamente. En este periodo afirma que no se aparta en modo alguno del principio científico. "La máxima cardinal del espiritualismo" dice, "es la que cada uno debe encontrar la verdad por sí mismo. Esta no pretende ser aceptada por una evidencia palmaria; pero por otra parte exige no ser rechazada sin una investigación paciente, honesta y sin miedo".

Mr. Wallace ha demostrado ser también un audaz pionero en otro campo. Los conocimientos que obtuvo en una primera parte de su vida sobre la tenencia de la tierra y acerca de la condición de los arrendatarios y los trabajadores le dio una experiencia que con los años maduros produjo la convicción de que el único remedio a los males resultantes del latifundismo era la adopción de un sistema apropiado de acceso a la propiedad bajo el estado como terrateniente. Se esforzó por demostrar la necesidad y la factibilidad de sus opiniones en una obra titulada "Land Nationalisation, its Necessity and its Aims", publicada por primera vez en 1882. En una tercera edición ha añadido un apéndice sobre la nacionalización de la propiedad de las viviendas, pensando que el estado está destinado a convertirse en el único propietario del suelo. Una obra posterior suya, titulada "Bad Times", publicada en 1885, es un ensayo sobre la depresión comercial entonces existente, buscando sus causas en los males producidos por los grandes préstamos extranjeros, el gasto de guerra excesivo, el incremento de la especulación, y de los millonarios, así como la despoblación de las zonas rurales. Entre otros remedios, es partidario del aumento de las parcelas de los trabajadores y del cultivo personal de la tierra por aquel que la ocupa. Ese mismo año, su celo y su falta de temor para defender causas que él identifica con la de la libertad quedaron de manifiesto en un panfleto titulado "Forty five Years of Registration Statistics", en el que trata de demostrar que la vacunación es inútil y peligrosa. Además de todo esto, Mr. Wallace ha contribuido con frecuencia en "memorias" científicas y en las principales revistas y publicaciones ilustradas. Finalmente, este año ha escrito una obra, titulada "Darwinism", que es la presentación más perfecta y al mismo tiempo más comprensible del tema hecha hasta el momento.

Una obra tan meritoria no ha carecido de reconocimiento. Mr. Wallace fue condecorado en 1868 con la Royal Medal de la Royal Society por sus numerosas contribuciones a la zoología teórica y práctica, entre las cuales destacan especialmente su análisis de las condiciones que han determinado la distribución de los animales en el archipiélago malayo, así como sus escritos sobre el origen de las especies. En 1870, recibió la Medalla de Oro de la Société de Géographie de París. En 1876 fue presidente de la Sección Biológica de la reunión de la Asociación Británica en Glasgow. Tras la publicación de su obra sobre la nacionalización de la tierra se formó una Sociedad para la Nacionalización de la Tierra, de la que Mr. Wallace es presidente. En 1881 fue recompensado con una pensión de la Civil List de 200 libras anuales como reconocimiento al volumen y valor de su trabajo científico; en 1882 la Universidad de Dublín le confirió el grado honorario de LL.D.

En todas las ocasiones, Mr. Wallace ha exaltado invariablemente la obra de Mr. Darwin, y hablando en términos comparativos, ha subvalorado la suya. Podríamos decir con Mr. Darwin: "Es usted el único hombre que conozco que constantemente se ha hecho una injusticia y que nunca demanda justicia. Pero no podrá ahogarse a sí mismo, por mucho que lo intente". Las mentes inteligentes que honran el nombre de Darwin, no olvidarán de honrar el de su compañero descubridor, Alfred Russel Wallace.

G.T.B.

 

PREFACIO

Un ardiente deseo de visitar un país tropical, de contemplar la exuberancia de la vida animal y vegetal que dicen que allí existe, y de ver con mis propios ojos todas aquellas maravillas que con tanto placer había leído en los relatos de los viajeros, fueron los motivos que me indujeron a romper las trabas de los negocios y los vínculos del hogar, y partir hacia

"Alguna tierra lejana en donde reina el verano interminable".

El librito de Mr. Edwards, "A Voyage up the Amazon", dirigió mi atención hacia Pará y el Amazonas, y decidí ir allí tanto por la facilidad de su acceso como por lo poco que se sabía de esa zona si la comparamos con la mayoría de las otras regiones sudamericanas.

Propuse pagar mis gastos realizando colecciones de Historia Natural y se me concedió; y los placeres que he encontrado en la contemplación de los objetos extraños y hermosos con los que me encontraba continuamente, y el profundo interés que ha surgido del estudio de las diversas razas de la humanidad en su estado nativo, ha sido tal que ha determinado que continué por el camino que inicié y que espere con placer el poder visitar de nuevo en el futuro el escenario salvaje y lujurioso y la vida chispeante de los trópicos.

Las páginas siguientes narran mis viajes y las impresiones que me causaron en aquel tiempo. La parte primera y última, pertenecen a mis diarios, con pocas alteraciones; pero todas las notas que tomé durante dos años, junto con la mayor parte de mis colecciones y dibujos, se perdieron al incendiarse el barco en el que regresaba a casa. Partiendo de notas y papeles fragmentarios que salvé he escrito la parte intermedia, así como los cuatro últimos capítulos sobre la historia natural del país y sobre las tribus indias, los cuales, si no hubiera perdido mis materiales, iban a constituir una obra separada dedicada a la historia física del Amazonas.

En conclusión, confío en que la gran pérdida de materiales que he sufrido, y que todo naturalista y viajero apreciará debidamente, sea tomada en consideración para explicar las desigualdades e imprecisiones del relato, así como la cortedad de la otra parte de la obra, tan poco proporcionada con lo que podría esperarse de una estancia de cuatro años en un país tan interesante y tan poco conocido.

LONDRES, Octubre de 1853.

 

PREFACIO A LA NUEVA EDICION

Esta edición es sustancialmente una reimpresión de la obra original, pero las pruebas de imprenta han sido cuidadosamente revisadas y se han hecho numerosas correcciones verbales. Se han añadido muchas notas, y los nombres ingleses han sido sustituidos en muchos casos por los términos locales, que habían sido utilizados demasiado libremente en la primera edición. Las únicas omisiones son los vocabularios de lenguas indias y las observaciones del doctor Latham sobre ellos, pues se pensó que eran inconvenientes para el lector común. Los editores han añadido algunos grabados en madera adicionales que dan una idea bastante exacta de la escena amazónica.

A.R.W.

PARKSTONE, DORSET, Octubre de 1889.

 

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