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CAPITULO III

Colegio de enseñanza superior de ciencias y letras del Cuzco-Alumnos-Biblioteca-Popularidad de las obras de Fenimore Cooper- Conventos-Galleras-Procesión-Situación de los aborígenes anteriores a los Incas-Manco Cápac (sic) y su esposa-Su idioma-Antigüedades-Fortaleza de los Incas-Culto de los cuerpos planetarios-Sospechas de comunicación entre la antigua Asia civilizada y la parte sur del Perú-Temperatura de la sangre de un toro-Recepción de la familia del prefecto-Simulacro de combate entre los indios quechuas-Cosechas de cebada y maíz-Comercio-Pérdida de Paititi-Manantiales de aguas termales-Hospitalidad de un cura*-Lampa-Minas de oro de Carabaya-Lago Titicaca-Aspecto de los indios-Puno-Militares-Tierra miserable.

La ciudad del Cuzco tiene una población de aproximadamente 20,000 habitantes, con una mayor proporción de criollos que cualquier otro lugar entre Cuzco y Lima. Sólo se publica un diario - uno oficial Llamado el Triunfo del Pueblo*.

En el museo hay muchas curiosidades antiguas: momias, herramientas para la minería, objetos de barro, piedra y metal, porras de guerra, destrales, y trajes indios. En una biblioteca pequeña está colgada una traducción, al español, de la declaración de la independencia de los Estados Unidos. Entre los pocos lectores que se encontraban allí, a menudo hacían preguntas acerca de Fenimore Cooper, quien en América del Sur parece ser más conocido que cualquier otro norteamericano. Recibí muchas muestras de amabilidad de aquellos de ascendencia española que habían leído las obras del señor Cooper. La clara pronunciación de su nombre muestra la profunda impresión que el distinguido autor ha causado en sus mentes.

En el colegio de enseñanza superior de ciencias y letras había trescientos muchachos. El director parecía ansioso por dar una impresión favorable de la institución. En la galería de cuadros se conservaban algunos de los dibujos más selectos que de vez en cuando ejecutaban los alumnos. Parecía haber despliegue de talento natural, pero falta de una buena instrucción. Matemáticas, filosofía, gramática latina, y dibujo son las asignaturas principales. Al caminar por el balcón entre los muchachos, envueltos en capas y gorras de velarte, observarnos a un jovenzuelo sumamente interesado en un libro pequeño de apariencia muy grasienta. Parecía ser el único dispuesto a estudiar. "Mi lección para hoy es Poesía", dijo. Se le pregunté qué prefería ser, si un Byron o un agricultor. Los muchachos que estaban a nuestro alrededor se rieron, cuando dio su opinión rápidamente - "un Byron, señor. " En la pared de un cuarto de vestir estaban colgados en fila trescientos sombreros de tres picos de estilo napoleónico, los cuales Según me informó el director los usaban los muchachos en las procesiones cuando iban a presentar sus respetos al prefecto. El Perú tiene una población de algo menos de dos millones de habitantes, de los cuales más de la mitad son aborígenes amigables. En la nómina del ejército permanente hay seis "Grandes Mariscales", siete "Generales de División" (sic: Generales de División) más veinte "Generales (sic) de Brigada", y grados subalternos en gran proporción.

La gente de la región se queja del constante espíritu revolucionario que existe en todas partes, y no hay avances en las "ciencias y letras". Se dice que cuando una madre criolla de esta región sostiene a su bebe entre sus manos para hacerle cosquillas y darle un beso, si es niño se dirige a él como "Mi querido pequeño Obispo"; o, "Mi Presidente". Ella no permite que mojen su cabeza con agua, por temor a que se destruya su memoria; y evita que duerma durante el día, para que no le dá dolor de garganta. El día de nacimiento de un niño es motivo de regocijo. Felicitan al padre, y alaban a la madre por su patriotismo. La proporción de mujeres que hay en esta región es considerable. Las mujeres son bien desarrolladas, saludables, activas y alegres. Hablando en forma general, los hombres no son así.

Todos los domingos al atardecer hay una pelea de gallos en el Cuzco, a cincuenta centavos la entrada. El reñidero está construido con trabajo de mampostería, tiene dos entradas, y asientos, uno detrás de otro, a todo el rededor. A las espuelas del gallo se atan navajas, de tres pulgadas de largo, afiladas, y que parecen el sable de un dragón; la pelea se decide muy pronto. En estas ocasiones se apuesta una gran cantidad de dinero, en las cuales participan los muchachos de los colegios de enseñanza superior; no se admiten damas, aunque ellas apuestan a sus favoritos cuando los Llevan a los reñideros. El comandante de la policía es quien preside en uniforme, con una mesa pequeña delante de él, cubierta con un paño verde, sobre el cual hace sus apuestas, y apila su plata y oro, si es que gana.

Toca una pequeña campana cuando está listo para que empiece la pelea, y decide la batalla. Hay pocos gallos de pelea en esta parte del país, pero utilizan abundantemente a las aves domésticas que paran en la puerta del granero, a las cuales proveen de navajas.

Una visita a las iglesias y conventos del Cuzco resulta interesante; muchas de estas edificaciones son enormes, y están construidas sobre la piedra cortada de la devastada ciudad de los incas. Los adornos son suntuosos y valiosos; el tallado de maderas ornamentales de la montaña* está bien ejecutado. Nos sorprendió encontrar tal exhibición de pinturas al óleo, las cuales eran utilizadas para inducir a los indios a cambiar su culto por el de los católicos. En el convento de San Francisco, una representaba un cementerio en algún lugar entre el Cielo y el infierno; se ve a los muertos levantándose; ángeles alados descienden entre las nubes, y se llevan a la gente buena; mientras que los subordinados del diablo cogían a los malos, y los arrojaban por un precipicio a un fuego vivo que estaba abajo a lo lejos. Esta pintura produce un efecto duradero en las mentes de los pobres indios. Un mayor del ejército peruano comentó que "él no vio soldados en el fuego"; de lo que un padre gordo y cortés se rió, como si él no considerara el asunto desde un punto de vista serio. En un rincón de una habitación inmunda, cerca de un armario, estaba parado un sacerdote que llevaba puestas sus vestiduras y tenía un libro pequeño en una mano, y una rebanada grande de pan en la otra. Se le veía avergonzado al saludarnos con la boca llena. Entre las flores que se cultivan en el Área estaba un gran número de sacerdotes aparentemente en un estudio profundo, mientras que uno de ellos estaba remendando un agujero de sus calzones.

Después de una larga y continua sequía, las cosechas de caña de azúcar, maíz y papa se están dañando por la falta de lluvia. El domingo 31 de agosto, el prefecto nos invitó a caminar en procesión; una compañía de soldados y una banda de músicos al frente; los muchachos del colegio de enseñanza superior, con sombreros de tres picos, y su director que se veía feliz, estaban listos; el prefecto apareció en uniforme de gala. Marchamos hacia la catedral, que, junto con la plaza principal estaban llenas de gente. Al entrar, no se habían previsto asientos, y el prefecto habló severamente con uno de los sacerdotes. Subieron tres imágenes, de tamaño natural, en una plataforma sobre las cabezas de unos hombres; la música comenzó, y seguimos por la ciudad. Los indios, que se agolpaban provenientes de la región circunvecina, parecían muy interesados, pero para algunos de nosotros era una obra de carpintería; con los sombreros en la mano fuimos avanzando.

Nos detuvimos en una calle estrecha, para dejar,pasar a otra procesión, similar a la nuestra, sólo que ella tenía una mezcla más interesante de mujeres bonitas. Una imagen, que los hombres llevaban sobre sus cabezas, era llamada "El Patriarca San José*, tras ella iba un gran número de sacerdotes y mujeres cantando.

Detrás de ellos iba una figura femenina, montada opulentamente en plata, vestida con un suntuoso traje de seda marrón, adornado con oro, y salpicado, de plata. Su cabello negro caía con gracia a la altura de sus hombros, y en sus brazos llevaba a una criatura. Seguimos a "Nuestra Señora de Belen*" (sic: Belén) hasta la catedral. Las campanas anunciaron su llegada, y la población se arrodilló a orar.

Nuestra Señora* fue Llevada ante el altar; los que estaban en la parte delantera de la plataforma se arrodillaron y levantaron tres veces, mientras que los hombres que estaban detrás no se movieron, lo cual hizo parecer que ella estuviera saludando con una venia. Cuando los indios vocearon y gritaron, las mujeres se emocionaron en gran manera, y sus hijos pequeños derramaban lágrimas y chiflaban con todas sus fuerzas; incluso los hombres indios lloraban; se produjo un perfecto aguacero de lágrimas. Sus plegarias a Dios, a través de Nuestra Señora de Belén* (sic) pedían Lluvia para sus cosechas que se estaban muriendo en la región de los alrededores.

Poco después de la conquista, los pescadores de la bahía del Callao recogieron una caja, y al abrirla encontraron a Nuestra, Señora de Belén* (sic) y a su hijo, con una carta, en la que estaba escrito, que estaba destinada a la "Ciudad de los Reyes"; Lima fue el nombre que dio Pizarro a la ciudad de los reyes, e inmediatamente fue reclamada por dicha ciudad; pero el Cuzco era la originaria ciudad de los reyes y surgió una disputa. Los del Cuzco manifestaron, que como ella venía en una caja, que podía ser Llevada a través de los Andes sobre el lomo de un asno, no estaba dirigida a Lima. Con este argumento ganaron a la señora, y ella viajó por las montañas.

Los indios, y muchos criollos, creen, cuando llueve demasiado o muy poco para sus cosechas, y la sacan por las calles orando, que Dios escuchara" y enviara el agua necesaria para sus campos. Cuando las enfermedades los visitan, como ahora, y la influenza es fatal para sus hijos, imploran a la señora de Belén* (sic).

El Convento de San (sic: Santo) Domingo está construido sobre las ruinas del Templo del Sol, de la Luna y las Estrellas, a los cuales rendían culto al mismo tiempo los antiguos peruanos - un culto que los códigos de moral desaprueban. Tenemos entendido que el sol del templo estaba hecho de una masa de plata y oro; así como también la luna y las estrellas. Cuando los españoles tomaron el Cuzco malgastaron el tesoro de este templo en las mesas de juego.

Se cree que antes de la época de los incas, los indios de estas regiones vivieron en agujeros cavados en la tierra, en grietas, o debajo de masas de rocas sobresalientes, y en cuevas, como los osos salvajes, las biscachas (sic: vizcachas), o las Águilas. Comían pastos y raíces de la tierra como las bestias; andaban errantes entre ellos mismos come, animales del desierto. Al igual que los chunchos, veneraban a los animales valientes, a las aves grandes, y a las serpientes. Había muchas tribus, las cuales tenían diferentes lenguas, y cultos diferentes a aves o bestias. Cuando estaban en guerra, desollaban a sus prisioneros, se comían su carne, bebían su sangre, hacían tambores con sus pieles, y bastones con sus huesos. Iban de un lado a otro en grupos, robándose entre ellos como lobos, retrocediendo el más débil ante el fuerte. Se ha dicho que cebaban a los niños del enemigo como corderos y terneros y se los comían.

Un hombre y una mujer de una raza diferente aparecieron repentinamente entre ellos; no sabían de donde venían; la opinión fue que ellos habían salido del gran lago Titicaca. El hombre y su hermana dijeron a los indios que ellos habían sido enviados por su padre, el sol, para sacarlos de la vida salvaje, y para instruirlos acerca de cómo podrían vivir como hombres, y no como bestias; para mostrarles cómo labrar la tierra y cultivar alimentos; para enseñarles a hacer vestimentas y a usarlas. Los indios estuvieron complacidos y se fueron de prisa a contarle a sus vecinos, quienes se reunieron juntos alrededor del hombre, mientras que su hermana y esposa enseñaba a las mujeres a hilar la lana de los animales v a hacer vestimentas.

La lengua que les enseñaron fue llamada Quichua; también les instruyeron el culto al sol, la luna, y las estrellas; en la construcción de pueblos en el extremo occidental del valle; así como a levantarse al rayar el día, para que pudieran ver a su Deidad a medida que aparecía por el este. Al hombre le llamaron Manco Cápac (sic) e Inca; lo amaron y adoraron como a un descendiente del sol. A la mujer le llamaron Coya Mama (sic: Mama Ocllo).

Manco Cápac (sic) reinó muchos años, tiempo durante el cual él y su esposa enseñaron a los indios desde el río Apurimac (sic) por el oeste hasta el río Porcotambo (sic) por el este; al sur desde el Cuzco hasta el Lago Titicaca, y al norte hasta. donde el Apurimac (sic) desemboca en el Santa Ana.

Rendían culto a la luna como la hermana y esposa del sol, y se creía que era la madre de Manco Cápac (sic); consideraban a Venus, la estrella vespertina, como la acompañante del sol. Respetaban al grupo de las "siete estrellas", porque las llamaban doncellas de la madre luna.

Tenían ciertas formas de culto y oraciones que realizaban a través del relámpago, trueno, y del arco iris.

Manco Cápac (sic) era de carácter bondadoso y benévolo, y los indios lo amaban y obedecían. Él estableció los fundamentos de grandes cambios en los hábitos de los aborígenes, fundó una iglesia y una nación.

Me permitieron hacer bosquejos de algunas cosas interesantes, obras de los antiguos peruanos, de colecciones que preservan familias particulares, quienes aprecian muchísimo sus pequeños museos; rara vez regalan un ejemplar, al contrario están ansiosos por recibir alguna cosa más.

Figura 38, adorno de oro usado en la frente; el botón representa, al sol.

En una elevada colina. por el lado norte de la ciudad están los restos de las paredes de la antigua fortaleza de Sacsahuamam (sic). La piedra de tamaño más grande que figura en el dibujo medía veintidós pies en la base, y doce pies y medio perpendicularmente, independientemente de su profundidad en la tierra y en la pared. El muchacho indio que está parado cerca ya había desarrollado. No pudimos saber cómo los antiguos peruanos pudieron manipular masas tan pesadas, y transportarlas media milla por un terreno casi plano; sin embargo algunos descubrimientos recientes hechos por el señor Layard, en Asia, muestran hechos diferentes realizados con la fuerza de hombres y habilidad mecánica.

El área que ocupa dicha fortaleza puede estar alrededor de los doce acres. Ninguna fortificación en América del Norte desafiaría con mayor seguridad los efectos de la bala rasa y del proyectil de cañón, a pesar de haber sido construida por gente que desconocía tales agentes de guerra. Los Ángulos y el plano horizontal están trazados sistemáticamente; las escaleras, por las cuales se entraba al fuerte, están construidas de manera. que puedan cerrarse fácilmente con piedras de gran tamaño desde el interior, haciendo que la puerta sea casi tan segura desde el exterior como la pared misma. Las paredes rodean la cima de la colina, y el pico de la misma sobrepasa considerablemente las ruinas. En el lado norte de las ruinas, de donde se tomó esta vista, hay muchos asientos y lugares planos tallados en las rocas, de donde se supone que la gente presenciaba representaciones en las llanuras, que tienen el aspecto de campos de desfile. Entre estas rocas hay un agujero, que se dice es la entrada a un pasaje subterráneo que va por debajo de la colina hacia el Templo del Sol, distante media milla. Entré al pasaje, pero no pude avanzar mucho, y me fui con dudas. Algunos creen que existen caminos subterráneos, hechos por orden de los incas, entre Tarma y Cuzco.

En el pequeño arroyo que corre cerca de esta fortaleza, y que atraviesa la ciudad del Cuzco, lavó un poco de arena en una batea, y encontró granos de oro. Ahora, los indios buscan cultivar la tierra más que lavar oro, y encuentran que es más provechoso. Durante el reinado de los Incas, los metales preciosos eran utilizados únicamente por ellos como adornos y utensilios, y no como moneda, como ahora.

Poco a poco, durante el reinado de los Incas, tomaron bajo su control a las tribus de indios vecinas, ya fuera por medios persuasivos o por la fuerza de las armas, hasta que su territorio Llegó a extenderse desde la costa del Pacífico por el oeste hasta la ladera oriental de los Andes, y desde Quito, cerca del ecuador por el norte, hasta Chile, cerca de los 40' de latitud sur. Algunos de estos incas fueron grandes guerreros, quienes marcharon hasta las fronteras con la determinación de extender sus leyes y religión sobre otro territorio, hasta que sus posesiones se extendieron tanto, que el duodécimo inca decidió apartarse de la constitución que había establecido el primero, y le dio la parte sur del reino a su primogénito, y la parte norte a otro hijo. Estos hermanos pelearon entre sí. Francisco Pizarro tomó prisionero al vencedor y lo hizo ahorcar, lo cual completó la caída del Imperio peruano, cuya civilización aún asombra a los españoles.

En el Cuzco encontré a una anciana que afirmaba ser descendiente de la familia de los incas. Era incapaz de reconstruir la relación de generaciones anteriores a su propia madre. Las señoras de edad les cuentan a sus hijos historias maravillosas en esta parte del mundo. Aquellos que afirman tener la misma sangre que los incas, asumen un comportamiento altanero hacia sus vecinos, lo cual hace al indio tan insignificante como otras personas. En las ruinas de fuertes, caminos y canales, el arte del hilado, tejido en telares, y teñido, las herramientas de piedra curiosamente talladas y las piezas de metal fundidas, son los verdaderos vestigios de los incas. A la gente parecía gustarle el labrado de piedras y trabajar en metal, sin embargo no encontramos restos de trabajos hechos en madera.

Los españoles trajeron consigo al Perú caballos y yeguas, ganado encornado, asnos, cabras, puercos, ovejas, gatos domesticados, monedas y perros de buena raza. Plantaron la parra en el valle del Cuzco, esclavizaron a los peruanos, quienes a su vez se unieron para arrojar a sus opresores del territorio del Perú.

Un viajero me contó que en 1825 él podía leer las noticias sobre la guerra en los rostros de los indios al encontrarlos en los caminos. Si una batalla se había decidido en favor de los republicanos, los indios llevaban la cabeza en alto y estaban alegres; si había sido en favor de los otros, bajaban la cabeza. y estaban tristes. Los relatos acerca de cruentas batallas entre sus antepasados y los españoles, y la derrota de su religión y su gobierno, han sido transmitidos de generación en generación. Varios cambios de hábitos y costumbres han interferido con su felicidad. El hombre natural nunca olvida un agravio, y parece característico de los indios, así como de otros, el odiar a sus enemigos y amar a sus amigos. A esta gente le gusta recordar el ejemplo de Manco Cápac (sic) hasta hoy en día. Parece que él ha adaptado su conducta según la disposición de la nación.

El culto de los cuerpos planetarios, "el sol, la luna, y las estrellas", constituye cierta evidencia de información astronómica, que daba a sus devotos poder sobre otros, ignorantes de las leyes naturales que regulan los movimientos y cambios periódicos de estos cuerpos celestes; y de esta manera impusieron gradualmente una veneración pervertida. de los mismos en la multitud.

La ley hebrea sobre moral desaprueba especialmente dicho culto, que parece haber sido conocido previamente, y que por lo tanto, fue prohibido por Moisés.

Durante revoluciones precedentes, a las cuales se alude en las escrituras, es posible que barcos que se empleaban para el comercio entre la India y Egipto hayan sido impulsados desde el Golfo Pérsico o el Mar Rojo, y Llegado hasta. este continente.

Unos sobrevivientes, un hombre y una mujer, bien educados e instruidos en las artes de la agricultura, mecánica, e industria doméstica, habrían logrado todos los adelantos que se observan mediante la educación de una raza inteligente, tal como parecen haber sido los peruanos.

Sus costumbres, hábitos y empresas, se asemejan tanto a aquellos de antigüedad remota, en Asia y África, que resulta difícil distinguirlos de los mismos.

Descubrimientos recientes en Egipto y Asiria muestran los mismos puentes e ídolos, las mismas herramientas, armas y utensilios de arcilla o piedra, y de metales mezclados - cobre endurecido con estaño.

Las cosas que son disímiles pueden haber sido el resultado de la intención y la reforma. La victoria de Alejandro Magno sobre los tirios, quienes fueron navegantes activos, emprendedores, e inteligentes, y la descripción de exploraciones al Mar Arábigo, realizadas con barcos construidos en el Indo, autorizan la sospecha de una comunicación muy antigua por parte de algunos medios competentes entre el Asia civilizada y América, en el sur, así como de navegantes del norte hacia nuestras costas orientales.

Como evidencia del arte antiguo y de la invención, cuando Alejandro sitió Tiro, más de trescientos años antes de nuestra era, empleó "cables de cadena para sus barcos, después de que los buceadores de Tiro habían cortado los cables de soga y dejado sus embarcaciones a la deriva.

Las fechas reconocidas hasta. ahora no se consideran adecuadas para computar el periodo de existencia del hombre en esta. tierra. El cálculo original posiblemente se funda en una base de cómputo diferente, similar a la comparación a la cual alude un escritor sagrado: "A sus ojos mil años son como el ayer que ya pasó".

La existencia de una. extraña pareja de forasteros, quienes Llegaron de una tierra desconocida, para introducir la agricultura, artes, manufacturas, y la moral sistemática, entre las tribus nativas de los Andes, no parece ser una ficción transmitida por tradición, sino un hecho confirmado, en la historia de los aborígenes del Perú.

El grato recuerdo de la actual raza de indios, de los soberanos incas por su bondad, benevolencia y humanidad hacia sus ancestros, a menudo es comparado desventajosamente con los sufrimientos y privaciones que ellos piensan que experimentaron con los gobiernos subsiguientes, ahora modificados, por cambios peculiares.

El autor no puede dudar que Manco Cápac (sic) y su esposa. fueron reales. Largos viajes, atribuidos a un pueblo de época muy antigua dedicado al comercio, pueden autorizar el intento de demostrar la posibilidad del descubrimiento y desarrollo de los habitantes aborígenes, distribuidos sobre esta. porción de nuestro gran continente, por parte de alguna raza versada en artes y conocimientos, descendientes de la familia asiática, a la cual se ha atribuido desde las épocas más remotas los avances primitivos de la civilización.

De los fenicios se puntualiza que hicieron viajes desde sus asentamientos coloniales en las costas del Mediterráneo, para conseguir ámbar del Báltico, y estaño de las Islas Británicas.

La tradición manifiesta que los fenicios, quienes originalmente pasaban por las aguas, o a lo largo de las riberas del Eufrates, desde el Golfo Pérsico hasta el Mar Mediterráneo, introdujeron la agricultura, manufacturas, artes, letras, arquitectura, y civilización, entre los aborígenes de Europa y África, en "la antigüedad de tiempos remotos".

Las colonias de Sidón y Tiro en Asia, de Cartago en África, y algunas en las costas europeas, en Grecia, Italia, y España, han sido atribuidas a este pueblo lejano. En nuestros registros venerados se les describe como los comerciantes, navegantes, y hombres sabios de su distante época.

Para atravesar el tempestuoso Golfo de Vizcaya, y encontrar los mares violentos del Mar del Norte, estos exploradores deben haber poseído embarcaciones con oficiales y equipos, pilotos experimentados, y marineros competentes, para autorizar la sospecha de un carácter emprendedor, inteligencia, y habilidades realmente suficientes para Llevarlos "a dar la vuelta a la tierra".

Los viajes de tres años que las Sagradas Escrituras describen que emprendieron marineros tirios, y los valiosos productos que se enumeran como parte de Sus cargas, ilustran el carácter mercantil de aquella época, confirmado por interesantes descubrimientos recientes en Egipto y Asiria.

En los arriesgados viajes de los fenicios, en busca de estaño, descubrimos cierta prueba de la importancia del mismo en las artes y manufacturas de la antigüedad, más que equivalente a los usos que tiene en la actualidad.

La ausencia comparativa de herramientas de acero y hierro entre las reliquias de naciones antiguas, puede explicarse por el hecho de que éstas poseían un substituto en la fácil combinación del estaño con el cobre, la cual accidentalmente o debido al conocimiento cabal que tenían de dichos metales, les permitió producir en las artes resultados que aún nos asombran.

Por mucho tiempo se ha creído, que las enormes rocas que fueron removidas y adornadas, y superpuestas sobre templos y pirámides antiguas, o que fueron talladas en sus posiciones naturales a manera de habitaciones para los vivos y de cementerios para los muertos, fueron trabajadas sin emplear herramientas de hierro. Indudablemente, el bronce se fabricó en pocas muy distantes para los mismos usos que tienen ahora el acero y el hierro.

Layard describe adornos, armas, herramientas, y armaduras de los antiguos asirios hechos de cobre "endurecido, como en Egipto, con una aleación de estaño ".

Los nativos del Perú ejecutaron algunos trabajos significativos en pórfido y granito, labrados con implementos similares de bronce o cobre, templados con una pequeña aleación de estaño.

Por medio de dichas herramientas, labraron vetas compactas de plata, y se supone que con ellas tallaron la esmeralda.

El barón de Humboldt llevó consigo a Europa un cincel, de una mina de plata abierta por los indios, a poca distancia, del Cuzco, el cual, al ser analizado, se encontró que contenía noventa. y cuatro partes de cobre, junto con .06 de estaño.

Al autor se le ha permitido realizar el examen parcial de una palanca o cincel de mango largo, de bronce, de una antigua mina de plata del Perú. Se ha postergado un análisis exacto, pero se presume que hay de un diez a doce por ciento de estaño combinado con el cobre.

Dicha aleación se emplea para el moldeo del metal campanil y de cañones, para el fogón de mosquetes, espejos, o espéculos, para observaciones astronómicas, instrumentos musicales, y antiguamente para cotas impenetrables.

Estas afinidades entre las manufacturas de los egipcios, asirios, y antiguos peruanos, ofrecen algunas sugerencias de una intercomunicación muy remota entre porciones del Asia civilizada, y los nativos de los Andes, la cual resulta mucho más evidente al hacerse referencia a otras similitudes en su manera de cultivar la tierra haciendo uso de la irrigación, y empleando abonos; en la construcción y tendido de puentes; en sus caminos empedrados y acueductos; en la. explotación de minas, tejido, tejido de redes, hilado, tejido en telares, y teñido; así como en sus caminos, postas, posadas, graneros, armas y armaduras.

El orden, el sistema y la política de su moral; el arreglo de los registros públicos; sus deberes; el culto al sol, la luna, los planetas, y a los elementos naturales, que las leyes hebreas prohíben clara y estrictamente, debido a que dichas prácticas existieron antes del Éxodo, y, por lo tanto, fueron desaprobadas en el código reformado.

En efecto, los historiadores que conocen mejor las peculiaridades de cada grupo, frecuentemente han hecho referencia a la semejanza de los hábitos y costumbres de los peruanos, antes de las conquistas españolas, con los hábitos y costumbres de las naciones orientales de la más remota. antigüedad.

La historia bíblica hace referencia repetidamente a las revoluciones de las naciones civilizadas del Asia antigua con la finalidad de dar a conocer a la gente las causas que Llevaron a las reformas propuestas en sus códigos de moral.

A fin de librarse de las supersticiones agobiantes, del hambre, de las enfermedades, y de las guerras, o para hallar medios que expresen plenamente las admirables tendencias de la actividad mental, es posible que las antiguas revoluciones hayan inducido a numerosas colonias, en épocas remotas y olvidadas, a buscar refugio en regiones sumamente distantes al igual que ahora.

Sobre el hecho de que dichas emigraciones se realizaron ocasionalmente por tierra, existe una prueba interesante en el interior de China. Hay un pueblo habitado por descendientes de pobladores de los alrededores; del Mediterráneo, quienes Llevaron manuscritos de las leyes hebreas, escritas sobre rollos de piel o pergamino, con los caracteres peculiares de dicho pueblo, y aún subsisten como evidencia de su ascendencia original, aunque los habitantes actuales han asimilado tanto el chino, que ninguno de ellos puede leer o comprender el idioma de aquellos antiguos mandamientos.

Si el conocimiento moderno de los vientos y corrientes; del océano lo permite, el autor intentará demostrar, que las embarcaciones de alta mar, bien dirigidas por fenicios, tirios o cartaginenses, iguales, por lo menos, a aquellas en las que Colón realizó sus descubrimientos, fueron perfectamente competentes como para atravesar los océanos Indico y Pacífico Sur, y haber desembarcado una pareja civilizada en la costa del Perú, lo suficientemente cerca del Lago Titicaca como para dar crédito permanente a su aparición desde esa dirección, con la finalidad de instruir a los aborígenes dóciles y tratables de aquellas montañas, quienes, por el carácter apacible, inteligente, y persuasivo de los forasteros, al adaptar su gobierno moderado a las peculiaridades de los caracteres de los nativos, adquirieron gradualmente tal importancia en las artes pacíficas de la vida, que avergüenzan los actos de los conquistadores posteriores.

Al comparar los cráneos de la familia de los incas con aquellos de los peruanos aborígenes, los grabados demuestran que estos últimos tenían un carácter intelectual deficiente, mientras que los incas exhiben diferencias muy marcadas de conformación y capacidad.

La práctica oriental de viajar, por mar o por tierra, en compañía de las esposas, es notoria. Aún parece ser un rasgo de Carácter que distingue a la gente de oriente, tanto en Asia como en América.

El Capitán Gallownin, de la corbeta rusa Diana, enviado por su gobierno en 1811 a hacer un reconocimiento del grupo de las Kuriles, e intentar relaciones amistosas con los japoneses, fue inducido a desembarcar con un destacamento débil, siendo tomados prisioneros. Los oficiales del Diana, en represalia, interceptaron una embarcación japonesa de gran tamaño. Afortunadamente, el capitán de dicha embarcación era un, gran naviero y comerciante - una persona de mucha influencia y capacidad. De él y su mujer, la inseparable compañera de sus viajes, se puntualiza que soportaron sus infortunios con admirable compostura, como viejos marineros.

Los vientos y corrientes del océano Atlántico Norte nos demuestran que si Cristóbal Colón hubiera zarpado en su viaje descubridor en otro mes del año, nunca habría Llegado al Nuevo Mundo. Hubiera perecido en medio de calmas, de las cuales no sabía nada.

La temperatura de la sangre de un novillo en el Cuzco era de 100º Fahrenheit (sic: Fahrenheit); aire 57º. En la base de los Andes 101º; aire 78º.

Nos invitaron a unimos a un grupo de caballeros montados a caballo para ir a recibir al prefecto y a su familia procedentes de Arequipa. En la hacienda Angostura, se había puesto una mesa grande para la comida en el pórtico cerca de una fresca corriente de agua, que estaba bajo la sombra de unos sauces, aire fragante por el perfume de las flores y azahares. Los corrales de las granjas estaban llenos de ganado vacuno y de ovejas. mientras que en los campos de los alrededores había plantaciones de maíz, cebada, papas, o prados de alfalfa. En el jardín se veían durazneros, manzanos y perales. Desmontamos en el patio. Una mula entró por la puerta con una caja cuadrada sobre el lomo, cubierta como un carretón de mercado, con un cobertor de tela de algodón levantada sobre flejes. En el interior había tres niños bulliciosos y risueños. Por el número de personas dispuestas a ayudar a los jovencitos, no se interpretó mal a estos pequeños arequipeños, quienes estuvieron encantados de poder salir de su caja. La Señora* y la Señorita* estaban en sus trajes de montar. La naturalidad de su comportamiento y la belleza de las damas de Arequipa fueron celebradas; la hija tenia alrededor de dieciocho años. Ella recibía los cumplidos de cientos de admiradores con una modestia Llena de gracia. La mesa de la comida estaba bien abastecida con carnes v vinos, y una mesa de postres con muchas cosas buenas. La champaña y las confituras parecieron servir más para pronunciar discursos y hacer brindis que para mantener al grupo junto en el camino de regreso. Un juez de la corte aseguró al grupo que "él dejaría de beber agua tan pronto como se abriera la navegación por el Madre-de-Dios (sic)".

Angostura pertenece al Obispo del Cuzco; es una de las haciendas mejor cultivadas del valle.

Un gran número de indios reunidos en el pequeño pueblo de San Sebastián celebraban el día festivo de la pequeña iglesia. La calle principal estaba decorada con banderas; se había hecho arcos con postes en cada. lado, y cuerdas extendidas transversalmente, de las cuales pendían monedas de plata. Por el primero que pasamos debajo estaba. adornado con piezas de un dólar; el siguiente, con monedas de medio dólar; luego monedas de un cuarto de dólar, chelines, y monedas de seis peniques. Se había hecho otros arcos de los cuales colgaban vajilla de barro, jarras pintadas caprichosamente, cántaros, ollas, tinajas - todo de loza de barro. Estos objetos colgaban tan cerca de nuestras cabezas que alguien sacó un ejemplar, acto irreverente que trajo abajo una cuerda, y casi todos se rompieron bajo las patas de nuestros caballos.

Los indios bailaban en la pequeña plaza, algunos Llevaban máscaras negras, otros cuernos de vaca y la piel de la cabeza de la vaca sobre sus cabezas y hombros. Una multitud de indios molestaba a un novillo, jalándole la cola y montándose encima de é1. Cansaron por completo al pobre animal y lo amarraron, el cual estaba especialmente hastiado de la música de una. flauta de caña y de un tambor de pellejo.

Nos detuvimos en la plaza y presenciamos un simulacro de combate con arcos y flechas, porras de guerra, y grandes espadas de madera, organizado para el momento en consideración al prefecto y su familia. Era la representación de una pelea entre los indios quechuas de los Andes y los chunchos de las tierras bajas. Los muertos, heridos, y prisioneros del lado de los chunchos fue algo espantoso; mientras que los quechuas satisfechos ejecutaban los movimientos de estar cortando a sus enemigos, uno por uno, en pequeños pedazos, y los amontonaban a un lado como palos en una. pila de leña.

Todas las puertas de la iglesia estaban abiertas; el altar estaba iluminado brillantemente con velas de sebo; y a lo largo de las paredes por el lado de afuera había hileras de enormes tinajas de chicha*, las cuales eran vigiladas celosamente por las mujeres quienes la vendían al por menor - una jarra de barro Llena, a seis peniques. El acontecimiento en su totalidad era una mezcla interesante, difícil de asimilar por quienes no están acostumbrados a dichos hábitos. Muchas de las antiguas costumbres de los indios parecen estar permitidas; esto tiene un buen efecto en los aborígenes, quienes le dan preferencia a los cuernos de vaca y a los cuernos de vaca v a la chicha* antes que a los más caros requerimientos de la iglesia.

Desde los balcones de las calles del Cuzco lanzaban una lluvia de flores sobre las cabezas de las damas, y la gente gritaba "¡Viva por los nuevos cuzqueños! ". Muchas familias estaban listas para dar la bienvenida a la dama y a sus hijos a la prefectura, y cuando ya había anochecido, una banda le dio una serenata. Nunca hemos visto salir la luna con tal esplendor como lo hace sobre las montañas cubiertas de nieve que están al este del Cuzco; quietamente despide su luz hacia abajo sobre este interesante valle. Hay dos ruidos que perturban su calma de medianoche - el rebuzno de un burro y el ladrido de un perro; ambos parecen despertarse al asomar la luna por los picos argénteos. Los gallos cantan cuando una nube que pasa eclipsa. la luna.

Por lo general la casa de un prefecto es alegre. Los caballeros se reúnen al atardecer para conversar sobre las noticias del día, jugar cartas, y demás. Las damas del Cuzco se visitan muy poco a excepción de los domingos después de la misa. Rara vez se les ve caminando por las calles. Los sábados por la tarde acuden a la plaza para comprar un par de zapatos nuevo, que es cuando se les puede ver con mayor facilidad. En estas ocasiones los sacerdotes aparecen con pequeñas imágenes de plata, paradas a un lado de un plato grande de plata; a medida. que las damas pagan a los indios por sus zapatos, el padre presenta la imagen para que la besen, y el plato recibe una donación o impuesto de la. iglesia sobre el precio del cuero para zapatos. Son muy pocos los que besan la imagen y no pagan, a menos que sea la segunda vez que el sacerdote la haya ofrecido en un mismo sábado, entonces se rehúsan tímidamente. En estos días las familias pobres mandan libros viejos, pedazos pequeños de hierro, herraduras, clavos, púas, bocados de bridas, y estribos, o cualquier otro artículo del cual puedan necesitar el dinero que vale, y la sirvienta india los vende por lo que pueda conseguir. Hay poca riqueza en el Cuzco; salvo pocas excepciones, la gente es tan pobre como indolente. A algunos de los más activos, quienes poseen haciendas en el valle, y tienen casas comerciales en la ciudad, los llaman ricos - es decir, que tienen más de lo que necesitan para vivir.

El clima del Cuzco, durante nuestra estadía, no fue agradable; frías lluvias riegan las cimas de las colinas, las cuales, en la mañana, están blancas por la escarcha, y al evaporarse, forman nubes. Aunque el Cuzco está dentro de la zona tórrida, y la estación seca o cálida se extiende de mayo a setiembre, la gente está vestida con ropa de invierno. Cuando el sol pasa el Cuzco, en su camino hacia el sur, la estación lluviosa comienza; las gotas caen en forma de granizo y copos de nieve, y bajo el sol vertical la gente soporta tormentas de pleno invierno, y requiere de más ropa de la que necesita en los meses de invierno, en lo que astronómicamente hablando, es su verano. Los extranjeros sufren un poco al comienzo al no observar atentamente los cambios de temperatura, y vestirse adecuadamente. La influenza y las afecciones reumáticas son muy comunes; muchas personas de las clases más pobres tienen viruela por la falta. de vacunación. Hay mucha hidropesía, pero pocos casos de consunción.

Aquí los indios usan más coca que en otras partes, y parece que dañan su salud al masticar tales cantidades. Aquellos que viven en la ciudad son delgados y tienen una apariencia miserable, en comparación con la gente del campo. Los indios parecen estar muy abandonados; cuando están enfermos, esperan pacientemente hasta que mueren o mejoran. Los honorarios de los médicos son elevados; los indios no tienen los medios para contratar los servicios de un Doctor. Por lo general, los facultativos locales son los más moderados, y entienden mejor el clima. Hay pocos forasteros en el Cuzco, entre ellos un panadero francés. A la gente parece gustarle conversar con él tanto como comer su pan.

En la ciudad abundan los tenderos y los sastres, quienes pasan sus días al sol. A medida que comienza el crepúsculo, las puertas de las calles se cierran, y el pueblo presenta un aspecto sombrío y triste. Aquí y allá cuelgan afuera un farol al frente de las casas de comida, de gobierno y de juego. Los hombres jóvenes juegan billar en una especie de club, en donde la habitación ésta decorada con un retrato de Napoleón Bonaparte en un lado, y de George Washington en el otro. Un francés administra la casa.

Los franceses son en gran medida los forasteros más populares. En poco tiempo se casan con una lugareña, y adoptan los hábitos y costumbres de los españoles. Un inglés no se las arregla tan bien; uno puede confundir a un francés que ha estado en el país por mucho tiempo con un español; pero el rostro rosado de los ingleses revela su nacionalidad a primera vista. John Bull (Personaje que tipifica a la nación inglesa en "The History of John Bull" (1712) de John Arbuthnot. De ahí que se le considere como la personificación de Inglaterra, el pueblo inglés en si o el inglés típico) parece estar encantado por tener una oportunidad de hablar en su propia lengua en tanto que la lengua francesa parece tender hacia el español. El francés practica las cortesías y hábitos de esta gente; presenta a uno a su esposa y a todos los hijos. El parece haberse establecido para toda la vida; el otro habla constantemente de regresar a la vieja Inglaterra. El es más activo, algunas veces cultiva la tierra, o se dedica a la minería. Después de que regresé del Madre-de-Dios (sic), un joven inglés que recolectaba corteza, junto con un grupo, de indios quechuas, en dirección hacia el sudeste desde la granja San Miguel, fueron todos asesinados por los chunchos.

El correo Llega y sale del Cuzco hacia Lima, y otros lugares dos veces a la semana. Hay dos rutas postales hacia y desde Lima; una que va tierra adentro atravesando Ayacucho y Huancavelica, distante 199 leguas; la otra por el vapor inglés desde el Callao hasta Yslay (sic), desde allá por Arequipa. Esta es la ruta más rápida; la distancia del Cuzco a Arequipa es de 95 leguas.

28 de octubre de 1851.- Nuestro equipaje bien cubierto con encerados. Las alforjas de José recibieron dos pollos asados, una pierna de carnero, y un queso grande recién salido de la quesería, obsequio de la amable señora de la casa. Esta es la costumbre de la región. José me cuenta, a medida que vamos detrás de nuestra recua saliendo del Cuzco, que cuando, se trata. a los invitados de esta manera, ellos pueden estar seguros de que son considerados amigos de la familia. La hospitalidad de esta región es conspicua y delicada.

Los arrieros* hacen contratos para ir de una casa de postas a otra casa de postas en el camino al sur. Me recomendaron que optara por la posta, en lugar de alquilar mulas por una distancia tan larga. Aunque el cambio de mulas es deseable, el cambio diario de arrieros* no lo es; los hombres trabajan mejor cuando, se acostumbran a nosotros.

Los indios Están sembrando cebada. y limpiando, el maíz con la azada. Las cosechas sufren por falta de Lluvias en el valle. El camino es muy polvoriento. Nos detuvimos para pasar la noche en el pequeño pueblo de Oropesa, y por primera vez nos alojamos en una casa de postas peruana. En el momento que Paititi entró al patio, empezó a guerrear con los perros. La casa constaba de un piso y una habitación. Los viajeros tomamos una casa; teníamos una mesa y tres sillas, hechas con madera de la montaña*; en los rincones había lechos de barro que servían de camas. Las paredes estaban sucias, pintadas con imágenes de ángeles y santos.

Barrieron el piso de tierra para nosotros. Mientras tomábamos nuestro té, Paititi se sentó en la puerta observando. Sentí una pulga. La entrada al corral donde tenían a las mulas de la posta estaba al frente de la cocina, donde dos enormes puercos negros se estaban alimentando. En la puerta estaba sentada la esposa gorda y fea del maestro de postas. El humo de la fogata de la cocina salía graciosamente por encima de su cabeza despeinada; era una mujer de apariencia muy irascible. Uno de sus puercos se acercó, y Paititi le dio un mordisco en el pernil; ella másculló algo en venganza, mientras que el alegre maestro de postas se reía y alababa a nuestro brioso perro guardián.

En la mañana a las 7, termómetro 58º, el maestro de postas vino a darnos los buenos días, y a preguntarnos cómo habíamos pasado la noche, como si él no supiera qué tan Llena de pulgas estaba su casa. Después del desayuno, dejó a su esposa, de apariencia espera, y nos acompañó a la siguiente posta. La costumbre es pagar el viaje por adelantado. Paititi le dio a la marrana de la mujer gorda. un mordisco de despedida, y seguimos nuestra marcha.

A medida que ascendemos la ladera de la pequeña montaña de rocas y arcilla roja, observamos hacia abajo un lago de aguas claras, en las cuales una manada de patos silvestres se ésta bañando. Más allá de sus verdes orillas, vemos alfalfa, maizales, y haciendas rodeadas de sauces, cerca de la base de áridas colinas. Este es el extremo oriental del valle del Cuzco, que tiene aproximadamente cinco leguas de largo, y dos millas de ancho en algunas partes. Está densamente poblado y bien cultivado. Nuestra ruta corre a lo largo de la ribera occidental del río Urubamba, un tributario del Santa Ana. Las aguas se deslizan velozmente hacia el norte. El río es recto, tiene treinta yardas de ancho, con poca pendiente; fondo rocoso y aguas turbias. El río pasa entre dos hileras de cerros. Por partes el valle tiene media milla de ancho; luego nuevamente sólo hay espacio suficiente para el río y nuestro camino. Aquí las orillas son de roca negra, luego de cascajo, luego arcilla que desciende perpendicularmente, o tienen una playa larga y arenosa. Mientras que los patos silvestres se alimentan en el agua, la agachadiza busca su alimento a lo largo de la orilla. Hay abundancia de peces pequeños y renacuajos; pero no vimos ningún pez grande en o fuera del agua.

El pueblo de Quiquijana tiene una población de dos mil indios. Cultivan la tierra de las laderas hasta el punto más alto a donde Llega la franja productiva; crían ovejas y ganado vacuno. Las mulas tienen una apariencia muy buena aquí. En los lugares donde la alfalfa no está floreciente, alimentamos a nuestras mulas de maíz, y gracias a ello viajan mejor. La alfalfa que no ésta madura con forraje debilita a los animales. Hay una altura por encima del nivel del mar en la cual crece la cebada, pero nunca produce grano. A las mulas les; gusta mucho su tallo, ya sea verde o seco. En las planicies se le cultiva y reserva para la estación seca de verano, cuando el sol abrasador destruye los pastos.

Cruzamos el río por un puente de piedra franca. No se tema que pagar Pontazgo. El camino sigue por la ribera oriental del río. Las nubes aún están sobre nuestras cabezas, mientras que soportamos una corriente de aire por el valle, y a cada momento entra un viento en ángulo recto por los profundos cortes de las cordilleras. Las montañas en ambos lados del río son tan uniformes en forma y tamaño como si hubiesen sido * plantadas a mano. El pasto grueso y pequeño se reseca de un color amarillento.

Al salir del pequeño pueblo indio de Checcacappa, el río corre desde el este a través de las montañas. En el recodo hay un puente colgante de broza en un estado tan ruinoso que vadeamos el río más arriba, y continuamos nuestra. ruta hacia el sur, por el valle, por un brazo del Urubamba, que los arrieros* Raman Sicuani. Los principales productos parecen ser las legumbres y los burros.

Después de viajar cierto tiempo entre elevadas cordilleras, el salir repentinamente a un terreno piano y a unas colinas pequeñas, hace que uno recuerde el amanecer. Cambiamos de mulas de carga en Cacha, pueblo pequeño, en donde al mediodía el termómetro se mantuvo a 71º

31 de octubre.- Encontramos muchos huevos duros, y una maestra de postas agradable.

El pueblo de Sicuani es más grande que cualquier otro que hayamos pasado por este lado del Cuzco, y está construido de diferente manera. En la larga calle principal, que es atravesada por callejuelas pequeñas y estrechas, vimos muchas caras bonitas. La mayoría de las mujeres está en el mercado, comprando y vendiendo artículos - papas, pimientos, &a. Para un pueblo del campo, algunas de las casas tienen una apariencia muy respetable. Los criollos nos miran con un aire de sorpresa. A medida que avanzamos caminando, se muestran muy graves, tocan sus sombreros, y saludan cortésmente con una venia; pero al voltear repentinamente, uno los pesca riéndose y haciendo comentarios. Al principio nos llamaban franceses. Les decimos su error. Preguntan, "¿ingleses?" Al decirles norteamericanos, exclaman, con una expresión de sorpresa, "¡Oh! ¡California!" Un grupo de muchachos indios jugaba con trompos - una de las muy pocas cosas que nos hace recordar nuestro hogar.

Un aviso impreso, pegado en la esquina de la plaza, prohíbe la caza de vacuna (sic: vicuña) con trampas o armas de fuego, por orden del gobierno supremo. Cuando la gente junta la lana de la vicuña (sic), mata al animal, en lugar de esquilarlo y dejarlo nuevamente en libertad. Nos dijeron que era más fácil sacar el vellón cuando el animal estaba muerto. Como están disminuyendo en gran número, el gobierno las protege.

1 de noviembre.- A las 8 a.m., termómetro, 54º . Llovió durante la noche. Ahora las colinas están cubiertas de nieve. Después de salir del pueblo y vadear el río, continuamos por la orilla occidental del mismo. Al Llegar a un pequeño pueblo, nuestras mulas de carga pasaron de largo. Al avanzar cierta distancia, encontramos a un hombre, quien me dijo que el equipaje no estaba en aquel camino, y dimos la vuelta. Después de viajar cierto tiempo, repentinamente noté la falta de Paititi. Habíamos regresado sin llamarlo. Paititi se había convertido en una máscota, y ahora se le consideraba como uno más del destacamento. José regresó en busca de é1; pero nunca volvimos a ver a nuestro pequeño y valiente animal. El había vigilado nuestra tienda de campaña durante la noche, y librado nuestras batallas en el camino. También hacía amigos para nosotros; ya que tan pronto como la gente oía su nombre, quería conocer su historia. La gente de la montaña se interesa mucho en esas cosas; y cuando se enteraban de donde venía Paititi, se interesaban en el destacamento, y eran de lo más atentos luego de la presentación a través del perro. Perdimos un amigo.

La casa de Postas de Agua Caliente es la habitación más miserable que se pueda imaginar, está rodeada por unas cuantas ruinas de unas casas pequeñas. El atardecer es frío; las cimas de las montañas están cubiertas de nieve. Las mulas de la posta pastaban sobre el pasto grueso de la planicie o del desfiladero de las montañas. Desensillamos a nuestras mulas y las dejamos en libertad para ir con ellas; pero regresan a la puerta y buscan su cena habitual. Al maestro de postas, un indio anciano y pobre, se le persuadió con dificultad para que nos vendiera paja de cebada, que José encontró en el rincón de una ruina. Al haber oscuras nubes cúmulo cerca de nosotros, a medida que caña la Lluvia, granizo, y nieve desde el sureste, las mulas se quedaron temblando en la puerta. Afuera el paisaje es desolado, y adentro está miserablemente sucio y húmedo. Cinco perros de la posta flacos y hambrientos entraron descaradamente a nuestra casa a la hora de la cena. Uno de ellos llegó hasta meter su nariz en las alforjas de José. De inmediato, él contrató a un indio para que regresara al pequeño pueblo y buscara a Paititi durante la noche.

A poca distancia de la casa se observó un vapor que salía de un manantial en medio de los pedriscos. El aire estaba a 40º, y el agua del manantial a 122º. Dichas aguas calientes salen burbujeantes de la tierra como agua en ebullición en una olla, y es la cabecera del río por el cual hemos estado viajando. El agua caliente corre hacia el norte. Dicho manantial parece una pequeña máquina de vapor, trabajando con toda su fuerza, fabricando agua para uno de los brazos del extraordinario Amazonas. El agua que está al otro lado de la casa corre hacia el sur, rehusándose a convertirse en amazónica.

Aquí las cadenas de montañas de la Cordillera y del Ande se cruzan o vienen juntas. Al norte de este lugar elevado la cadena de montañas de los Andes es por lo general más baja que las Cordilleras. De aquí hacia el sur el orden de las cosas cambia. La cordillera oriental en Bolivia y Chile tiene más las características de la cadena occidental del Perú y el Ecuador. Tenemos entendido que hacia el sur la cadena occidental es más baja que la oriental.

Nuestra brújula se mueve tanto que aquí no nos sirve; por un momento se queda quieta con la punta que indica hacia el sur hacia abajo, y luego gira de nuevo rápidamente como si hubiera perdido la punta que indica el norte. La tierra está muy mojada y pantanosa. Los pequeños lagos cuyas aguas provienen de las nieves están llenos de patos silvestres, gansos y somorgujos negros. Cazamos un par de gansos blancos, que tenían la cola y las puntas de las alas negras, picos pequeños y cabezas grandes; el macho y la hembra ambos del mismo color.

El pueblo de Santa Rosa tiene una población de quinientos indios; es difícil decir de donde sacan provisiones, ya que ni una sola pulgada de esta parte del país está cultivada, tampoco observamos nada particularmente agradable en el clima.

Nuestra hora para partir en la mañana es a las seis; pero aquí el maestro de postas y el arriero* se fueron a orar; así que esperamos hasta las 9, cuando entramos a una puna, tan plana como un piso. Las montañas al hacerse pequeñas se transforman en colinas; unas ovejas están pastando en las planicies; cuando desayunábamos nuestro ganso asado a un lado de la senda, se presentó un indio cansado y le dijo a José que estaba muy hambriento; con un ala y una galleta, siguió a su manada de ochenta. llamas con mayor comodidad. Una vez le pregunté a un indio qué es lo que hacía cuando no tenía provisiones. El respondió pacientemente, "No comer".

Aquí y allí una cordillera de poca altura atraviesa la planicie de este a oeste; a medida que ascendemos una de ellas tenemos una vista ininterrumpida, salvo a lo lejos por los lados este y oeste, cuando hileras de poca altura de pequeñas colinas se extienden de norte a sur. En un pequeño arroyo que corre hacia el oeste cazamos un pato silvestre, y le dimos un golpe a una agachadiza. A medida que los truenos resonaban hacia el noreste, entramos cabalgando al pueblo de Ayavire (sic: Ayaviri), un pueblo de la puna. Todos los indios se ven elegantemente vestidos con una tela gruesa de color azul; las casas están limpias, pero son pequeñas, las calles son estrechas. En medio de las casas se levantan dos elevadas torres de iglesia, y hay una pequeña plaza al frente. Lo primero que notamos fue el silencio; ni siquiera se oía el ruido del casco de un burro sobre las calles pavimentadas.

Desmontamos en el patio del cura* del pueblo, y encontramos en la puerta, a tres jóvenes señoritas. Entregué a la mayor una carta abierta para que la leyera; el cura* no estaba en casa; la carta era de su hijo y hermano de ellas que estaba en el Cuzco, y fuimos bienvenidos. Habían acabado de comer en ese momento, sin embargo, nos sirvieron. Una sirvienta Llevó la carta al cura*, quien estaba cenando fuera de casa. Llegó un mensaje del gobernador invitándonos a unirnos a su fiesta; nos limpiamos el polvo con un cepillo, y las señoritas se arreglaron el cabello cuando caminábamos con ellas por el pueblo. En la casa del gobernador encontramos al anciano cura*, quien nos presentó al grupo que estaba en la comida. La presentación con todos fue después de la comida; los encontramos muy agradables. El cura* insistió en que bebiéramos un vaso de vino con cada dama que estaba en la habitación, lo cual fue una labor difícil, ya que había un buen número. Llevaron música y café a una habitación que estaba en otro lado del patio. El cura* era un hombre de facciones enjutas, alto y muy delgado, con una expresión sumamente agradable en el rostro. Durante la tarde fumó un promedio de un cigarro de papel cada diez minutos. Especialmente le gustaba bailar con una bonita joven de dieciséis años, a pesar de que él tenía casi sesenta. Llevaba el compás extraordinariamente bien; estaba Reno de vida y alegría mientras estaba con ella; pero cuando ella estaba ocupada en otras cosas, le divertía al grupo durmiéndose en su asiento. El recibía las risas y comentarios de las damás mayores con buen humor; al encender su cigarro con la vela y mirar en torno a la habitación al mismo tiempo, se quemó los dedos, lo cual perturbó a los músicos, y confundió el cotillón. En sus mejillas tenía dibujadas unas cavidades por trabajar tanto la hoja de tabaco, y había perdido todos los dientes de su cabeza, que era calva. Sin embargo, su sonrisa placentera, y maneras agradables superaban estos detalles, ya que indudablemente él gustaba a las muchachas. Sus tres hijas eran personas bien parecidas y tenían mucho de la alegría del anciano cura*. Una estaba casada con un minero, de quien ella dice que está ganando poco.

Hay unas cuantas minas de plata al noreste del pueblo, las cuales han sido abandonadas, a excepción de una o dos, de las que se extrae Poca plata. En la mañana visitamos la iglesia y vimos al cura* en sus vestiduras clericales. Un gran número de indios venía a reunirse con é1, bien vestidos de azul - su color favorito. Sus sombreros, hechos de pastos de la puna, y revestidos con tela azul, están forrados con tela de color escarlata. Aquí la población anda descalza. El pequeño pueblo está densamente poblado - aproximadamente mil quinientos habitantes -más no la planicie, y en muchos lugares parece un desierto. Cerca de Ayavire (sic) crece cebada, pero no produce grano. Desde el este, de un lugar cercano, y desde los valles ubicados entre las colinas que están hacia el oeste, traen papas y un poco de trigo a la plaza. No se puede cultivar maíz en estas planicies. Aquí, los animales principales son las ovejas; el ganado vacuno y equino es muy pequeño. La única vegetación espontánea es un pasto de la puna, grueso y de poca altura, que no es verde en lo mis mínimo.

4 de noviembre de 1851. - A las 3 p.m., termómetro 57º; termómetro húmedo, 52º. Lluvia, truenos y relámpagos caen por las cimas de las colinas; la lluvia se convierte en aguanieve, y las colinas están blancas, mientras que aparecen nubes después de la salida del sol. En la puna, el segador corta su cosecha y la deja sobre la tierra durante la estación seca; cuando la estación lluviosa comienza, planta nuevamente.

Un extraño viajero se detuvo frente a la puerta del cura*, en donde él y yo estábamos parados. Se intercambiaron los saludos del día, cuando siguió una larga pausa. Al ser invitado, el hombre desmontó, y un indio se llevó su caballo. La hija ordenó la comida; el hombre comió, fumó, durmió y se fue a la mañana siguiente al amanecer. El cura* dijo "así es como viajamos en este país; más de una vez he suplicado una comida y alojamiento para la noche en el camino. Nunca antes vi a ese hombre; es de Arequipa y va al Cuzco."

Una de las hijas del cura* tenía dolor de cabeza después del baile; se curó con una de nuestras sales de Siedlitz (sic: Seidlitz).

Viajamos a lo largo de un arroyo de lenta corriente que serpentea hacia el sur. Los corderitos se tambalean detrás de las ovejas hembras. Los indios de la puna usan gruesos chullos de lana. Esquilan a las ovejas al inicio de la estación Lluviosa, cuando plantan las papas. Diciembre es el primer mes de tormentas; ahora el cielo está del azul más claro e intenso; los días son cálidos, y las noches frías. Desmontamos para beber de un arroyo pequeño, y cazamos un par de patos. Cuando montábamos, la mula de José se asustó, pateó con una gran furia, se separó de él y corrió a través de la planicie, entre los rebaños y las pastoras; se despojó de las alforjas, de la escopeta, y de parte de la brida, pero volviendo al camino, se unió a las mulas de carga. Hace dos días, José fue arrojado de la manera más ridícula por encima de la cabeza de su mula. Cuando una mula se asusta, es casi imposible que un hombre pueda tenerse bien agarrado; usa toda su fuerza contra el jinete; y a pesar del poderoso bocado que se usa en este país, a menudo logra escaparse. Por lo general, José siempre encuentra algo que nos divierte durante el día, y su grave semblante hace que la escena sea de lo más risible.

El dueño de la posta. en el pequeño pueblo de Pucari era un juez. En la mañana, antes de nuestra partida se le presentó un caso. Dos indios riñeron por una propiedad, mientras celebraban el día festivo de la iglesia. Ambos bebieron demasiada chicha*; luego, la riña tomó un cariz más serio y fueron arrestados. Testigos de ambas partes entraron a la casa de postas; los hombres se quedaron de pie a lo largo de las paredes; uno por uno decían lo que sabían sobre el asunto. Luego llamaron a las mujeres. Las dos partes se sentaron una frente a la otra, cerca de la puerta. El juez interrogó a una; su respuesta suscitó una discusión general. Se pusieron muy violentos unos con otros. La escena se puso interesante. Cuando las indias tienen problemas, lloran y hablan a un velocidad tal, sin escuchar lo que se dice, que el juez manifestó que nunca podría encontrarle ni pies ni cabeza a su evidencia. El caso fue postergado.

En la puna no hay rocío durante la noche. A medio camino entre Pacará (sic: Pucari) y Lampa, el río Ayavire (sic) dobla hacia el este; es un arroyo pequeño, de aproximadamente quince yardas de ancho. Aquí el viento iba río arriba, y sobre la ladera. de la colina, y en las cañadas cercanas, había unos cuantos árboles enanos. La pequeña cuenca del río se extendía hacia el este; los vientos caen sobre el agua y chocan contra la colina que hay allí, y en ninguna otra parte observamos tal vegetación como la de las colinas que están cerca de estas mesetas de la puna.

El pueblo de Lampa tiene una población de aproximadamente cuatro mil habitantes. Los indios son de piel muy oscura; el sol intenso los quema durante el día, y en las noches frías se ahuman en sus casas, algunas de las cuales tienen techos de tejas, pero por lo general están techadas con pastos de la puna. Ni el calor del sol, ni el efecto del humo, ha encrespado o rizado hasta ahora su cabello. Lo Llevan largo y en un solo estilo, a la moda china. Muchos de ellos estaban cortando piedras, y preparándose para agrandar el tamaño de la iglesia, la cual, incluso ahora nos parece muy grande.

El subprefecto padecía de neuralgia, y muchos criollos sufrían de dolor de muelas y resfriados. Lampa es una especie de posada a medio camino entre Arequipa y Cuzco. Las recuas de mulas cargadas con manufacturas del extranjero, se detienen aquí para descansar procedentes de la costa.

Por primera vez herraron bien a todas nuestras mulas desde que las compramos en Lima. Hice un trato con el herrero de que no las azotarían en caso de que se negaran a quedarse quietas. Pensábamos que Rose patearía, pero se mantuvo tranquila. El herrero quería comprarla, y dijo que valía más de lo que costó en Lima, aunque aquí hay mayor abundancia de mulas. Cobró cuatro dólares por ocho herraduras. El hijo del hombre sujetaba la mula; su hija le pasaba los clavos, y su esposa cocinaba el chupe* junto a la fogata de la herrería. Ella hace vajilla de barro y él cucharas de plata; él es criollo y ella una mujer india. Una cuchara tenía la punta del mango aguzada. Después del desayuno, que tuvo lugar entre el herrado de las patas delanteras y traseras de Rose, la mujer se escarbó los dientes con el extremo aguzado de la cuchara; después de lo cual lo usó como alfiler para sujetar su chal o manto*, hecho usualmente de una tela gruesa de color escarlata, azul, o amarillo, cortado en forma de cuadrado, y en ocasiones adornado con hilo de seda blanco o de plata. Cuando hace frío se levanta sobre la cabeza, pero por lo general cubre sólo los hombros. El herrero era muy cortés, y parecía trabajar activamente. Su taller y su casa forman un solo lugar ubicado cerca de donde se detienen los arrieros*, de manera que lo llaman constantemente por herraduras. ¡Quería saber si es que no éramos alemanes!.

Las minas de plata de Palca, a siete leguas hacia el oeste de este lugar, son explotadas lucrativamente. No hay máquinas de vapor. Algunas de las minas antiguas contienen agua, pero se dice que son valiosas.

De Lampa a Crucero, la capital de la provincia de Carabaya, la distancia es de treinta y una leguas en dirección noreste. De Crucero parte una senda que pasa por una región abrupta, atravesando unos arroyos que corren por las montañas, hacia las minas de oro de Carabaya, ubicadas en el desolado monte que está sobre la ladera nororiental de las montañas, entre las cuales nacen los tributarios del Madre-de-Dios (sic). Hace muchos años se descubrió oro y se explotaron minas en Carabaya; no hace mucho, se han hecho nuevos descubrimientos, y más buscadores de oro tratan de conseguir allí sus fortunas. Al inicio de la estación seca trescientos indios quechuas parten a pie, con provisiones y ropa sobre sus espaldas, desde Crucero hasta las minas. El camino que está cerca de las minas es demasiado accidentado para una mula. Compañías de criollos emplean a estos indios para trabajar en las minas.

El oro se encuentra junto con el cuarzo y en vetas de polvo negro, que en ocasiones es oro en parte, y también en granos entre las arenas del río. Me contaron que uno de los lavaderos* llamado "Alta Gracia", explotado el año pasado de mayo a diciembre, por 150 hombres, produjo ciento veinticinco libras de oro.

Construyen pavimentos, en los lechos de los arroyos, de cinco yardas cuadradas, los cuales se inundan en la estación Lluviosa, y el oro se deposita a veces en una cantidad de cinco onzas, siendo separado de la arena mediante el lavado en la estación seca. Los hombres sufren un poco por las enfermedades y al exponerse; las provisiones son muy escasas, teniendo que Llevar cada hombre lo suficiente para que le alcance durante la estación, ya que la región está despoblada y sin cultivar. Los especimenes que vimos estaban en terrones de una a dos onzas cada uno, y guardaban un gran parecido con el oro de California. Tengo entendido que algunas personas han perdido dinero al depositar demasiada confianza en los informes exagerados acerca de las riquezas de estas minas de Carabaya. El gasto es muy grande. Los jornales de los indios que trabajan es de cincuenta. centavos diarios, además de provisiones. Ellos recibieron veinticinco centavos diarios por construir la iglesia de este pueblo, en donde gozan de salud con sus familias, y viven una vida cómoda. En las minas el clima es caluroso.

Aquellos que se quedan hasta el final de la estación están en peligro de quedar atrapados en el lado oriental de los arroyos que son infraqueables cuando se desbordan. Durante el año, de diciembre a mayo las minas no son explotadas; ellos están empezando a salir ahora. En. Carabaya se encuentra corteza peruana.

6 de noviembre.- A las 6.30 p.m., termómetro, 52º; termómetro húmedo, 45º Un arroyo pequeño corre hacia el sureste cerca del pueblo, sobre el cual hay un puente de piedra bien construido. Seguimos a lo largo de la ribera oriental. En la planicie que está hacia el sur pensamos haber visto una capa de agua, Pero fue la refracción, que parecía elevar las colinas; se veían como islas. La región está más cultivada a medida. que avanzamos hacia el sur, y el ganado es más numeroso. Encontramos casi la misma vegetación seca y quemada, y los mismos caminos polvorientos, aunque el aire se siente lo suficientemente húmedo como para. campos verdes de pastos.

Al detenernos en el pequeño pueblo de Juliaca, construido de adobe, y que como de costumbre tiene una iglesia grande, cambiamos nuestras mulas de carga. Pasamos la noche en Caracota (sic: Caracoto), y cambiamos de mulas nuevamente en Pancarcolla (sic: Paucarcolla). A nuestra izquierda avistábamos las aguas de color azul intenso del Titicaca, gran lago del sur. El viento del este agitaba sus aguas; las olas coronadas de espuma blanca nos hicieron recordar la zona de vientos alisios del océano. Grandes islas áridas obstruyen nuestra vista; no se veían Árboles ni arbustos; el único ser viviente a la vista fue una llama, buscando alimento entre las rocas caídas que estaban sobre las colinas improductivas. El paisaje es desolado y extremadamente silencioso. Nuestra única vista estaba hacia el sureste, en donde veíamos una superficie de isla tras otra, con unos picos que les servían de fondo.

El viento es frío, y los abrasadores rayos de sol queman completamente la misma piel. Nuestros velos verdes se vuelan con tal insistencia de nuestros sombreros de paja que guardamos en el bolsillo las cosas molestas. Los indios que están en el camino son muy corteses. Tenemos entendido que es una costumbre entre ellos saludar a aquellos que vienen del Cuzco primero, con lo cual demuestran respeto hacia su antigua capital.

Hay grandes diferencias en los rostros de los indios, particularmente entre las mujeres. Algunas de ellas parecen negras, tienen labios gruesos, narices chatas, y una expresión estúpida en los ojos. Otras se ven despiertas, inteligentes y vivaces. Desde el pómulo el rostro se estrecha uniformemente hasta la barbilla. La nariz es pequeña, recta y puntiaguda; los labios son delgados. De tener alguna la sangre de Manco Cápac (sic), dudo si lo saben. Algunas de ellas son muy parecidas a las naturales de Shangai, mientras que otras son más altas. Por lo general caminan juntas, yendo las mujeres de edad detrás de ellas. Los hombres andan entre sí, y es notable en ellos su aire de familia. Todos parecen serios, de buena conducta, y siempre están sumamente interesados en cualquier cosa en la que puedan estar ocupados, hacen que el trabajo sea siempre tan trivial. Nunca parecen tener prisa. Inician su trabajo antes de la salida del sol, y lo llevan a cabo hasta la puesta del sol, siempre que no haya interferencia. de chicha*, la cual en ocasiones los retiene en el camino, hasta después de que oscurece. En tales casos, lo más probable es que ciertos sentimientos desagradables hayan sido borrados.

Vi el encuentro de dos indios que tenían una dificultad. Uno estaba sumamente ofendido, mientras que el otro, consciente de haber cometido un agravio, quería enmendarse. Compró una taza de chicha*, y le suplicó al otro que la bebiera. Durante algún tiempo éste rehusó, hasta que la esposa del otro lo persuadió. En el momento que la tomó, en sus rostros aparecieron sonrisas, y se olvidó el problema. Cuando hay mala voluntad entre ellos, están callados, y su odio está tan profundamente arraigado, que únicamente al presenciar un arreglo es que uno se convence de sus fuertes sentimientos. Son veraces, honrados y respetuosos el uno con el otro; no son afectados. En ellos se encuentran puras una amabilidad y cortesía desinteresadas. A menudo nos divertimos observando las escenas de galanteo, cuando quienes están en edad casadera viajan por el camino. Un recato excesivo al encontrarse con otros acompaña invariablemente tanto al hombre como a la muchacha. Los hombres se ríen del hombre y le gastan bromas, mientras que las mujeres de edad regañan a la muchacha, y parecen estar eternamente en contra de los casamientos.

Al rodear una colina, y descender una cañada, llegamos a una entrada en forma de arco, y entramos a la ciudad de Puno. Es un lugar árido, polvoriento, y de apariencia aburrida, de aproximadamente cinco mil habitantes, y es la capital del departamento del mismo nombre, que tiene una población de 245,681 habitantes. El pueblo está ubicado aproximadamente a un cuarto de milla de la orilla occidental del Lago Titicaca. El terreno que va hacia el lago es un pantano verde y piano, con un largo muelle de piedra que sobresale en el agua, al extremo del cual se encuentran unas cuantas lavanderas, y algunas balzas (sic: balsas) ancladas. Al entrar a la plaza, el capitán de la policía preguntó de donde veníamos, y cortésmente nos guió hasta la prefectura*.

Había muchos oficiales en uniforme, y soldados paseándose perezosamente por el pueblo. Aquí había un aspecto belicoso. Desde Lampa habían sido enviados recientemente dos batallones adicionales de tropas, al haber presentado los comerciantes denuncias acerca de cantidades de "dinero falso" acuñado e introducido al país desde Bolivia.

El prefecto era un coronel del ejército. En su mesa a la hora de la comida, predominó el tema de la guerra. En la mesa había dos tipos de vino - uno peruano, el otro extranjero; aquellos que preferían el primero eran alabados por su patriotismo, y recibían una invitación adicional del prefecto para tomar otro vaso. La mesa estaba bien abastecida con carne de res, de carnero y papas. La yuca* era considerada una exquisitez; el pan de trigo era escaso. Aquí vimos lo que antes habíamos visto durante el rancho de un guardia marina - un hombre comiéndose astutamente la ración de otro hombre. Las cabezas de lechuga son de buen tamaño.

10 de noviembre de 1851.- A las 12.30 p.m., termómetro, 54º. El viento sopla desde el este diariamente, durante todo el año; comienza. al salir el sol; y se calma a la puesta del sol. Ligeros vientos del oeste soplan a veces durante la noche. En esos casos, las estrellas y la luna brillan claramente; de lo contrario, las noches están encapotadas, y siempre frías. Las mañanas son como nuestras primaveras; el sol del mediodía es; cálido. No hay ni rocío ni escarcha, aunque el viento sopla sobre la superficie del lago. Cerca de los arroyos cuyas aguas provienen de los manantiales y que se encuentran en las laderas de las colinas se forma hielo.

Desde una isla que se ve desde Puno, los indios traen verduras para vender. En ocasiones; traen pescados pequeños. Del fondo recogen guijarros negros y redondos, y junto con los cóndilos de las ovejas, los venden para pavimentar los patios de las casas del pueblo. Los indios navegan el lago en balsas o botes, hechos del junco del lago, que constituye el material tanto para el Casco Como para las velas. Sólo pueden hacerse a la vela con un viento apacible. Siempre es apacible al ir a vender en el día, y en ocasiones es favorable en la noche al regresar a casa. La salida se realiza contra vientos adversos impeliendo la embarcación con pértigas sobre los alfaques.

El color del agua cerca de la orilla y los bajos es verde, como el agua del mar. Cuando es profunda, es azul. La superficie del lago frente a Puno está casi cubierta de tallos de junco muertos. Entre ellos, unos cuantos patos silvestres se están alimentando. El hedor que se desprende es desagradable. El agua no se utiliza para beber en el pueblo, aunque el lago Titicaca no es un lago de agua salada, Como se supuso en un tiempo.

La estación Lluviosa empieza aproximadamente a mediados de diciembre, y termina a mediados de abril, cuando es probable que la profundidad del lago haya aumentado un pie. Esa es la opinión de personas inteligentes de Puno, aunque no se sabe de alguien que haya medido la diferencia de altura entre la estación húmeda y la seca.

En el lago hay una pequeña goleta, que pertenece a Bolivia. El capitán me dijo que nunca encontraba más de treinta brazas de agua; por lo general mucho menos. En algunos lugares las aguas son tan poco profundas que sólo hay espacio para empujar una balsa por entre los juncos. Las aguas mis profundas se encuentran en el lado oriental o boliviano.

Este lago tiene aproximadamente cuarenta. millas de ancho, y ochenta millas de largo. Por la apariencia de la llanura que encontramos en el lado septentrional del lago, juzgarnos que en un tiempo fue mucho más largo y profundo.

En la estación Lluviosa los ríos se cargan con tierra de las montañas de los alrededores, la cual al desembocar en el lago, se asienta, y el agua se desborda, dejando atrás su carga de tierra; y así el trabajo ha ido continuándose desde épocas inmemoriales. Este gran lago se está llenando gradualmente; las aguas se están haciendo menos profundas cada año; finalmente habrá un único río corriendo por lo que, en épocas futuras, puede Llamarse Valle del Titicaca.

Las tormentas que vienen del este golpean las laderas orientales; de las montañas que los rayos de sol queman volviéndolas polvo en la estación seca. No hay tierra herbosa o vegetación que proteja la tierra de las fuertes Lluvias, las cuales la arrastran mucho más que en el lado occidental.

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