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CAPITULO XVI

Santarem-Población-Comercio-Río Tapajos-Cuiaba-Región diamantífera-Relato de los indios del Tapajos.

Santarem, a cuatrocientas sesenta millas de la desembocadura del río Negro y a seiscientas cincuenta millas del mar, es el pueblo más grande de la provincia, después de Pará. Según datos oficiales tiene cuatro mil novecientos setenta y siete habitantes libres, (ochenta y siete son extranjeros) y mil quinientos noventa y un esclavos. En el año 1849 hubo doscientos ochenta y nueve nacimientos, cuarenta y dos muertes y treinta y dos matrimonios.

Yo calcularía la población de Santarem aproximadamente en dos mil almas. En los datos oficiales, todos los pobladores de las plantaciones de cacao en millas a la redonda y todos los tapuios ocupados en la navegación del río, están incluidos en las cifras. Creo que éste es el caso de todos los pueblos y así el viajero se sorprende con frecuencia al encontrar un cálculo tan alto de personas donde él sólo ve poca gente.

Se dice que entre las clases más pobres de los habitantes, hay bastantes casos de elefantiasis y lepra. No visité sus hogares que generalmente se encuentran en la playa más arriba del puerto y por lo tanto, no vi nada de esto; tampoco ví mucha pobreza o miseria.

Hay signos de mayor civilización en un monumento de mármol del cementerio y en una mesa de billar. Las casas están arregladas cómodamente, aunque creo que todavía todos duermen en hamacas. Las cabalgatas por los alrededores son agradables, las vistas pintorescas y los caballos buenos. Se puede obtener un caballo aceptable y con buenos frenos por setenta y cinco dólares; apacentan en las calles y en las afueras del pueblo y se les alimenta con maíz.

Hay una iglesia (una de las torres se derrumbó hace poco) y dos o tres escuelas primarias. Todos los caballeros usan relojes de oro y aspiran una gran cantidad de rapé. No logré conseguir estadísticas del comercio actual de Santarem, pero un estudio de los siguientes cuadros proporcionados por el Sr. Gouzennes, el inteligente y caballeroso vicecónsul de Francia, nos mostrará el aumento de las exportaciones del lugar en los tres años entre 1843 y 1846.

Estos cuadros muestran el tonelaje y carga de las naves que llegan a Santarem durante tres meses de cada año.

El Sr. Gouzennes me dio el cuadro correspondiente a 1843 y al Sr. Castelnau, el cuadro de 1846. También me entregó una carta para el Sr. Chaton, el cónsul francés en Pará, pidiéndole a este caballero que me proporcionara sus cuadros del último año (1851), pero éstos habían sido enviados a Francia.

 
Tres meses de
Tres meses de
1843
1846
Número de tripulantes  
300
362
Tonelaje  
647
1,287
Pescado
arrobas
5,537
6,402
Peixe?boi**
75
????­
Estopa
430
478
Alquitrán
64
933
Tabaco
499
3,352
Cacao
12,808
19,940
Zarzaparrilla
665
4,836
Clavos
226
998
Guaraná
94
457
Café
369
512
Algodón
24
226
Cumarú (frijoles Tonka)
----
47
Carajurú
2
75
Castanhas**
alqueires
1,206
3,709
Farinha**
2,428
1,384
Aceite de copaiba
potes
427
3,056
Aceite de huevos de tortuga
420
 
Aceite de andirobá
11
29
Cueros
 
----
664
Bueyes
 
100
85
Soga de piassaba (sic)
pulgadas
----
1,970

 

Aunque no tengo medios para hacer un juicio certero, creo que las importaciones de Santarem no aumentaron en la misma medida entre los años 1846 y 1852. Unos cuantos de estos artículos (como el algodón, café, una parte del tabaco y la farinha**) se consumieron probablemente en Santarem. El resto se embarcó hacia Pará para su consumo o exportación.

La disminución del consumo de farinha** es significativa y muestra un aumento del consumo de harina de los Estados Unidos.

El capitán Hislop, un viejo escocés residente de Santarem y quien ha comerciado bastante con Cuiabá, en la provincia de Matto Grosso, me proporcionó la siguiente información sobre el río Tapajos y su conexión con el Atlántico, por medio de los ríos Paraguay y " Plata.

De aquí al puerto de Itaituba, el río es navegable durante quince días para grandes embarcaciones y en contra de una fuerte corriente. La distancia es aproximadamente de doscientas millas. A partir de Itaituba, el río es navegable para botes de seis u ocho toneladas, impulsados por remos, botadores o remolque. Hay que pasar unos quince o veinte caxoieras** o rápidos, donde se tiene que descargar el bote y transportar las cargas en las espaldas de la tripulación. En uno o dos de estos, el bote tiene que ser transportado por tierra.

El viaje al puerto de partida de la navegación en el río Preto, un afluente del Tapajos, dura casi dos meses. En este lugar hay mulas que transportan la carga quince millas hasta el poblado de Diamantino, ubicado en las tierras altas que dividen las nacientes de los ríos que van hacia el sur de aquéllas de los ríos que van hacia el norte y que en este punto se acercan bastante.

Estas tierras altas son ricas en diamantes y minerales. Vi algunos que el capitán Hislop tenía. El polvo de oro es aparentemente igual en calidad a la que vi en California.

De Diamantino a Cuiabá hay una distancia de noventa millas; el camino que cruza el río Paraguay, que allí, en algunas temporadas está casi seco y lodoso y que en otras es rápido y profundo, es peligroso para el paso de mulas.

Hace algunos años se descubrió un paso por tierra más corto entre las nacientes de los ríos del norte y del sur.

Al ascender el Arinos, un río que desemboca en el Tapajos, (abajo de la desembocadura del Preto), se llegó a un lugar, a unas dieciocho millas, por un paso por tierra de un punto navegable del río Cuiabá, arriba de la ciudad. Durante estas dieciocho millas, el bote fue jalado por bueyes (demostrando que el pasaje no es ni muy alto ni escarpado) y se le lanzó al agua en el Cuiabá, que de aquí es navegable hasta la ciudad.

Esto fue hace unos tres año, pero por alguna razón, el comercio todavía se transporta por la antigua ruta del Preto y por el camino de acarreo de ciento cinco millas hasta Cuiabá.

Una vez una persona intentó descender por el San Manuel, un río que nace en las mismas tierras altas que el Preto y el Arinos y que desemboca en el Tapajos, mucho más abajo de éstos; pero encontró tantos obstáculos en la navegación, que perdió todo menos la vida.

El paso de Diamantino a Santarem dura casi veintiséis días.

Cuiabá es un pueblo floreciente casi de diez mil habitantes, ubicado sobre el río del mismo nombre, que a partir de allí es navegable para grandes embarcaciones hasta su confluencia con el Paraguay, río que está libre de obstáculos hasta el océano. Es el pueblo principal de la rica provincia de Matto Grosso. Recibe sus provisiones de Río de Janeiro; los artículos más ligeros de comercio y lujo por tierra y los artículos más pesados, como los que no pueden transportarse en mulas durante una gran distancia, por esta ruta del Tapajos. Estos son principalmente sal, hierro, artículos de fierro, vinos, licores, armas, loza y guaraná, los cuales gustan muchísimo a la gente del lugar.

En Cuiabá, la sal de San Ubes o Portuguesa, cuesta trece dólares y medio el panero* de ciento ocho libras. Sin embargo, recientemente se ha descubierto sal en el fondo y orillas de un lago en Bolivia, cerca del río Paraguay. Esta pasa por un proceso para extraerle las impurezas y luego se vende a cuatro dólares el panero*.

Cuiabá paga en diamantes, polvo de oro y cuero por estos productos. Como ya he dicho, la región diamantífera se encuentra en los alrededores del poblado de Diamantino, ubicado en las tierras altas que dividen las nacientes de los tributarios del Amazonas y de La Plata. El Sr. Castelnau visitó esta región y tomó los siguientes extractos de su relato. El dice:

"Las minas de oro y especialmente aquéllas de diamantes, a las que la ciudad de Diamantino debe su fundación e importancia, parece que ya se conocían desde la época en que los Paulistas realizaron sus primeros asentamientos en la provincia de Matto Grosso; pero, durante el gobierno portugués, se prohibió trabajar las minas de diamantes bajo penas muy severas."

"Una fuerza militar ocupó los distritos diamantíferos y vigilaba a los esclavos de la Corona que trabajaban en la búsqueda de este preciado mineral. Cada persona que encontraba una de estas piedras tenía que enviarla a la Superintendencia de diamantes en Cuyabá, por lo que recibía una pequeña recompensa; en cambio, hubiera sido severamente castigada si se descubría que se adueñaba de ella. «

"En esta época, en todo el Brasil, tanto el comercio de diamantes como su extracción, estaban estrictamente prohibidos a todos, excepto a los agentes especiales nombrados por el Gobierno para este propósito."

"Después del gobierno de João Carlos, de quien ya hemos hablado, el comercio se aceptó más o menos, luego fue completamente libre."

» Si como me han asegurado, las leyes que hasta ahora han gobernado esta rama de la industria no han sido legalmente revocadas, al menos han caído por completo en desuso. Los habitantes de Diamantino sólo lamentan que la prohibición del comercio de esclavos haga imposible la obtención de ganancias gracias a la riqueza de la región. ."

"En 1746 por primera vez se encontraron diamantes muy valiosos en Matto, Grosso y pronto se descubrieron en grandes cantidades en el riachuelo de Ouro. El gobernador, Manuel Antunes Nogueiza, pensando tomar posesión de esas tierras para el beneficio de la Corona, expulsó a los habitantes de allí. La hambruna causó grandes estragos entre los desdichados que se vieron privados de sus casas."

"Desde aquel entonces parece que la región ha sufrido todos los males. Luego vino una gran sequía, a lo que siguió un terrible terremoto el 24 de setiembre de 1746. No fue hasta el 13 de mayo de 1805 que se permitió a los habitantes tomar posesión de sus propiedades, pero con la condición de que enviaran a la Corona, bajo penas severas, todos los diamantes que encontraran."

"En 1809 un mandato real estableció en Cuyabá una junta* diamantífera."

"El oro y diamantes, que en esta región siempre están unidos, así como en muchas otras, se encuentran especialmente en los numerosos cursos de agua que la surcan, así como en la totalidad del territorio."

Después de las lluvias, los niños de Diamantino buscan el oro que hay en la tierra incluso en las calles y en el lecho del río Ouro, el cual, como dije, pasa por la ciudad y generalmente recolectan el valor de una o dos patacas (de ocho a quince granos), peso del Brasi."

"Se cuenta que un negro que cosechaba verduras en su huerta, encontró un diamante en la tierra enredado con las raíces. También se dice que poco antes de nuestra llegada a Diamantino, un muletero al arrastrar una estaca por el suelo para amarrar sus mulas, encontró un diamante del peso de una demioitava** (casi nueve quilates). El último hecho sucedió en la chapada** (meseta) de San Pedro."

"Hemos escuchado afirmar que a veces se encuentran diamantes en los estómagos de las aves."

"Parece que los ríos Diamantino, Ouro y Paraguay ya se han agotado completamente. El río Burité todavía da muchas piedras, pero el río Santa Anna, como quien dice, está todavía virgen, y a pesar de la increíble cantidad de diamantes que se ha extraído de él, parece que no ha perdido su riqueza original."

"Sin embargo, parecería que la caza de diamantes no es tan productiva como se cree ya que citan, como muy notable, el resultado obtenido por un español de nombre don Sim6n, quien en cuatro años (sólo trabajando, es cierto, en la temporada seca con doscientos esclavos) juntó cuatrocientas oitavas** de diamantes (casi siete mil quilates). Se vio obligado a abandonar el trabajo porque perdió muchos esclavos a causa de la fiebre pestilente que reina en la región diamantífera y especialmente en las orillas del río Santa Anna. Antes de partir, llenó hasta el tope los lugares de donde había extraído las piedras."

"Después otro individuo encontró ochenta oitavas** de diamantes en un lugar aislado del río."

"Se dice que el diamante más grande extraído del Santa Anna, pesó tres oitavas** (aproximadamente cincuenta y dos quilates). Esto fue hace muchos años y no saben a qué precio se le vendió."

"Afirman que las piedras que se extraen de este río son más bellas que aquéllas de las otras localidades diamantiféras y que hay personas en el comercio que pueden notar la diferencia.."

"Parece que los habitantes de Diamantino creen que todavía se encuentran bajo las leyes portuguesas en lo que respecta a los diamantes y oro, por ello me fue muy difícil obtener información exacta sobre las cantidades de estos dos minerales que se exportan cada año de este distrito. Sin embargo, al reunir la información más veraz, hemos podido formar el siguiente cuadro que presenta las cantidades aproximadas en diamantes que se extrajeron de la región de 1817 a 1845, así como la fluctuación de precios y número de esclavos empledos. »

"A esto añadimos el valor de los esclavos."

"En la época de nuestro viaje alrededor de dos mil personas, de las cuales ochocientas eran esclavos, estaban empleadas en este tipo de trabajo."

Años Precio de las oitavas** de piedras surtidas
Número de oitavas** encontradas en el año
Número de esclavos empleados
Vlor aproximado de cada esclavo
1817
$ 20
600
1,500
$ 125
1820
30
5* 600
1,500
125
1825
30
5* 600
1,500
125
1830
30
300
1,500
125
1834
60
300
1,500
125
1838
75
300
1,200
150
1840
100
250
...,900
200
1844
125 a 150
200
...,800
300

"En 1817 una piedra de una oitava** se vendía a doscientos dólares."

"El oro tuvo los siguientes precios por oitava**."

"Vemos que los precios del diamante y el oro han aumentado desde 1817.

Esto se debe a tres causas."

"1ro. La disminución del número de esclavos africanos, a consecuencia de las leyes en contra del tráfico de esclavos."

"2do. La disminución de la cantidad encontrada."

"3ro. La fama que progresivamente ha adquirido esta rica localidad y que atrae más personas."

"Actualmente el vintem (1) de diamantes en piezas muy pequeñas tiene un valor comercial de cuatro dólares y medio a cinco. Una piedra de una demi-oita-va** ahora tendrá un valor de doscientos a trescientos dólares, de acuerdo a su belleza. Una piedra de una oitava** tendrá un valor de setecientos cincuenta dólares.."

"Hace dos o tres años una piedra de tres cuartos de oitava** se vendía a cuatrocientos dólares y otra del mismo peso a quinientos."

"Ahora escasamente se encuentran más de doscientas oitavas** de diamantes per annum y sólo dos o tres piedras de una demi-oitava** o más."

"El hombre más rico de Diamantino tenía en su posesión doscientas oitavas** de diamantes al momento de nuestro viaje."

"Los esclavos venden los diamantes que roban en dos y dos dólares y medio por vintem**; pequeños y grandes, indiferentemente."

"Para resumir: Después de las investigaciones que hice en los lugares, me parece probable que la cantidad de diamantes extraídos de Diamantino y de Matto Grosso suma, desde el descubrimiento por los Paulistas hasta el presente (1849), aproximadamente sesenta y seis mil oitavas**; se debe recordar que en esta suma se incluye un gran número de piedras grandes."

"Al calcular el valor medio de la oitava** en ciento veinticinco dólares, llegamos a un total aproximado de ocho millones doscientos cincuenta mil dólares. Es correcto agregar a esta suma aquélla de los diamantes extraídos de la cuenca del río Claro. Aunque este último da muy poco actualmente y se encuentra muy lejos de lo que era bajo el gobierno portugués, no lo puedo estimar en menos de catorce mil oitavas**, con un valor de un millón setecientos cincuenta mil dólares.."

«Así el monto de diamantes extraídos hasta el presente de la provincia de Matto Grosso sumará alrededor de ochenta mil oitavas**, a un valor de diez millones de dólares."

"No dudo que esta región suministre algún día, si se le somete a una exploración bien organizada, una cantidad infinitamente más grande. Desafortunadamente, como ya dijimos, la búsqueda de estas piedras está acompañada de un gran peligro y estoy seguro que estas chucherías de vanidad humana ya le costaron, sólo al Brasil, la vida de más de cien mil seres humanos."

El Sr. Castelnau ha dado el valor de los diamantes y el oro en moneda portuguesa, el reis y de vez en cuando en francos. Al cambiar los reis a dólares, he calculado el dólar a dos mil reis. Cuando dejé Brasil, el dólar español tenla un valor de mil novecientos veinte reis y el mejicano, mil ochocientos; así que mis valores están por debajo del límite, pero quizás halla menos margen de error en éste que en cualquier cálculo que Castelnau pudiera hacer a partir de su información.

Uno se dará cuenta al instante por estos cálculos, que la búsqueda de diamantes es improductiva como negocio. Pero ésta, como cualquier operación minera, es una lotería. Un hombre en la región diamantífera puede encontrar de casualidad una fortuna en cualquier momento y sin invertir un dólar, pero las oportunidades están terriblemente en su contra. Yo confiaría más en el suministro de los mineros con las necesidades y lujos de la vida, ya sea durante el largo viaje por tierra Rio Janeiro (sic) o durante el tedioso y difícil ascenso del Tapajos.

Al hablar de este comercio, el Sr. Castelnau dice que al cambiar un artículo de mercadería por otro, la diferencia de su valor en Pará y en Diamantino es de ochocientos cincuenta por ciento, durando ocho meses el viaje de ida y vuelta entre estos dos lugares; pero que las ganancias para el comerciante no se pueden establecer debido a la enorme diferencia del valor de la mercadería entre el lugar donde se adquiere y el que se vende. Calcula los gastos de un bote de nueve toneladas (el más grande que puede ascender el río) en ochocientos ochenta dólares. Su carga, que se compra en Pará, allí sólo cuesta trescientos cincuenta y cinco dólares; así, cuando llega a Diamantino, cuesta mil doscientos treinta y cinco dólares, disminuyendo las ganancias para el comerciante en casi doscientos cuarenta y cuatro por ciento.

No encuentro en el cálculo de Castelnau sobre los gastos de una canoa, el trabajo y tiempo empleado en cambiar la carga de la embarcación grande al bote en Santarem. Esto eliminaría probablemente el cuarenta y cuatro por ciento extra, dejando una ganancia líquida de doscientos. Esto sucede en el viaje hacia arriba. De regreso, su cargamento de cueros, con el polvo de oro y diamantes que ha podido comprar, le dará también al comerciante cien por ciento de su inversión original, aumentado por sus ganancias.

Supongamos que un hombre envía un cargamento desde Pará, lo que le cuesta trescientos cincuenta dólares. Su doscientos por ciento de ganancia líquida en Diamantino ha aumentado esta suma a mil cincuenta. El cien por ciento sobre esto, la carga de regreso, convierte finalmente esta cantidad en dos mil cien dólares; así se embolsa una ganancia neta de mil setecientos cincuenta dólares, obteniendo una ganancia de quinientos por ciento en ocho meses.

Aunque según la información que tenemos del Tapajos, parece no haber ninguna posibilidad de que el vapor pueda llegar a la región diamantífera por ese río, aun así no dudo que llegue a ella por los ríos Plata, Paraná y Paraguay. Si se diera el caso y si el Brasil fuera magnánimo y abriera la región diamantífera a todos los que llegasen y los incentivase a venir con promesas de protección y privilegios, creo que éste sería uno de los lugares más ricos del mundo y creo que el Brasil obtendría enormes ventajas de tal medida.

Actualmente el lugar está escasamente poblado y las necesidades de la gente son muy pocas como para darle al comercio (tan lucrativo como parece ser en pequeña escala) algo de importancia.

En una época el capitán Hislop monopolizó casi todo el comercio del Tapajos. Me contó que hace algunos años enviaba anualmente a Cuiabá, bienes por un valor de quince o veinte mil dólares y supone que todos los demás comerciantes** juntos no enviaban tanto. Se lamenta, como lo hacen todos, del sistema crediticio y dice que los cuiabanos ahora le deben veinte mil dólares.

Ahora el comercio es casi nulo. Los cuiabanos vienen ellos mismos para conseguir sus provisiones, por las cuales pagan principalmente en cuero.

Trabé amistad con varias personas simpáticas en Santarem. Una de las más agradables fue un joven ingeniero y arquitecto francés, el Sr. Alphonse Maugin De Lincourt, con quien estoy en deuda por algunos presentes valiosos, por la conversación tan interesante y por las siguientes notas de un viaje por el Tapajos, las cuales estoy seguro serán interesantes ya que describen los hábitos y costumbres de las tribus indias que viven en las orillas de ese río.

Fragmentos de los viajes de Itaituba a las cataratas del Tapajos y al territorio de los indios Mundrucus y Maués.

"Tan pronto como el brasileño _____(2) (la autoridad principal del pequeño puerto de Itaituba) me facilitó unos indios y una pequeña canoa, llamada en la región canoa de caxoeiras, dejé este lugar con el propósito de visitarlas grandes cataratas del río Tapajos.."

"Yo era el único blanco entre nueve indios, ninguno de los cuales podía entenderme, a excepción del cazador indio. No puedo expresar lo que sufrí en un principio al encontrar mi vida a su merced. El bote, bajo los esfuerzos de estos nueve paganos, tenía el movimiento más parecido al de una flecha que al de un bote ascendiendo en contra de la corriente de un río. »

"Al buscar sólo las cataratas principales del Tapajos, pasamos sin detenernos por aquéllas del Tapacura Assu y del Pracau y continuando nuestra ruta hacia las grandes, llegamos allí al día siguiente, sin encontrarnos con nada que valiese la pena contar. ."

"Allí cambió la escena. El río ya no es más el calmado Tapajos que lentamente se mueve hacia el Amazonas, es el espumeante Maranhão, la primera catarata del estrecho y profundo Caxoeira das Furnas, es la rugiente y terrible coata, cuyas corrientes cruzan y vuelven a cruzar y convierten en polvo todo lo que cae en sus negras rocas."

"Pasamos todo en un mismo día. Sentado inmóvil en el medio de la canoa, continuamente cerraba mis ojos para evitar ver los peligros de los que escapaba o los peligros que quedaban por encontrar."

"Los indios remando algunas veces con sus pequeños remos, otras usando sus largos bastones revestidos de fierro, o empujando el bote mientras nadaban o cargándolo en sus espaldas, me desembarcaron finalmente en la otra orilla del Caxoeiras.

"Al llegar al pie de la quinta catarata, los indios dudaron un momento y luego remaron hacia la orilla. Mientras que unos estaban ocupados encendiendo una fogata y los otros colgando las hamacas en los árboles del bosque, el cazador tomó su arco y dos flechas y tal es la abundancia que hay en estos territorios, que un momento después regresó con pescado y tortugas."

"Los indios, agotados por el trabajo del día, no fueron capaces de hacer guardia esa noche. Yo fui centinela, pues estas orillas están infestadas de tigres panteras. Al caminar a lo largo de la playa para no dormirme, fui testigo de un y espectáculo singular, pero muy común (como me dijeron los habitantes). Un enorme tigre estaba echado sobre una roca a nivel del agua, casi a cuarenta pasos de mí. De rato en rato golpeaba el agua con su cola, al mismo tiempo que levantaba una de sus patas y atrapaba peces, casi siempre de gran tamaño. Estos últimos, engañados con el ruido y confundiéndolo con la caída de una fruta (las que les gustan mucho), se acercan sin sospechar y pronto caen entre las garras del traidor. Quise disparar pues tenía un arma de dos cañones, pero estaba solo y si fallaba mi tiro en la noche arriesgaba mi vida, pues el tigre americano, herido leve o mortalmente, reúne sus últimas fuerzas y se lanza de un solo salto sobre su adversario.."

"No lo interrumpí y cuando estuvo satisfecho se fue. Al día siguiente pasamos la difícil y peligrosa catarata de Apuy. Se cargó la canoa de roca en roca y yo seguí a pie por el bosque."

"Cuanto más avanzamos por estos lugares desiertos, tanto más la naturaleza se torna fructífera y pródiga; pero donde la vida sobreabunda, el mal también abunda. Desde la salida hasta la puesta del sol, nubes de insectos aguijoneantes ciegan al viajero y lo vuelven loco por los tormentos que le producen. Tome un puñado de la arena más fina y arrójesela sobre su cabeza y entonces tendrá sólo una vaga idea de la cantidad de estos demonios que desgarran la piel.."

"Es verdad que estos insectos desaparecen de noche pero sólo para dar paso a otros aún más temibles. Grandes murciélagos (verdaderamente, vampiros sedientos) literalmente atestan los bosques, se adhieren a las hamacas y cuando encuentran una parte del cuerpo descubierta, se quedan allí cómodamente y chupan la sangre.."

"En una estación que los indios llaman Tucunaré cuoire, donde pasamos la noche, uno de estos animales mordió a uno de los indios mientras dormía, por lo que este último se despertó sumamente débi."

"En el mismo lugar, los caimanes eran tan numerosos y temerarios, y el ruido que hacían era tan aterrador, que fue imposible dormir."

"Al día siguiente alcancé a la caravana de cuyabanos, quienes habían dejado Itaituba antes que yo. Estaban allí para cambiar diamantes y polvo de oro por sal y otras mercancías necesarias y regresaban con aquéllos a Cuyabá."

"Habían pasado un día en Tucunaré-cuoire y allí habían dormido."

"Pensando que yo era médico, uno de ellos me suplicó que examinara las recientes heridas de un compañero. Me negué en vano. El continuó insistiendo, prďdigándome títulos de Seigneur (3) y Signor (4) Doctor, como si estuviera en presencia del Sr. Orfila."

"Fui con él. El herido era un joven indio a quien un caimán había cogido por la pierna la noche en que la caravana acampó en Tucunarécuoire. Al ser despertados por sus gritos, los cuyabanos se avalanzaron sobre el monstruo, quien a pesar de todo, escapó.."

Lo alivié lo mejor que pude. Sólo tenia un escalpelo, algo de alcanfor y una ampolleta de sales volátiles. Hubiera sido mejor amputar la extremidad, la cual estaba horriblemente mutilada. "

"Yo mismo tuve oportunidad de observar los peligros y privaciones a los que se someten estos hombres cuando transportan a Cuyabá las mercancías que allí se necesitan.."

"Una caravana que aquí se llama Monção** cargada en Itaituba por diez contos de reis** (cinco mil dólares) con sal, guaraná, pólvora y plomo, si llega sana y salva a Cuyabá, puede obtener una ganancia de quince o veinte contos de reis**."

"En Pará, la sal se puede vender a tres francos el alquiere (sic); en Cuyabá, vale ciento cincuenta francos."

"Pueden descender el río en cuarenta días pero para ascenderlo se requiere cinco meses."

"Los bosques que rodean al Tapajos están infestados con indios salvajes, quienes frecuentemente atacan a las Monçãos** y peligrosas fiebres se llevan a aquéllos que han sido heridos por la flecha de un indio."

"Dejé la caravana en Sta. Ana dos Caxoeiras; ésta continuó su camino hacia el origen del Tapajos y yo entré a la región habitada por los Mundrucus."

"Los Mundrucus, la nación más belicosa del Amazonas, no descienden de quince o veinte mil guerreros y son el terror de todas las demás tribus."

"Parecen tener un odio implacable hacia el negro, pero una ligera simpatía hacia el blanco."

"Durante la temporada de lluvias, van a las praderas para arrancar la raíz de la zarzaparrilla, la cual cambian posteriormente por cerrajería y ron corriente, ,' los otros seis meses del año los dedican a la guerra".

"Cada Malocca** (poblado) tiene un arsenal o fuerte, donde los guerreros
se refugian de noche; en el día viven con sus familias."

"Los niños de ambos sexos son tatuados (cuando apenas tienen diez años de edad) con un lápiz, o mejor dicho con una especie de peine, hecho con las espinas del árbol de palma llamado Muru-muru. Sobre el cuerpo de la pobre criatura, a la que no se le permite quejarse, el padre (si el niño es de sexo masculino) traza largas líneas ensangrentadas desde la frente hasta la cintura, las cuales posteriormente espolvorea con las cenizas o carbón de algún tipo de resina."

"Estas marcas nunca se borran. Pero si el primer tatuaje, el cual es obligatorio entre los Mundrucus, a veces es suficiente para la coquetería de la mujer, el de los guerreros no hasta. Ellos deben tener al menos una buena capa de geni papo (huitoc) o de roucou (achiote) sobre cada extremidad y además ellos mismos se adornan con plumas. Sin esto, se considerarían indecentes, como lo sería un europeo si se pusiera su saco sin camisa."

"Las mujeres pueden fabricarse brazaletes y collares de cuentas de colores, de cáscaras y de dientes de tigre, pero no pueden usar plumas.."

"En época de guerra, los jefes poseen el derecho de vida y muerte sobre simples guerreros. Los mundrucus nunca matan a sus prisioneros; al contrario, los tratan con benevolencia, los tatúan y después los consideran como sus hijos."

"Lejos de ser débiles como lo son otras tribus desde que quedaron casi aniquiladas cuando los europeos conquistaron el Brasil, esta nación guerrera continúa progresando a pesar de las prolongadas guerras que cada año emprende contra los salvajes más feroces."

"Una vez que se hicieron amigos de los blancos, les cedieron las tierras que habitaban a orillas del Amazonas entre los ríos Tapajos y Madeira y se fueron a vivir una vida independiente, a la cual nunca han renunciado, en las profundas soledades del Tapajos, sobre las cataratas."

"Visité al anciano jefe mundrucu, Joaquim, quien sembró el terror entre los rebeldes de Pará, durante los desórdenes de 1835. Es un anciano decrépito, casi paralítico. Me recibió muy bien y pareció halagado por el hecho que un viajero de un país lejano, quisiera verlo. En un mal portugués me dijo: 'Soy el Tuchão** Joaquim. Quiero a los blancos y nunca los he traicionado. Dejé a mis amigos, mis cacoaes** (plantaciones de cacao) y mi casa a orillas del Madeira, por defenderlos. ¿Cuántos cabanos (insurgentes) no he matado cuando mostraba mi canoa de guerra que nunca huía?"'

"Ahora estoy viejo y enfermizo, pero si me quedara en medio de estas mujeres y no fuera pronto a los campos para perseguir a estos bandoleros de Muras que devastan mis cacoaes**, sería embrujado y moriría aquí como un perro'."

"Los mundrucus no creen que las enfermedades los aquejan. Cuando uno de ellos es la víctima, dicen que es conjuro que algún enemigo desconocido les ha hecho y si el Pugé o mago del Malocca**, al ser interrogado por la familia del difunto, nombra a una persona culpable, ésta última puede dar por segura su muerte.."

"Posteriormente escuché que cuando estaba peleando tan generosamente con sus mundrucus por la causa del blanco, un coronel brasileño que dirigía la expedición, le ordenó arrancar las raíces de mandioca en un campo que se suponía estaba en poder de los rebeldes. El jefe se puso furioso y mirando coléricamente al brasileño, dijo: '¿Crees que mi canoa está hecha para llevar al campo a mujeres y niños? Es una canoa de guerra y no un bote para traerte farinha**.'

"Este mismo coronel se vengó por esta negativa al calumniar ante el Emperador la conducta del bravo mundrucu y ante tal declaración, la Corte se opuso a recompensarlo. Permaneció pobre como un indio, cuando hubiera podido amasar fortuna, conforme al ejemplo de los oficiales brasileños. Ahora está viejo y no tiene herederos ya que sólo tiene hijas."

Al día siguiente vino a verme y me rogó que curara a su sobrino, un joven indio de dieciocho o veinte años, a quien quería profundamente y a quien hubiera legado su valor y sus títulos; pero el pobre diablo no tenía nada de guerrero y todos los días, durante varias horas, tenía un ataque epiléptico. Nuevamente recurrí a la ampolleta de sales, le di un poco para que el enfermo oliera en el momento de los ataques y también indiqué que tomara algunas gotas diluidas en agua."

"El remedio tuvo un buen efecto. Los ataques se hicieron menos frecuentes y largos y durante los tres días que permanecí en la vecindad del malocca**, el viejo Tuchão** venía todos los días a agradecerme, apretaba mis manos con afecto y cada vez me traía diferentes regalos pequeños: frutas, aves o despojos tomados en tiempos pasados del enemigo."

"Desde Santa Ana, donde crucé el río, decidí ingresar a los bosques y no descender por las cataratas. Seis indios regresaron con el bote a Itaituba; los otros tres se quedaron para acompañarme donde los indios Mahués, a quienes ningún viajero europeo ha visitado y a quienes deseaba mucho conocer."

"El cazador indio, al que di una de mis armas, cargaba mi hamaca y caminaba delante. Lo seguía, con un arma cargada y una talega (que contenía municiones), mi brújula, papel, lápices y algunos pedazos de guaraná. Los otros dos indios iban detrás, cargando un poco de harina de mandioca, cosas indispensables para el viaje y una pequeña prensa para secar las plantas exóticas que recogería durante mi viaje."

"Pasamos por un sendero angosto, a veces a través de bosques accidentados y lodosos, interrumpidos por pequeños riachuelos guijarrosos, cuyas aguas son ocasionalmente muy frías; a veces subiendo empinadas montañas, a través de enredaderas y espinosas palmeras. Yo estaba empapado de sudor frío y abundante que me obligó a quitarme la ropa prefiriendo soportar las picaduras de miríadas de insectos, al roce de una ropa que la transpiración y la humedad del bosque habían enfriado.."

"Hacia las cinco nos detuvimos cerca de un arroyo, ya que en estos bosques oscurece rápido. Los indios prendieron una fogata y asaron las aves y monos que el cazador había matado. Escogí un loro para la cena."

"Al día siguiente más o menos al anochecer llegamos al poblado indio de Mandu-assu.."

"Los indios mahués no se tatúan el cuerpo como los mundrucus y si lo hacen, es sólo con el jugo de vegetales, el cual desaparece después de cuatro o cinco días.."

"Antiguamente, cuando eran enemigos de los blancos, los mundrucus los conquistaban y sometían. Actualmente viven en paz con sus vecinos y gustosamente negocian con los blancos."

"Los hombres son bien formados, robustos y activos, las mujeres son generalmente bonitas. Menos guerreros que los mundrucus, se someten voluntariamente a la civilización, rodean sus limpias chozas con plantíos de platanales, café o guaraná.."

"Los indios mahués introdujeron por primera vez la preciada planta medicinal, guaraná, la que los brasileños de las provincias del centro de Goyaz y Matto Grosso compran por su peso en oro para usarla contra las fiebres perniciosas que asolan en determinadas épocas del año. Sólo ellos saben cómo prepararla y la monopolizan totalmente."

"El tuchão** del malocca**, llamado Manduassu, me recibió cordialmente y me ofreció su choza. Fatigado por el viaje y al encontrar allí algunas aves y plantas exóticas, me quedé varios días."

"Mandu-assu se asombró al verme conservar cuidadosamente las aves que el cazador mató y las hojas de plantas, o madera, que poseían propiedades medicinales. Nunca me dejó solo; me acompañó por el bosque y me dio varias plantas cuyas propiedades yo desconocía."

"Volviéndose aun más comunicativo por los pequeños presentes que le di, me proporcionó no sólo todos los detalles que deseaba sobre el cultivo y preparación del guaraná, sino que también respondió plenamente a todas mis preguntas."

"Lo dejé por el malocca** de Mossé, cuyo jefe era su pariente. El jefe era más reservado y salvaje que Manduassu y me recibió con desconfianza. No me desanimé ya que únicamente iba a convencerlo para que cambiara, por algunos productos, su paricá o un utensilio para aspirar una especie de rapé, usado frecuentemente por la gente importante de la región."

"Sin embargo, mi causa no estaba del todo perdida; mi cazador, que había estado en una choza del poblado, me llevó a ver a un joven indio que la tarde anterior había sido mordido por una serpiente surucucurano. Abrí la herida, la hice sangrar y otra vez usé las sales volátiles. Mientras operaba, una joven india singularmente hermosa, hermana del herido, asía la pierna. Me observaba con asombro y mientras vendaba la herida con el algodón empapado en álcali (sales), desapareció y no la volví a ver."

"El indio sanó. El viejo tuchão** se enteró de esto y para agradecerme o más bien creo que para probarme, me presentó una calabaza en la cual echó una bebida blanquecina y repugnante que exhalaba un fuerte olor de putrefacción. Este detestable licor era el cachiri (masato), una bebida que haría vomitar al infierno, pero que a los indios les encanta. Por experiencia sabía que si rechazaba la bebida, ofendería a este orgulloso mahué y que si me quedaba en este malocca**, seguramente moriría por falta de comida, ya que incluso se me negaría una calabaza de agua. Cerré mis ojos y bebí."

"El cachiri es la sustancia de la raíz de la mandioca, ablandada en agua caliente y después masticada por las ancianas del malocca*. La escupen en grandes vasijas de barro, se le somete a fuego vivo hasta que hierve. Luego se le vierte en potes y permanece allí hasta que aparece una fermentación pútrida."

"Más tarde el indio tomó su paricá. En un mortero de sapucaia chancó un pedazo de masa sólida, la cual se guarda en una caja hecha con una cáscara; vació este polvo triturado en una fuente presentada por otro indio y con un largo pincel de cabellos de la tamandua bandeira, lo extendió en forma pareja sin tocarlo con los dedos; luego tomando pipas hechas con las plumas del gaviâo real (águila real) y colocándoselas bajo su nariz, aspiró fuerte todo el polvo contenido en el plato. Sus ojos se le desorbitaron, su boca se contrajo, sus extremidades temblaron. Daba miedo verlo; se vio obligado a sentarse, o de lo contrario se hubiera caído, estaba borracho, pero esta intoxicación sólo duró cinco minutos; después se puso más alegre.."

"Posteriormente, con muchas súplicas obtuve su precioso paricá, o mejor dicho, uno de ellos ya que tenía dos."

"En el malocca** de Taguariti, donde estuve al día siguiente, el tuchão**, al ver que dos niños regresaban del bosque cargados con zarzaparrilla, cubiertos de transpiración y agotados, tanto por la carga que llevaban como por la distancia que habían recorrido, los llamó, chancó un poco de paricá y los obligó a que lo aspiraran."

"Recién comprendí que un tuchão** mahué tenía autoridad paternal en su malocca** y trataba a todos como a sus hijos. Forzó a estos niños a que aspiraran el paricá, convencido de que al hacerlo, evitaban fiebres y otras enfermedades. Y en verdad vi que los niños dejaban la choza totalmente refrescados, corrían jugando hacia el arroyo y se arrojaban en él."

"Varias sustancias vegetales componen el paricá; primero, las cenizas de una vid que no puedo clasificar y cuyas flores no he sido capaz de conseguir; segundo, las semillas de la acacia angico, de la familia de las leguminosas; tercero, el jugo de las hojas de la abuta (cocculus) de la familia de los menispermos.."

"Nunca he visto enfermo a un indio mahué, ni he escuchado que se quejara del más leve dolor, a pesar de que los bosques en que habita son el lugar de origen de fiebres peligrosas que rara vez perdonan a los comerciantes brasileños que vienen a comprar raíces de zarzaparrilla."

"A menudo he escuchado hablar del gran tuchão**, jefe Socano y rey de la nación mahué, quien (a diferencia de los reyes de Francia) a pesar de las súplicas apremiantes de sus súbditos, abdicó en favor de su hermano y se retiró a un rec6ndito lugar para pasar allí tranquilamente el resto de su vida. Deseé ver a este filósofo del Nuevo Mundo antes de irme a Itaituba, a una distancia de once días de viaje a pie."

"Regresé a Massú para ver al indio que había sido mordido por la serpiente y quizás, en parte también, para ver a la niña india. Todavía cojeaba pero sin embargo caminaba mejor. La muchacha era incorruptible. Promesas, brazaletes, collares de perlas (falsas), todo fue inútil."

"Sin querer atacar la rectitud de las mujeres mundrucus, creí que ella iba a ser más benévola ya que en toda la Mundrucuanie no se ha probado que allí exista un dragón de tal rectitud como para resistir la tentación de un pequeño vaso de ron."

"Asistí a un festival indio tan singular que se acostumbra sólo entre los verdaderos mahués. Siguiendo el ejemplo de las otras naciones del Brasil (quienes se tatúan con espinas o se perforan la nariz, labios y orejas) y obedeciendo una antigua ley que ordena que a través de estas diversas torturas, de este bautizo de sangre, los guerreros menosprecien los sufrimientos corporales e incluso la muerte, los mahués han conservado de sus antecesores el gran festival de Tocandeira. ."

"Un indio no es un mahué renombrado y no puede tomar esposa hasta que haya pasado sus brazos por lo menos diez veces a través de grandes troncos de palmera, intencionalmente, llenos de grandes hormigas venenosas. A quien vi recibir este terrible bautizo no tenía ni dieciséis años. Lo condujeron a los jefes, donde lo esperaban los instrumentos y una vez envuelto en estos terribles mitones, se le obligó a cantar y a bailar frente a cada choza del malocca**, acompañado con música aun más horrible. Pronto, los tormentos que soportaba fueron tan terribles que vaciló. El padre y los familiares que temían que el joven mártir diera un grito o una señal de debilidad, pues esto se consideraba como el mayor deshonor que pudiera recaer sobre la familia, lo alentaban y apoyaban, a menudo bailan do a su lado. Al fin llegó a la última choza; estaba pálido, sus dientes rechinaban, sus brazos estaban hinchados, fue a depositar los guantes ante el anciano jefe, don de todavía tuvo que soportar las felicitaciones de todos los indios del malocca**. Incluso las jovencitas lo abrazaban despiadadamente y lo arrastraban alrededor de todos sus círculos; pero el indio, insensible a sus caricias, buscaba sólo una cosa: escapar. Al fin lo logró y echándose al río, permaneció allí hasta la noche."

"Las hormigas Tocandeira no sólo pican sino que también están provistas de un aguijón como la avispa; pero el dolor que se siente es más fuerte. Creo que es igual al que produce el aguijón del escorpión negro."

"En una de mis excursiones por los alrededores del malocca** de Manduassu, tuve la oportunidad de capturar varias de ellas. Las encerré en una pequeña caja de lata. Luego dejé que una me picara y pude comprender en un menor grado, lo que cuesta a los jóvenes mahués, salir airosos de la prueba. Me mordió a las 10 a.m. Sentí agudos dolores hasta el atardecer y durante varias horas tuve fiebre.."

"En Manduassu se me invitó a un gran festival del malocca**. El jefe me acompañó; la gente permaneció parada y luego comió. Como los mahués son menos sucios que los mundrucus, comí con un poco menos de asco que con los últimos, quienes nunca se tomaban el trabajo de despellejar a los monos o venados que cazaban sino que se contentaban con cortarlos en pedazos y tirarlos desordenadamente en grandes potes de barro, donde se cocinaban juntos la carne, pelo, plumas y todo lo demás. Aunque los mahués no mondaron a los animales de caza, al menos les quemaron el pelo y asaron la carne."

"Al día siguiente partí hacia la región de Socano. Los indios que me acompañaban no tenían curiosidad de ver al viejo rey indio y como ya estaban cansados del viaje, el cual se había prolongado cuatro o cinco días, además de los once que se requerían para llegar a Itaituba, acordaron engañarme, llevándome por un sendero que ellos pensaban conducía a un puerto del río Tapajos y donde esperaban encontrar algunos brasileños de Itaituba con sus canoas cargadas de zarzaparrilla."

"Al tratar de llevarme por una ruta falsa, ellos mismos se confundieron ya que después de caminar dos largos días, el sendero, que sólo estaba formado por las pisadas de un cazador, finalmente desapareció por completo. Yo desconocía la posición del malocca** que estaba buscando. Solamente escuché que se encontraría más cerca del río Madeira que del Tapajos. Deseaba atravesar los bosques y viajar hacia el oeste; los indios estaban desalentados y me siguieron de mala gana. Pasamos una parte del tercer día en medio de bosques abruptos e inundados, donde dos veces me hundí en el fango hasta la cintura."

"El cazador no pudo matar nada y cuando hacia el atardecer quise comer algo, sólo pude encontrar una pata media mordisqueada de mono. Los indios no me habían dejado ni siquiera un grano de farinha**. Cuando estuve cerca de un río, rallé un poco de guaraná en una calabaza y la bebí sin azúcar ya que no me habían dejado nada."

"No nos atrevimos a descansar por miedo a ser incapaces de levantarnos.e inmediatamente reanudamos nuestro viaje. Después de caminar nuevamente dos horas a través de bosques de parras que hacían que tropezara a cada paso, o después de arrastrarme bajo grandes árboles caídos que constantemente obstruían nuestro camino, o en medio de grandes plantas espinosas que laceraban mis manos, llegué arañado y magullado a un pequeño río donde nos detuvimos."

"Luego de beber otra porción de guaraná, tendí mi hamaca pero pronto tuve que levantarme porque una tormenta se había concentrado sobre nosotros y ahora se desencadenaba a chorros."

"Si hay una escena imponente que describir, es la de una tormenta que ruge de noche sobre un antiguo bosque del Nuevo Mundo. Enormes árboles caen estrepitosamente; mil ruidos espantosos resuenan por todos lados; animales (monos y tigres) cuyo miedo los conduce a refugiarse, pasan y repasan como espectros; frecuentes destellos de relámpagos, torrentes de lluvia, todos combinados forman una escena con la cual los antiguos poetas deben haberse inspirado para representar la más brillante noche del imperio de la oscuridad."

"Hacia la medianoche la tormenta cesó; todo se tranquilizó y yo tendí mi hamaca otra vez. Al día siguiente me desperté con fiebre. Tomé guaraná preparada más amarga que de costumbre y partimos. El cazador se encontró con una manada de grandes monos negros. Mató a cinco de ellos. Los indios recobraron coraje; en cuanto a mí, no pude seguir debido a los dolores tan fuertes desde mis pies hasta mis rodillas. La fiebre me debilitó tanto que cargaba mi arma con dificultad, pero no la hubiera abandonado. Sólo tenía eso para animar a mis guías y defenderme."

"Al beber guaraná frecuentemente, me pasaba la fiebre, sin embargo, hacia el atardecer del quinto día, viendo que aún nos encontrábamos perdidos y que los bosques se hacían más espesos, perdí el ánimo y no pude proseguir. El cazador tendió mi hamaca y me dio guaraná. Los otros dos, perfectamente indiferentes, estaban a unos pasos de mí, asando un mono. Sabía que si no tenía fuerzas para continuar el viaje al siguiente día, me abandonarían sin piedad. Desde ya me respondían insolentemente.

"Después de un momento de las más tristes reflexiones, llamé al cazador para que me trajera mi maletín de viaje. De él saqué toda la preparación de paricá del jefe Mossé y un frasco de jabón de arsénico, el cual no usaría excepto como último recurso. Bebí el paricá e hice lo que había visto hacer al viejo indio. Me emborraché al instante en mi hamaca, pero con una intoxicación peculiar que actu6 sobre mis extremidades como choques eléctricos. Al levantarme, puse mi pie en el suelo y para mi sorpresa, no sentí dolor. Al principio pensé que estaba soñando. Incluso caminé sin estar convencido. Al fin, absolutamente seguro de que estaba despierto y como aún quedaban dos horas de luz natural, dejé mi hamaca y obligué a los indios, golpeándolos, a que me siguieran."

"Cuando nos detuvimos a descansar más adelante, me trajeron el mono asado que no habían tocado. Agarré una pierna y la comí con voracidad. Al día siguiente, constantemente obligándome yo mismo a beber guaraná, sólo tuve una fiebre ligera y hacia el atardecer, después de un penoso viaje, llegamos a una malocca** miserable, compuesto por cerca de cuatro o cinco chozas indias."

NOTAS AL CAPITULO

(1) Víntem. Veintén, antigua moneda de cobre portuguesa que equivalía a 20 reis. (N.T.)
(2) Así aparece en el original. (N.T.)
(3) En francés en el original. Significa: "señor". (N.T.)
(4) En italiano en el original. Significa: "señor". Actualmente en el diccionario aparece como "signore". (N.T.)

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