CAPITULO XIV
Pueblo de Barra-Residentes extranjeros-Población-Río Negro-Conexión con el Orinoco (sic: 0rinoco)-Río Purús-Río Branco-Productos vegetales del territorio amazónico.
El pueblo de Barra, capital de la provincia de Amazonas, se ha construido sobre un terreno elevado y escarpado, en la orilla izquierda del río y aproximadamente a siete millas de su desembocadura. Su altura sobre el nivel del mar es de mil cuatrocientos setenta y cinco pies, según el punto de ebullición. Está entrecortado por dos o tres barrancas que contienen regular cantidad de agua, dependiendo del estado del río; éstas se pueden cruzar por medio de puentes de madera de aceptable construcción. Las casas son generalmente de un piso, aunque hay tr
es o cuatro de dos, construidas con madera y adobe, y techadas con tejas. Los pisos también son de tejas y las paredes están tarrajeadas con tierra de colores que abunda en las orillas del Amazonas.
Cada habitación tiene varios ganchos clavados en las paredes, con el propósito de colgar las hamacas. Debido al calor, la gente encuentra más cómodo dormir en las hamacas, aunque yo siempre sentía frío y me veía obligado a envolverme en una frazada. Hay muy pocos mosquitos, estos insectos siempre evitan el agua negra.
Me sorprendió que las provisiones se estuvieran agotando antes de dejar Barra. El suministro de harina se había terminado, así que por algún tiempo no hubo pan en la ciudad; se mataba el ganado, pero uno cada quincena. Incluso los productos básicos de la región eran difíciles de conseguir; y escuché decir al Presidente que estaba ansioso de reclutar unos cincuenta o sesenta tapuios para que trabajaran en las nuevas construcciones del Gobierno, pero que realmente no sabía dónde conseguir una cantidad suficiente de pescado salado y harina para alimentarlos. Justo antes de partir, llegó para Henrique un bote con tortugas que venía del Amazonas; su casa fue casi sitiada por la clase pobre de la población que le rogaba se las vendiera.
Poco después de mi llegada, el Presidente me hizo el honor de pedirme que cenara con él, para que conociera a los funcionarios del nuevo gobierno. Allí parecía que había gran abundancia de provisiones. Temamos pescado, carne de res, carnero, chancho, tortuga y pavo. Cerca de Barra se pesca muy buen pescado; sin embargo, éste viene del Amazonas y a menos que a su llegada se le cocine inmediatamente, se malogrará. El mejor pez se llama pescado, es muy delicioso y casi igual, sino superior, a nuestra perca o escorpina como se le llama en los estados sureños. Picado, frito y envasado en vinagre, se convierte en una provisión importantísima para un viaje de una o dos semanas.
Williams es el único norteamericano residente en Barra. Era el socio de un irlandés llamado Bradley, quien murió de fiebre amarilla hace unos cuantos meses en Pará. Sin embargo un poco antes de eso, ya había estado enfermo con tertiana (sic) del río Negro y cuando fue a Pará todavía no estaba completamente sano. Hace un año, hubo otro norteamericano en Barra. Este era un sordomudo llamado Baker, quien viajaba por este territorio para divertirse. Llevaba cuadernos y un alfabeto en relieve para educar a los sordos, mudos y ciegos. Murió el 29 de abril de 1850, en San Joachim, el puerto fronterizo del Brasil sobre el río Branco.
Escuché comentarios sobre sospechas de que el pobre hombre posiblemente tuvo que ver con juegos sucios, sino en relación a su muerte, al menos en relación a sus bienes; y teniendo entendido que el soldado en cuya casa murió, estaba en la prisión de Barra, le envié un comunicado al Presidente, pidiéndole una entrevista con este soldado. Su Excelencia no consideró adecuado concederme esto, pero envió por el soldado y él mismo lo interrogó. Luego contestó mi carta, diciéndome que no encontraba nada sospechoso en el asunto de la muelle del Sr. Baker, pero sí bastante en relación a sus bienes, como para hacer venir al comandante del puerto de San Joachim y como para llevar todo el asunto ante el tribunal indicado, lo que haría lo más pronto posible y sobre cuyo resultado informaría al embajador norteamericano en Río.
Henrique me dijo que había visto que el Sr. Baker tenía un cartucho cilíndrico de doblones, que él creía sumaban dos mil dólares, aparte de una gran bolsa de plata. Un caballero militar con quien siempre me reunía en la casa de Henrique, me dijo que él mismo había escuchado decir al soldado que sería un hombre rico cuando regresara a San Joachim; todo lo cual informé al Presidente. El encarcelamiento del soldado en Barra se debía a alguna falta militar y no tenía nada que ver con este caso.
El Presidente también me envió una lista de los efectos personales del Sr. Baker, los cuales habían sido enviados por el comandante de San Joachim al Cor. Albino, el Commandante Geral de la Comarca (1). Entre estos habían algunas cosas que podían ser de valor para su familia (tal como los daguerrotipos, mapas y manuscritos); y le pedí a Su Excelencia que los pusiera a mi disposición para llevarlos a los Estados Unidos; pero me contestó que por una ley del Imperio, las cosas de todos los extranjeros que pertenecen a naciones que no tienen un tratado especial sobre el asunto y que mueren en el Brasil, están sujetas a la jurisdicción del Juiz de Orfaos y Difuntos (2); y que por lo tanto estaba fuera de su alcance el complacerme en mi pedido. Me han dicho (aunque esto puede ser un escándalo) que una vez que la propiedad pasa a esta corte, el heredero, si alguna vez logra obtener un pago, encontrará sólo un cuento chino de su herencia.
Nuestro inteligente y eficiente cónsul en Pará, Henry L. Norris, había presentado el caso al Gobierno en términos firmes, mostrando el efecto que tiene dicha ley sobre el crédito y permanencia de las grandes casas mercantiles en el Brasil. No estoy enterado de ninguna otra nación, a excepción de la francesa, que esté exenta de esta operación. Es claro que el crédito de una casa que puede ser confiscada por un tribunal como éste, cuando muere su residente principal, no será tan bueno, coeteris paribus (3), como el de una casa exenta de la aplicación de tal ley. Las autoridades brasileñas son muy estrictas en su ejecución y me dijeron que se enviaba un destacamento de soldados (creo que en Maranham) para rodear la casa de un extranjero moribundo, para que no se sustraiga nada; y en caso que la persona fallezca, se toma posesión de todo, de acuerdo a la ley.
Había dos residentes ingleses en Barra: Yates, coleccionista de conchas y plantas; y Hauxwell, coleccionista de pieles de aves, las que arregla bellamente. Usa la bala más delgada y siempre lleva en el bolsillo un polvo blanco para detener el sangrado de las aves producida por el disparo. Para preparar las pieles, emplea arsénico seco en polvo, que en este clima es mucho mejor que el jabón de arsénico. Como le gustaron mucho algunos de mis pájaros, se fue con Williams a Pebas, en el Perú, donde yo conseguí la mayoría de ellos.
Por entonces, también había dos botánicos ingleses, cuyos nombres no recuerdo, arriba del río Negro. Uno había estado muy enfermo con tertiana (sic), pero según los últimos informes se estaba recuperando.
El jefe de ingenieros del vapor, era un viejo escocés testarudo y malhumorado, quien abusaba desmedidamente del vapor en especial y del servicio por lo general. Deseaba saber si alguna vez yo había visto una carne como la que se les daba; y si nosotros le dábamos una carne similar a los perros en mi país. Le dije que era afortunado de al menos tener carne, ya que yo no la había visto en una quincena, y que si hubiera realizado un viaje como el que yo hice recientemente, encontraría que la tortuga y el pescado salado no eran tan malos. El vapor, aunque se conservaba muy bien por afuera, creo que era ineficaz; la maquinaria necesitaba potencia y se averiaba mucho; ciertamente tanto, que durante su viaje río abajo casi se malogra por completo y el vapor tuvo que ser remolcado hasta Pará. Sin embargo, el viaje de subida lo hizo en dieciocho días, el cual creo que no es un mal recorrido, si se tiene en cuenta que éste fue el primer viaje que se ha hecho en vapor; que la madera que se empleó en el vapor, no tuvo tiempo de secar; y que tiene en contra una corriente de tres millas por hora, durante casi un tercio de la distancia. Los oficiales no me visitaron ni me invitaron a bordo, aunque conocí a algunos en la cena y reuniones nocturnas del Presidente.
El Sr. Potter, un daguerrotipista y relojero, quien vino en el vapor, y mi buen amigo Enrique Antonii, el italiano, con su suegro, el senhor** Brandão, un portugués, completaron la lista de los extranjeros en Barra, hasta donde los conozco. Sin embargo, el senhor** Brandão ha vivido muchos años en el país, se ha identificado con él y todos sus intereses son brasileños. Es un hombre muy inteligente; y he observado que el Presidente y otros funcionarios le consultan en relación a los asuntos del nuevo gobierno.
Al hablar de personas, sería negligente en cuanto a la gratitud, sino menciono a Donna** Leocadia, la bella, inteligente y amable esposa de Enrique. Ella mostró gran interés en mi misión y siempre fue amable conmigo. Cuando nuestra comida matinal de café y tostadas con mantequilla se acababa, ella siempre se las arreglaba para enviarme flan de tapioca, una cacerola con caldo o algo agradable y reconfortante para un inválido cansado. A diferencia de muchas damas brasileñas, cada vez que sus quehaceres domésticos se lo permitían, siempre se sentaba con los caballeros y tomaba parte inteligentemente en la conversación, expresando su deseo de hablar lenguas extranjeras y de visitar otros países, para poder ver y saber lo que ocurre en el mundo. Mientras estuve en su casa, tuvo un niño y nos hicimos tan amigos que el joven extraño se iba a llamar Luis y yo sería el compadre (padrino). Pero la Iglesia, muy apropiadamente, no daría su autorización para el cumplimiento de los deberes que corresponden a dicha posición, por parte de un hereje.
Ijurra me dejó aquí y regresó río arriba con Williams. Se había gastado casi todo el dinero que recibió por sus servicios, en cosas que le facilitarían más el contratar indios para limpiar el bosque y establecer una plantación, la cual se proponía "localizar" en Caballoccocha, diciéndome que tendría lista su primera cosecha de algodón y café para la llegada de mi vapor.
Ijurra tiene todas las cualidades necesarias para triunfar en su lucha contra el inundo, salvo dos: paciencia y juicio. Es valiente, fuerte, inteligente e incansable. Una playa en el río y una frazada son todo lo que él necesita para dormir; y creo que puede vivir de café y cigarrillos. Pero su falta de serenidad y prudencia estropea cualquier esquema de prosperidad. Se gastó una gran fortuna, amasada por su padre en la Mina del rey en Cerro Paseo (sic), en los problemas políticos de su país. Fue nombrado gobernador de la gran e importante provincia de Manas, pero al interferir en las elecciones, fue despedido. Luego se unió a un grupo con el propósito de lavar las arenas del Santiago, buscando oro, pero las peleas con sus compañeros deshicieron el grupo. Con infinito trabajo, logró recolectar una inmensa carga de quina; pero rechazando ocho mil dólares por ella en Pará, la llevó a Inglaterra, donde se la estimó sin valor; y perdió el fruto de su empresa o industria.
Me causó infinita preocupación y cierta aprensión por el trato que le daba a los indios, pero nunca olvidaré su inagotable energía, su vivacidad y su profunda lealtad que alegraban mi viaje y que hacían al peruanito tan querido para mí como un hermano.
Los informes oficiales del año 1848, dan una población de tres mil seiscientas catorce personas libres en el pueblo de Barra y doscientos treinta y cuatro esclavos; el número de matrimonios, ciento quince; nacimientos, doscientos cincuenta; muertes, veinticinco; número de casas habitadas, cuatrocientas setenta; y el número de extranjeros, veinticuatro. Hay tres o cuatro casas grandes y cómodas, de dos pisos que se alquilan a doscientos cincuenta dólares al año. Una casa normal de un solo piso se alquila a cincuenta dólares. Los impuestos del pueblo son del diez por ciento sobre el alquiler de las casas, un dólar anual por un esclavo y tres dólares anuales por un caballo. Ya no hay otros impuestos, excepto los derechos de aduana. El suelo en los alrededores de Barra es pobre y no vi ningún cultivo, a excepción de los que habían en los jardines del pueblo.
La roca de los alrededores de Barra es especial; es una piedra arenosa y roja, con una delgada capa de arcilla blanca. Cerca de un asiento de aserradero, más o menos a tres millas del pueblo, hay un río poco profundo de veinte yardas de ancho, que baña una planicie inclinada de esta roca y que cae sobre una saliente de ésta, en forma de una pequeña catarata de unos nueve pies de altura. Cuando se le recoge en un recipiente, el agua es del mismo color que la del río Negro, es decir de un rosado suave. Es imposible resistirse a la idea de que hay una conexión entre el color de la roca y el color del agua. No puedo decir si el agua se tiñe con sustancias vegetales y da su color a la roca; o si la roca se tiñe con sustancias minerales y se refleja en el agua. La roca donde se encuentra el molino, que está al borde de una catarata, está cubierta de arcilla blanca muy dura, de casi un octavo de pulgada de grosor.
El aserradero se construyó sobre una plataforma de la roca al borde de la catarata y se colocó la rueda por debajo. No hubo necesidad de un dique o canal angosto, pues un tronco, colocado diagonalmente sobre el río, servía de dique. El aserradero fue construido por un escocés en sociedad con un brasileño. Al morirse el brasileño, como su viuda no vendía ni compraba, el molino finalmente se quemó. Creo que esa no fue una buena inversión; en los alrededores de Barra, no hay buena madera y en la región no hay caminos por los cuales se la pueda llevar hasta el aserradero.
Los indios de la región se llaman Muras; éstos llevan una vida ociosa y errante, viven de la caza y la pesca. Unos cuantos de ellos trabajan para los blancos; y casi todos traen a sus hijos para bautizarlos. La razón de esto no es que se preocupen mucho por la ceremonia, sino que generalmente pueden persuadir a algún blanco bondadoso para que sea el padrino, lo que asegura la contribución a la Iglesia (un cruzado), una botella de licor para el padre y una yarda o dos de tela de algodón para la madre. Antonii me dijo que él era el compadre de la mitad de la tribu.
Son completamente salvajes y matan a muchos niños para no tener que cuidar de ellos. Mi buena anfitriona me contó que su padre al regresar a su casa de una caminata por el campo, escuchó un ruido en el bosque; y al ir al lugar encontr6 a una joven india, una de sus tapuias, que estaba cavando con el propósito de enterrar a su hijo recién nacido. El intervino para evitarlo, cuando ella saltó sobre él como un tigre. Sin embargo, el viejo caballero la sometió y la hizo obedecer a golpes, obligándola a llevar al niño a la casa, donde lo puso al cuidado de otra mujer.
Las mujeres sufren muy poco durante el parto y son capaces de desenvolverse como parteras por sí mismas. Me han dicho que algunas veces, cuando un hombre y su esposa viajan en una canoa, la mujer le expresará a su marido su deseo de bajar a tierra; se esconderá en el bosque y al poco tiempo regresará con el recién nacido, al que lavará en el río, atará a su espalda y comenzará a remar nuevamente. Incluso las damas de esta región guardan cama por muy poco tiempo. La madre de mi pequeño tocayo, regresó a sus quehaceres siete días después del alumbramiento. Esto probablemente se debe a tres razones: el clima, la costumbre de usar ropa suelta y la ausencia de una vida disipada.
El río Negro, frente al pueblo, es casi de una milla y media de ancho, y muy bello. La orilla opuesta está oculta por islas bajas; y cuando se le puede ver, parece estar a cinco o seis millas de distancia. El río es navegable casi para todo calado hasta el río Maraya, una distancia de veinticinco días, o, de acuerdo a la velocidad de viaje en estos ríos, casi cuatrocientas millas; allí comienzan los rápidos y los siguientes ascensos se tienen que hacer en botes. Aunque las grandes embarcaciones no pueden ascender estos rápidos, los descienden sin dificultad. Muchas de las naves que recorren tanto el río Negro como el Oronoco (sic), se construyen cerca de San Carlos, el puerto fronterizo con Venezuela, ubicado sobre los rápidos del río Negro, y se les envía a través de éstos, también corriente arriba por el Cassiquiari y río abajo por el Oronoco (sic) hasta Angostura, pasando dos grandes y rápidos, Atures y Mapures, donde el río desvía su curso occidental hacia naves el norte. Estas naves no pueden ascender de nuevo estos rápidos. Antonii tiene una nueva embarcación anclada en Barra que fue construida en San Carlos; es de cien toneladas y está bien ensamblada, a excepción de las plataformas que por ser de madera se han rajado y tienen que cambiarse. Esta le costó mil dólares. Los brasileños pagan un impuesto del quince por ciento sobre el costo de producción de una embarcación extranjera. Los extranjeros no nacionalizados no pueden navegar naves a su nombre en aguas interiores del Imperio.
Toma cincuenta y un días el ir de Barra, en la desembocadura del Negro, hasta San Fernando, en el Oronoco (sic). Esto se hace, ascendiendo el Negro, sobre la desembocadura del Cassiquiari, tomando el caño de Pimichim, y viajando por tierra durante seis horas hasta las nacientes de un riachuelo llamado Atapabo que desemboca en el Oronoco (sic). Un pequeño bote puede ser acarreado por tierra en un día; el ir por los mismos sitios por el Cassiquiari, toma diez días más en la mejor temporada y veinte cuando el Oronoco (sic) está lleno.
En el diario de un viaje que hizo Antonii en los meses de abril, mayo y junio de 1844, aparece que de Barra a Airao hay cinco días; de allí a la desembocadura del río Branco, cuatro; a Barcellos, tres; a Moreira, tres; a Thomar, dos; a San (sic) Isabel, cinco; al río Maraja, tres; a Castanheiro, dos; a Masarabi, uno; seis; a Santa Bárbara, uno; a Sta. Ana, uno; al N.S. de Guia, uno; Sta. Marcellina, uno; a Maribitano, uno; a Marcellera, uno; a San Carlos, dos; a Tiriquim, uno; a Tomo, dos; a Marao, uno; a Pimichin, uno; a Jatavita, uno; a Baltazar, uno; a San Fernando, uno.
A una horas más arriba de Barcellos, se encuentra la desembocadura del río Quiuni, el cual se sabe, está a muy poca distancia del Japurá; casi frente a Santa Isabel, se encuentra la desembocadura de un río llamado Jurubashea que también corre cerca del Japurá. Entre estos ríos se encuentra la gran región de Puxuri; ésta se inunda cuando los ríos están llenos. Hay una tribu nómada de indios que viven en esta región, llamada Magu. No usan canoas y cuando no pueden viajar por tierra, debido a la profundidad del agua, se dice que avanzan asombrosamente como monos de árbol en árbol. Los hombres con sus armas y las mujeres con sus niños.
Justo arriba de San Isabel hay gran cantidad de nueces del Brasil; y un poco más lejos se encuentra la desembocadura del río Cababuri, donde se recolecta zarzaparrilla, que en Pará se considera de mejor calidad de la que se colecta en cualquier otra parte del valle del Amazonas; aún más arriba, sobre San Carlos, hay cacao de muy buena calidad y en grandes cantidades.
Calculo que la distancia entre Barra y San Carlos, en la desembocadura del Cassiquiari, es casi de seiscientas sesenta millas. Un vapor de fondo plano de acero que pasa por los rápidos del río Negro, recorrerá setenta y cinco millas por día, en contra de la corriente. Esto hará que llegue a San Carlos en nueve días. Ascenderá las ciento ochenta millas del Cassiquiari en dos días y medio. De la confluencia del Cassiquiari y el Oronoco (sic), a Angostura hay setecientas ochenta millas. Un vapor con la corriente a su favor, recorrerá ciento veinticinco millas en un día, en lugar de setenta y cinco. Esto lo llevará a Angostura en seis días; de allí al océano, hará doscientas cincuenta millas en dos días. Esto da al vapor abundante tiempo para cargar combustible y descargar y cargar su cargamento en los muchos poblados que encontrará en su ruta; viajando por tierra durante seis horas, llegará a un canal en Pimichin a través del cual se hará el viaje en cinco días menos. Así por medio del canal natural del Cassiquiari, el viaje entre Barra, en la desembocadura del Negro, y la desembocadura del Oronoco (sic), se hará en vapor en diecinueve días y medio; mientras que por el canal de Pimichim, en catorce días y medio.
En el futuro, tendré ocasión de referirme al transporte por tierra entre el río Tapajos (uno de los confluentes meridionales del Amazonas) y las nacientes del Río de la Plata. Esto da lugar a otra gran navegación interna.
La mente se confunde con las grandes imágenes que se le presentan al contemplar estas cosas. Aquí tenemos un continente dividido en varias islas (ya que la mayoría de los ríos se comunican entre sí), cuyas costas producen o en las que pueden hacerse producir todo lo que la tierra ofrece para el sustento de un mayor número de gente que la que actualmente contiene la tierra. Aquí también tenemos una navegación fluvial para grandes embarcaciones, por el Amazonas y sus grandes tributarios, aproximadamente de seis mil millas (en cifras redondas), donde no están incluidos los innumerables riachuelos que desembocan en el Amazonas y que probablemente aumentarían el número a diez mil; por un lado, no está incluido el Oronoco (sic) con sus tributarios, ni por el otro, La.Plata con sus tributarios; el primero, se comunica con el valle del Amazonas por el Cassiquiarí y el segundo sólo requiere un canal de seis leguas de longitud, sobre un terreno bastante transitable, para hacer lo mismo.
Ahora supongamos que las riberas de estos ríos son colonizadas por gente activa e industriosa, deseosa de cambiar los ricos productos de sus tierras por las mercaderías y artículos de lujo de países extranjeros; supongamos que se introduce en tal región, el ferrocarril y el vapor, el arado, el hacha y el azadón, supongamos a la tierra dividida en grandes fincas y cultivada con el trabajo de esclavos, para qué así produzca al máximo; y con estas reflexiones no tendremos dificultad en llegar a la conclusión que en toda la faz de la tierra ningún territorio está mejor situado y que si alguna vez surge el comercio, el poder, la riqueza y grandeza de la antigua Babilonia y del Londres moderno, éstos deben rendir igual que los depósitos de este comercio que serán establecidos en las desembocaduras del Oronoco (sic), Amazonas y La Plata.
Humboldt, el más grande cosmógrafo que el mundo ha conocido y uno de los hombres más versados y profundos pensadores de todos los tiempos, al contemplar la conexión entre los valles del Oronoco, (sic) y el Amazonas por el Cassiquiari, alude a su futura importancia de la siguiente manera:
"Desde mi partida de las orillas del Oronoco (sic) y el Amazonas, nace una nueva era en el estado social de las naciones del oeste. A la vehemencia de discusiones civiles seguirán las bendiciones de paz y un desarrollo libertador de las artes de industria. 'La bifurcación del Oronoco' (sic), (el Cassiquiari) *el istmo de Tuamini' (mi transporte por tierra de Pimichim), tan fáciles de pasar por un canal artificial, llamarán la atención de la Europa comercial. El Cassiquiari, tan ancho como el Rin y cuyo curso es de ciento ochenta millas de largo, ya no formará en vano un canal navegable entre dos cuencas de ríos, las cuales tienen una superficie de ciento noventa mil leguas cuadradas. El grano de Nueva Granada se llevará a las orillas del río Negro, los botes descenderán desde las fuentes del Napo y el Ucayali, desde los Andes de Quito y el Alto Perú, hasta las desembocaduras del Oronoco (sic); una distancia igual a la que hay desde Timbuctoo (sic: Timboctú) hasta Marsella. Un territorio nueve o diez veces más grande que España y enriquecido con los más variados productos, es navegable en todas las direcciones por medio del canal natural del Cassiquiari y por la bifurcación de los ríos. Este fenómeno, que un día será tan importante para las relaciones políticas de las naciones, incuestionablemente merece ser cuidadosamente examinado". (4)
Si según la estimación de Humboldt, estas cosas deben "llamar la atención de la Europa comercial", mucho más deben ocupar la nuestra. Un vistazo al mapa y un comentario sobre el curso de los vientos alisios, demostrarán finalmente que ningún barco puede navegar desde las desembocaduras del Amazonas y del Oronoco (sic) sin pasar cerca de nuestros puertos meridionales. Aquí entonces está el depósito natural de los ricos y variados productos de aquella vasta región. Aquí también se puede encontrar todo lo que los habitantes de esa región necesitan para su subsistencia y comodidad, y no tengo la menor duda que si Brasil sigue una política resuelta y abre de par en par su gran río al comercio de todo el mundo, los Estados Unidos obtendrá la mayor participación de las ganancias derivadas de éste.
Mientras estuve en Barra, conversé con un hombre que había realizado varios viajes comerciales por el "Purús". Este río ha despertado un gran interés en mí desde que leí el panfleto del padre Bobo de Revello, en el cual intenta demostrar que un río navegable que vio al este del Cuzco y que lo llama Madre de Dios, es idéntico al Purús. Envié al Sr. Gibbon a buscar sus nacientes y decidí ascenderlo desde su desembocadura si fuera posible. No sé las razones que indujeron a Gibbon a abandonar la búsqueda de sus fuentes, aunque sospecho que fue por el bien conocido carácter feroz y hostil de los salvajes que habitan en sus riberas superiores. En cuanto a mí, me veo obligado a admitir que cuando llegué a Barra, cerca de la desembocadura del Purús, estaba agotado y convencido de que no Podría resistir la fatiga y la exposición necesarias para una inspección detallada de este río.
Según las declaraciones de mi informante, un brasileño muy moreno llamado Seraphim, el Purús empieza a subir en octubre y a bajar en mayo. " mayor época para ascenderlo es cuando el río está bastante lleno y ha terminado de subir en mayo. Por consiguiente, las playas están cubiertas y se encuentra agua muerta cerca de las mismas orillas del río.
A quince días o aproximadamente a doscientas cincuenta millas desde la desembocadura, está la boca de un río llamado Parana-pishuna, el cual, por una sucesión de lagos y un día de transporte por tierra, une el Purús con el Madeira. La conexión sólo es transitable cuando el río está lleno. Más o menos a la altura de la desembocadura de este río, se dice que las sezoens (5) o fiebres intermitentes son mortales; pero unos cuantos días de navegación, llevan al viajero más allá de su localización y fuera de su influencia. Existen varios lagos extensos entre la desembocadura del Purús y la del Parana-pishuna.
A treinta días de la desembocadura del Purús, se encuentra la desembocadura de un río llamado el Mucuin, el cual se comunica también con el Madeira sobre los rápidos de ese río. Las orillas del Mucuin son bajas y planas; el río es poco profundo y las rocas hacen que el accidentado recorrido sea tedioso y trabajoso en la época de sequía, la cual dura de mayo a octubre. Después de ascender el Mucuin, son necesarios treinta y cinco días para llegar al "furo", el cual lo conecta con el Madeira; y la navegación del furo toma otros diez días más. El senhor** Serephim no me dio a entender que había blancos a orillas del Mucuin, pero me dijo que allí había ovejas con cola ancha, como las que se llaman ovejas de cinco cuartos en el Brasil, debido al peso y valor de la cola. Si esto es verdad, sospecho que el Mucuin corre a través de una parte del gran departamento de Beni, que pertenece a Bolivia; que éste se comunica con el Madeira por medio del río Beni y que estas ovejas han sido robadas por los indios o se han extraviado y alejado de los blancos que viven en el pequeño pueblo de Cavanas, situado sobre un tributario del Beni.
Hace cuatro años, en uno de sus viajes, el senhor** Seraphim encontró los restos de un bote varado en una playa del Purús. Se dio cuenta que no era un bote brasileño debido a su construcción y por el hecho que en aquel momento, él era el único comerciante en el río. De la misma manera dedujo que no era un bote indio por la argolla de hierro en su proa y la única conclusión a la que pudo llegar, fue que el bote se había soltado a la deriva de la gente civilizada de la zona alta y había zozobrado y partido al pasar los rápidos. Los indios que estaban con Serraphim le dijeron que a diez días más arriba [aunque el río estaba interrumpido por caxoeiras (6)] se podría llegar donde había gente blanca que montaba a caballo y tenía ganado lanar y vacuno. Por entonces, Seraphim estaba aproximadamente a seiscientas millas de la desembocadura del Purús. Su último viaje le tomó dieciocho meses y trajo doscientos veinticinco tarros de copaiba y ciento cincuenta arrobas de zarzaparrilla.
Los Catauxis y los indios generalmente del Purús, construyen sus casas exactamente como he descrito aquéllas de los yaguas. Rara vez hay más de una casa en un asentamiento; ésta se llama malocca y diez o quince familias viven en ella. A los niños se les casa cuando nacen y se les permite estar juntos a los diez o doce años. Siempre se comprueba la capacidad de un muchacho para soportar el dolor, antes de permitirle tomar su lugar como un hombre de la tribu. A los muertos se les entierra en la misma posición usada por los antiguos peruanos. Las rodillas y codos son amarrados juntos y el cuerpo es colocado en posición sentada en una gran tinaja de arcilla. Esta tinaja se coloca en un hoyo cavado en el piso de la malocca** y se le llena con tierra alrededor del cuerpo. Luego se colocan dos tinajas más pequeñas, con la boca hacia abajo, sobre la tinaja grande, y todo el conjunto se cubre con tierra.
Los indios del Purús, como en cualquier parte del valle del Amazonas, son descuidados y perezosos, la mayoría de ellos están desnudos. Cultivan un poco de maíz y mandioca para su sostenimiento y preparan un poco de carajurú para pintar sus cuerpos y armas. Sin embargo, Seraphim no tuvo dificultad en conseguir indios para que le recolectasen copaiba y zarzaparrilla. El no estaba tan lejos del Purús cuando llegué a Barra, ¡pobre compañero! era un mártir del reumatismo y sus manos y piernas estaban totalmente negras por las marcas de los mosquitos. Le envié, desde Pará, un medicamento que es muy apreciado a lo largo del Amazonas, llamado Joduret de potassa, y "Le Roi", en retribución por su información y algunos regalos de armas, &a., para el Purús.
En Barra, el Amazonas generalmente empieza a subir aproximadamente el quince de noviembre y continúa llenándose hasta fines de diciembre. Baja hacia el mes de enero, cuando nuevamente sube hasta junio, más o menos, a fines del cual empieza a bajar.
Encontré en un estado estacionario al río Negro durante el mes de enero. Comenzó a subir cerca del primero de febrero; está lleno en junio. Creo que sigue así las leyes del Amazonas y ha subido durante todo el mes de diciembre. Estas leyes están sujetas a considerables fluctuaciones, dependiendo de la mayor o menor cantidad de lluvia en las fuentes de los ríos.
El río Branco, el más grande tributario del Negro, tiene poco caudal en enero. Este río es navegable para grandes embarcaciones aproximadamente por trescientas millas desde su desembocadura; de allí es interrumpido por rápidos y sólo es transitable para grandes botes de fondo plano. Sus orillas están densamente pobladas de vegetación, debajo de los primeros rápidos, más allá de éstos, los árboles desaparecen y el río es rodeado por extensas planicies, las cuales proporcionan pastura a un gran número de ganado. Barra se abastece de carne de res del río Branco, donde debe costar muy poco ya que en Barra se vende a cinco centavos la libra.
Los fuertes vientos nordestales hacen tedioso el ascenso del río. Un bote recorrerá en doce días, una distancia de quinientas millas desde San Joachim, cerca de los orígenes del río, hasta Barra.
Un recorrido por tierra de sólo dos horas, divide las nacientes del Branco de aquéllas del Essequibo. En Barra vi escopetas ligeras para caza menor, de fabricación inglesa, que los comerciantes del río Branco compraron a los indios, quienes las habían comprado a comerciantes del Essequibo. Eran de muy buena calidad, pero en general habían sido dañadas y luego reparadas por los herreros de Barra. Se traen bellas muestras de cristal de roca de las tierras altas que dividen el Branco y el Essequibo. Se dice que la tertiana (sic) es muy nociva en el río Branco.
Casi no se ha hecho ningún intento por cultivar regularmente la tierra en toda la provincia de Amazonas, pero los productos naturales de su suelo son muy variados y valiosos. En el bosque hay veintitrés variedades conocidas de palmeras, todas más o menos útiles. De la corteza de la piassaba (sic) (Humboldt la llama la palmera chiquichiqui) se obtiene cordaje, el cual creo que es de igual calidad que la fibra de la corteza del coco de la India que se emplea para hacer soga. De las hojas del tucán se obtiene la fibra con la que se hace todas las hamacas de la región. Los techos de las casas, cubiertos con las gigantescas hojas del bussu, duran más de diez años. La semilla del urucu y de la inoja se emplean para hacer la mejor fogata para ahumar caucho; la mayoría de las palmeras dan frutos que son comestibles de una forma u otra.
Hay veintidós clases de árboles adecuados para la construcción náutica; para la construcción de casas y botes, treinta y tres; para la ebanistería, doce (algunas de las cuales, como el Jacaranda, la muirapinima, o madera de carey, y la macacauba, son muy bellas); y para hacer carbón de leña, siete.
Hay doce tipos de árboles que exudan leche de sus cortezas; la leche de algunos de éstos, como el arvoeiro y assacu, es venenosa. Uno es el seringa, o árbol del caucho, y otro es el mururé, cuya leche se dice tiene una extraordinaria propiedad para curar a los pacientes que han estado expuestos al mercurio, o a aquéllos que padecen de úlceras sifilíticas. El Sr. Norris me contó que un joven norteamericano terriblemente afligido por los efectos del mercurio y desahuciado, había venido a Pará para prolongar lo que le quedaba de vida en el goce de un clima tropical. Unas cuantas dosis del mururé lo devolvieron a su hogar hecho un hombre sano; cabe señalar que murió repentinamente pocos años después. El capitán Littlefield, dueño de la barca "Peerless", me contó que tuvo un marinero a bordo de su embarcación, cubierto de llagas de la cabeza a los pies, quien fue radicalmente curado con unas cucharaditas de mururé. Se dice que su acción es muy poderosa, pone al paciente frío y rígido, privándolo del sentido por un corto tiempo. El Sr. Norris ha hecho varios intentos para llevarlo a casa, pero no lo ha logrado. Una botella que traje gener6 un gas tan fétido que me alegré de arrojarla de mi mano cuando la abrí en el Observatorio.
Es inútil dar una lista de las plantas medicinales, ya que sus nombres son muy largos. Los indios usan casi todas como un "remedio"*. Sin embargo, una es peculiar, se llama manacá. Von Martius, un versado alemán, quien pasó varios años en esta región, la describe así: "Omnis planta, magna radix potissimum, systema lymphaticum summa efficacia excitat, particulas morbificas liquescit, sudore et urina eliminat. Magni usus in syphilitide, ideo mercurio vegetal a quibusdam dicitur. Cortex interior et omnes partes herbaceae amaritudine nauseosa, fauces vellicante, pollent. Dosi parva resolvit, majore exturbat alvum et urinam ciet, abortum movet, venenum a morsu serpentum excutit, nimia dosi tanquam venenum acre agit. De modo, quo hauriri solet, conferas Martium, in Buchner Repertor Pharm. XXXI, 379. Apud nonullas Indorum gentes in regione Amazonica habitantes ejus extractum in venenum sagittarum ingreditur". (7)
Sus propiedades en afecciones reumáticas eran muy elogiadas, y como yo padecía de dolores en los dientes y hombros, resolví probar su eficacia; pero, sabiendo que sus efectos eran poderosos y hacían sentirse a un hombre como si un balde de agua fría le cayera sobre su espalda, le rogué a mi amable anfitriona, Donna** Leocadia, que preparara un cocimiento suave. Al ver que no se producía ningún efecto después de la primera taza, tomé otra; sin embargo, yo era o un paciente raro o no habíamos sacado la raíz apropiada. Sólo sentí una frialdad muy sensible en los dientes y en la punta de la lengua. A la mañana siguiente tomé un cocimiento más fuerte, pero sin ningún efecto. Creo que operaba sobre el hígado, causando una gran secreción de la bilis. Traje a casa las hojas y la raíz.
La raíz del murapuama, un arbusto desprovisto de hojas, se utiliza como un remedio analéptico, que da fuerza y templanza a los nervios.
Un poderoso emético es una pequeña planta llamada douradinha, con una flor amarilla parecida a nuestro amargón, que crece en las calles de Barra.
De la nuez del Brasil, se prepara un aceite puro que arde bien; asimismo, se extrae aceite de la andiroba, la cual parece una especie de nuez del Brasil bastarda, teniendo el mismo parentesco que nuestra castaña de Indias tiene con la castaña comestible. Ambos aceites, así como el aceite hecho de los huevos de tortuga, se utilizan para adulterar la copaiba. El comerciante tiene que estar alerta para no ser engañado con estas adulteraciones. Otro aceite muy bueno o resina se llama tamacuaré, sus propiedades son muy alabadas por la cura de afecciones cutáneas.
En las orillas de los ríos y lagos interiores, abunda la tuscarora, la cual alimenta a un vasto número de aves acuáticas; se dice que es comestible.
En la provincia abunda la huimba del Perú, una especie de algodón silvestre, con una delicada y brillante fibra como la seda, llamada sumauma en el Brasil. Crece en forma de bolas en un árbol muy alto, que casi no tiene hojas; es tan liviano y delicado que sería necesario descortezar una serie de estos alt5s árboles para obtener una arroba de éste. En Guayaquil se le usa para rellenar colchones. Traje a casa varias canastas grandes de esta planta. Algunos fabricantes de seda en Francia, a quienes el Sr. Clay, nuestro encargado de negocios en Lima, envió muestras, creían que combinado con seda, produciría un tejido barato y bonito; pero no tenían una cantidad suficiente para comprobarlo.
En los lugares de la provincia donde se cultiva el algodón, éste se siembra en agosto y empieza a dar en mayo; el grueso y la mejor cosecha se dan en junio y julio. El árbol dará algodón de buena calidad por tres años.
El tabaco, cultivado en Borba, sobre el Madeira, es el mejor del Brasil; se planta en almácigos durante el mes de febrero. Cuando las plantas tienen cerca de medio pie de altura, lo cual es en el mes de abril, se transplantan; el período de mayor cosecha es en setiembre. La planta tiene como promedio cuatro pies de altura. El tabaco de buena calidad de Borba cuesta, en Barra, siete dólares la arroba de treinta y dos libras; como no se conserva en buen estado, su precio en Pará varía mucho.
El árbol que da la nuez del Brasil no tiene más de dos o tres pies de diámetro, pero es muy alto; las nueces, aproximadamente veinte, están encerradas en una cáscara muy dura y redonda, de más o menos seis pulgadas de diámetro. La cosecha se recoge en mayo y junio. El recolectarla es una operación bastante peligrosa; la nuez, que es casi tan grande y pesada como una bala de nueve libras, cae desde la copa del árbol inesperadamente e infaliblemente dejaría inconsciente a un hombre si lo golpeara en la cabeza.
Humboldt señala: "No conozco nada más adecuado para producir admiración en cuanto a la fuerza de la acción orgánica en la zona equinoccial, que el aspecto de estos grandes pericarpios leñosos. En nuestros climas, el cucurbitaceoe sólo produce, en el espacio de unos cuantos meses, frutos de un extraordinario tamaño; sin embargo, estos frutos son pulposos y sabrosos. Entre los trópicos, en menos de cincuenta o sesenta días, la bertholletia forma un pericarpio, cuya parte leñosa tiene media pulgada de espesor, la cual es difícil de ver con el instrumento más aguzado" (8). Habla de ellos como si tuvieran a menudo, ocho o diez pulgadas de diámetro, pero no he visto ninguno tan ancho.
Hay una variedad de este árbol, llamada sapucaia, que crece en tierras bajas sometidas a inundaciones. Diez o quince de las nueces, las cuales son grandes, acanaladas y de forma muy irregular, están contenidas en una ancha cáscara externa; la cáscara, a diferencia de aquélla de la castanha (9), no cae entera del árbol, pero cuando las nueces no están maduras, el fondo se desprende, dejando la parte más ancha de la cáscara como el cáliz de una bellota, colgando de un árbol. Las nueces se diseminan en el agua que en aquella temporada rodea a los árboles y se les recoje en botes o vadeando. La corteza de la nuez es frágil, fácil de quebrar con los dientes y la substancia es muy superior en exquisitez a aquélla de la nuez del Brasil. Hasta ahora esta nuez debe ser escasa o se habría hecho conocida para el comercio. El árbol es muy alto; las flores son amarillas y bonitas, pero están desprovistas de olor. La madera es de las que se emplea para la construcción náutica.
La cal de conchas que se hace en Pará, se vende a un dólar con veintiocho centavos el alquiler de sesenta y cuatro libras. " cal de piedra cuesta el doble.
La sal cuesta un dólar con veinticinco centavos el panero** de ciento ocho libras.
En Barra, las lluvias empiezan en setiembre, las lluvias fuertes son en febrero y marzo, pero difícilmente hay lluvias continuas de veinticuatro horas; un día es lluvioso y el otro es despejado.
El Vigario Geral (10), un sacerdote inteligente, llamado Joaquín Gonzales de Azevedo, me contó que se produjo una fuerte sacudida durante un terremoto en esta región, en el año de 1816. La tierra se abrió en "Serpa", un poblado debajo de Barra hasta la profundidad de un covado (tres cuartos de yarda).
NOTAS AL CAPITULO
(1) En portugués en el original. En español sería "Comandante General de la Comarca". (N.T.)
(2) En portugués en el original. En español significa "Juez de Huérfanos y Difuntos", (N.T.)
(3) En latín en el original. En español y según sea el caso, puede significar: a las otras partes, en las otras partes, con las otras partes, para las otras partes. (N.T.)
(4) Es retraducción pues no se ha traducido del idioma original. (N.T.)
(5) En portugués en el original. En el diccionario figura como "sezões", que es el f. pl. de sezão, malaria o fiebre intermitente producida por los efluvios palúdicos. (N.T.)
(6) En portugués en el original. Figura como "cachoeira" en el diccionario; en español significa: catarata, cascada o salto de agua. (N.T.)
(7) En latín en el original: "Toda planta, sobre todo de raíz grande, excita con gran eficacia el sistema linfático, licúa las partículas morbosas, elimina el sudor y la orina. De gran uso para la sífilis, por eso es llamada por muchos "mercurio vegetal". La parte interna y todas las partes herbosas, están llenas de un líquido amargo y nauseabundo, irritante al paladar. Una pequeña dosis alivia, una mayor, altera el humor, aumenta la orina, provoca el aborto y elimina el veneno de la mordedura de serpiente; en una mínima dosis, actúa como un veneno acre. Para ver el modo como se obtiene, consultar Martium in Buchner Repertor Pharm. XXXI, No. 79. Algunos pueblos del Amazonas, emplean un extracto de la planta para envenenar las flechas. (N.T.)
(8) Es retraducción pues no se ha traducido del idioma original. (N.T.)
(9) En portugués en el original. En español significa: "castaña". (N.T.)
(10) En portugués en el original. En español significa: "Vicario General". (N.T.)