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CAPITULO I

INTRODUCCION

El buque de la Armada norteamericana "Vandalia" Valparaíso Santiago Vicente Pazos Ordenes preliminares Lima Medios de información Conquistas de los Incas en la Montaña Primeras exploraciones de los españoles Madame Godin.

En el mes de agosto de 1850, estando asignado al buque "Vandalia" del escuadrón del Pacífico, anclado en el puerto de Valparaíso, recibí un comunicado del superintendente del Observatorio Nacional; en el cual se me informaba que en el próximo vapor de correo me llegarían las órdenes para explorar el valle del Amazonas.

El buque se dirigía entonces a las islas Sandwich (1), pero el capitán Gardner con aquella amabilidad que siempre caracterizó su trato con sus oficiales, no dudo en relevarme de mi cargo en el buque y en darme permiso para esperar la llegada de mis instrucciones en Valparaíso.

Los oficiales expresaron en términos lisonjeros su pesar ante mi partida llenándome de pequeños recuerdos personales, cosas que me podrían ser de utilidad en mi proyectado viaje.

El 6 de agosto, vi inesperadamente desde las ventanas del Casino de Valparaíso, las gavias del barco que se elevaban hacia los topes de los mástiles. El barco tenía que bordear la costa para evitar las rocas que yacían en la parte oeste de la bahía; deseoso por despedirme de mis amigos, salté a un bote y partí con la esperanza de alcanzar al barco antes que virara. Los remeros, entusiasmados con la idea de recibir un par de dólares si me ponían a bordo, remaban con mucho empeño; de manera que el liviano bote ballenero parecía volar. Pero justo cuando estaba a punto de franquear el contorno externo del barco mercante, el buque se deslizó repentinamente con el viento, y mientras viraba con gracia hacia otro rumbo, se izaron sus sobrejuanetes y velas bajas; para finalmente doblar hacia el noroeste y alejarse del puerto a una velocidad que convertía su persecución en un reto. " bendición de Dios vaya con este bello buque y con sus valientes caballeros, sus oficiales, que habían sido para mí como hermanos.

Debido a la muerte del presidente Taylor y al consecuente cambio de Gabinete, mis órdenes se retrasaron por lo que pasé varias semanas en Valparaíso y Santiago, capital de Chile. Sin embargo, el tiempo que pasé en estas ciudades no fue en vano, ya que me permitió mejorar mis conocimientos del idioma español y pude obtener información sobre los tributarios bolivianos del Amazonas, la cual probablemente no hubiera podido obtener en otra parte.

El Comandante de las fuerzas navales inglesas en el Pacífico, almirante Hornby, estaba tan interesado en mi visión que me buscó en su valiosa biblioteca todo lo que había sido escrito sobre el tema. Estoy en deuda con él y con los oficiales de su flota por las atenciones que me brindaron.

Asimismo debo agradecer a los señores George Hobson, H.V. Ward, George Cood y al comodoro Simpson de la Marina chilena por el préstamo de libros y mapas que me ayudaron a trazar mis planes y a decidir la ruta.

El señor Bridges, florista y botánico inglés, que había descendido el Chapar¿ y Mamoré, tributarios del Madeira, hasta la boca del Beni y que envió desde este territorio los primeros especimenes de la Victoria Regia a Inglaterra, me dio tal descripción de este territorio que me permitió indicar al señor Gibbon la ruta más práctica hacia las nacientes de esos ríos.

También conversé largamente con el general Ballivián, ex presidente de Bolivia, por entonces exiliado en Chile, quien me prestó un mapa de Bolivia trazado bajo sus órdenes cuando era presidente de aquella república; hice un calco, pero lamentablemente lo perdí más adelante.

En Santiago obtuve información sobre el río Beni y el interior de Bolivia y Perú de un caballero francés llamado Píssis, ingeniero contratado por el gobierno chileno; y también de un caballero llamado Smith, empleado de la gran casa mercantil "Huth Gruning & Co.", quien había viajado mucho por aquellos países.

Igualmente le debo mucho a don José Pardo, encargado de negocios del Perú en la república de Chile, por la información y consejos brindados. El me proporcionó copias de las cartas de Vicente Pazos, ciudadano de Buenos Aires (2) quien siempre ha manifestado mucho interés por el mejoramiento y progreso de Sudamérica y quien en 1819 publicó una serie de documentos sobre los asuntos de aquel país, dirigidos a Henry Clay . Considero que estas cartas son de suficiente interés como para traducirlas.

 

BUENOS AIRES, 14 de julio de 1850.

A don JOSE PARDO
Ministro de la República Peruana en Chile
SU EXCELENCIA:

En un diario de esta capital del 2 de los corrientes, leí una trascripción de una carta que usted le enviara al editor de un periódico de este lugar, en la cual con fecha 25 de abril, usted afirmaba haber recibido un informe detallado sobre el descubrimiento de vetas y lavaderos de oro en la provincia de "Carabaya". En consecuencia el gobierno del Perú invita a todas aquellas personas que deseen aprovechar y hacer uso de las producciones naturales de estas regiones, donde los inmigrantes de todas las naciones contarán con todas las garantías necesarias, tanto políticas como religiosas para el ejercicio de su industria.

Este anuncio me llena de satisfacción por ser una muestra de las elevadas ideas que prevalecen en este gobierno, las cuales llevarán a esta parte del Alto del Alto Perú hacia su máxima prosperidad, la que le es inherente por su posición topográfica y territorial; y principalmente, porque tienen en su interior ríos navegables que lo conectan con el Atlántico, me refiero a la navegación del Amazonas.

Hasta el momento llevo aproximadamente diez años reflexionando y estudiando las relaciones políticas, sociales y comerciales referentes a esta materia, como lo demuestran mis muchas publicaciones que han circulado en Europa y América. Estas publicaciones muestran los esfuerzos que he realizado ante el gobierno de Luis Felipe, rey de Francia, para abrir una nueva ruta de comunicación comercial entre Cayena y la Guyana Francesa, y las repúblicas del Perú, Bolivia, Ecuador y Venezuela.

No obstante, siempre he creído que nuestra América, debido a la inteligencia de su gente, estaba destinada a experimentar un gran cambio social y comercial; y que este cambio se daría a través de sus inmensos ríos navegables. Este concepto es corroborado por el anuncio del descubrimiento de las regiones auríferas de Carabaya, en cuyas partes altas que pertenecen a los Andes, se crían ovejas de la más fina lana; y en donde, conforme el territorio va en descenso, la vegetación brota con una fertilidad y naturalidad desconocidas en el Viejo Mundo. La tierra es atravesada por torrentes que descienden de las montañas y cuyos bancos contienen oro; estas corrientes se unen para formar el río "Purús", uno de los tributarios más grandes del Amazonas.

En un informe especial sobre este río, nuestro célebre botánico D. Tadeo Háénke (sic:Haenke) señala: "Purús o Cachivara es un río de primer orden. Nace en la cordillera de Vilcanota, un poco al este de las Montañas de Carabaya, de las cuales descienden muchos riachuelos considerables, ricos en oro. " Al testimonio de este sabio naturalista, añado aquél de Condamine (sic: La Condamine) y el del oficial de la Marina inglesa, Smyth, y finalmente los trabajos del conde de Castelnau, quien descendió el Amazonas desde el Cuzco.

Los trabajos científicos,e,hidrográficos de estos viajeros me convencieron que el "Purús" sería el mejor canal de comercio interno y que comunicaría la zona central del Perú con las naciones industriales, comerciales y manufactureras de Europa y de Norteamérica.

Para este efecto, es conveniente no sólo informar a la gente sobre esta nueva ruta de comunicación y familiarizarla con ella, sino también estimular la emigración extranjera y la civilización de los pobladores de nuestra selva que son gente de carácter dócil y de inteligencia activa.

En 1818, cuando por primera vez observé un vapor en los Estados Unidos de América, pensé que nuestros ríos al igual que los de ellos, eran navegables por medio de esta fuerza motriz; así, en un trabajo que publiqué en Nueva York en 1819, señalé que llegaría el día en que barcos a vapor navegarían los ríos auríferos del Perú como por el fabuloso Pactolo (3). Ahora esta predicción ya no me parece imposible, haciéndose más firme mi convicción, como se verá en una carta que escribí al Presidente de la República, príncipe Luis Napoleón Bonaparte. La,parte referente a la predicción es muy extensa, lo que me impide copiaría, pero algún día se publicará.

Mientras tanto, lo felicito a usted y a su gobierno por haber dado durante su administración, una medida tan,necesaria para el bien común.

Permítame también ofrecerle mis respetos y declararme su seguro servidor.

VICENTE PAZOS. (4)

BUENOS AIRES, 2 de febrero de 1850.

A su Excelencia, príncipe LUIS NAPOLEON BONAPARTE
Presidente de la República de Francia
PRINCIPE:

Al presentar a su Excelencia la copia adjunta, duplicado de mi carta sometida en junio de 1848 al Poder Ejecutivo que gobernó a la Francia republicana, mi objetivo es llamar la atención de su Excelencia sobre el mismo proyecto que Napoleón, su augusto tío, concibió para el engrandecimiento de la más importante colonia que Francia posee en el Nuevo Mundo, la Guyana Francesa. Antes del uso del vapor en la navegación, este genio tutelar de Francia comprendió que Cayena sería algún día la clave para el vasto comercio de todas aquellas regiones, donde se podrían crear grandes imperios.

Esta sublime concepción infundió en mi espíritu la idea que ya había llegado la hora de realizar los proyectos del Emperador; con este objetivo y con la finalidad de establecer una ruta fluvial entre la Guyana Francesa y las repúblicas del Perú, Bolivia, Ecuador y Venezuela, me dirigí al gobierno de Francia en abril de 1840, cuando las Cámaras decretaban la navegación transatlántica a vapor. Todos los ministros que gobernaron hasta febrero de 1848, incluso durante la monarquía, aprobaron mi proyecto y tomaron las medidas preliminares necesarias para el inicio de un sistema de navegación sin igual desde los días de Colón y Vasco de Gama.

Oficiales de la Marina francesa, estimulados por el ejemplo de los ingleses, quienes los precedieron en la exploración del Amazonas, hicieron importantes observaciones hidrográficas sobre el curso de este río, que muestran que su salida principal está a lo largo de las costas de la Guyana Francesa, donde Francia podría estar al mando de la navegación fluvial y del comercio de aquellas vastas regiones.

Pensé que esta ventaja, demostrada con una mirada a la posición geográfica,de la Guyana Francesa, tendría efecto en el juicio del Sr. Arago, por entonces ministro de Marina y miembro del Gobierno provincial de la república de Francia.

La respuesta de este sabio astrónomo con fecha 14 de abril a mi carta del 22 de abril anterior, acabaron no sólo con mis esperanzas sino que también cerraron las puertas al progreso de las colonias francesas y de aquellas naciones cuyos ríos forman el Amazonas y cuya gente desea fervientemente esta nueva y corta vía de comunicación entre Europa y América meridional.

La grandeza de este plan expuesto en mis cartas, memorias y escritos, los cuales pueden encontrarse en las diferentes oficinas ministeriales de Francia, junto con las opiniones de muchos escritores y viajeros franceses, siendo el más distinguido de ellos el señor Castelnau, demuestran la utilidad de fomentar el desarrollo de la Guyana.

A toda la información suministrada anteriormente, se debe agregar las comunicaciones orales que recibí del comandante del "Astrolabe", el Sr. Montravel, quien se encuentra ahora destacado en el río La Plata, bajo las órdenes del vice almirante Le Predour. El Sr. de Montravel es el oficial de la corbeta "Boulognaise", que realizó la exploración del Amazonas y cuya más valiosa información que se encuentra archivada en el ministerio de la Marina francesa, corrobora todo lo que he expresado al Gobierno francés durante estos diez años y que ahora me anima a dirigirme directamente a vuestra Excelencia, renovando el mismo proyecto que anteriormente tuve el honor de presentar a la Nación francesa, &a. (5)

La ciudad de Santiago está situada en una hermosa planicie al pie de la Cordillera. Las cumbres nevadas de esta cadena, pintadas en audaces relieves que se elevan hacia el cielo gris y cerrado de la mañana, tienen una apariencia muy singular y bella; parecen cortadas de mármol blanco y al alcance de la mano. Es casi imposible dar una idea de la transparencia de la atmósfera de este lugar. Nunca me cansaba de observar las estrellas que se alzaban sobre las montañas, desde el pequeño observatorio del Tnte. Gillis. No había nada del tenue y borroso brillo que normalmente tienen las estrellas que aparecen sobre el océano; si no que centelleaban a lo lejos en un instante en todo el esplendor de su belleza y parecía que recién habían sido creadas. Gillis me dijo que su pequeño telescopio de fabricación norteamericana, con una abertura de diafragma de 6 1/2 pulgadas, tenía el mismo poder del telescopio de vidrio alemán de 9 pulgadas de Washington.

Chile se encuentra mucho más adelantado en arte y civilización que cualquier otra república sudamericana. Hay muchos jóvenes de familias chilenas, educados muy bien en Europa, quienes honrarían cualquier sociedad; los modales de las damas se caracterizan por una sencilla, abierta y cautivadora cordialidad que parece propia de los criollos. No conozco un lugar más agradable para residir que Santiago, excepto por dos razones; primero, los terremotos a los que nadie puede ser indiferente; y segundo, la disposición de la gente para recurrir a la bayoneta al conciliar diferencias políticas o para la lucha por el poder político. Estas dos razones sacudieron la ciudad y a su sociedad hasta sus cimientos unos meses después que la dejara.

DEPARTAMENTO DE MARINA, 30 de octubre de 1850.


ESTIMADO CABALLERO:

Partid hacia Lima para recolectar de los monasterios y de otras fuentes fidedignas que le sean accesibles, información relacionada con las nacientes del Amazonas y las regiones del territorio bañadas por sus tributarios peruanos. Luego visite,los monasterios bolivianos con el mismo fin, incluyendo información sobre los tributarios bolivianos de este río que usted juzgue convenientes.

Al asignarle esta misión, el objetivo del Departamento es que usted realice una exploración del valle del Amazonas, para lo cual hay que obtener el consentimiento,del Brasil; la información que se le ha encargado obtener le servirá de ayuda y guía para tal expedición.

Como es posible que el Gobierno tenga que desembolsar una pequeña cantidad para los gastos ocasionales de la misión que se le ha asignado, se le otorgará una, carta de crédito por mil dólares, de los cuales responderá luego ante la oficina correspondiente.

Asimismo, adjunta a la presente encontrará una carta de presentación para los Sres. Clay y McClung, encargados de negocios en Perú y Bolivia.

 

Como mis amigos de Santiago y Valparaíso, especialmente el general Ballivián, me proporcionaron toda la información que se suponía debía obtener en las ciudades de Bolivia, decidí continuar a Lima y por consiguiente me embarqué en el barco de correo el día 26.

Mi estancia en Valparaíso me permitió hacer nuevas amistades y establecer nuevos lazos que encontré dolorosos de romper; pero este es el destino de todo oficial de la marina, quien separado de su familia por años, se ve obligado a entablar un trato más cercano y personal con sus compañeros, y a formar vínculos que luego se romperán, generalmente, por muchos años de separación. Alejado de ellos, es arrojado entre extraños, volviéndose dependiente de su amabilidad y hospitalidad por ser los únicos entretenimientos que hacen su vida más llevadera. Con estas compensaciones, su corazón se vuelca hacia las nuevas amistades; y mis amigos de Valparaíso fácilmente creerán que estaba bastante triste cuando me vi obligado a dejarlos.

El 6 de febrero llegué a Lima, ciudad que ha cambiado bastante desde que estuve en ella hace veinte años. A pesar que tuvimos corridas de toros por la juramentación del nuevo presidente, general Echenique, (cuyo ascenso, aunque parezca extraño, se realizó sin ningún tumulto popular, excepto por un pequeño levantamiento en Arequipa que finalizó con el encarcelamiento inmediato en Lima del candidato de la oposición, el general Vivanco), el noble anfiteatro no estaba colmado como en los viejos tiempos por la élite y los elegantes de Lima; por el contrario parecía abandonado al vulgo. Las damas habían dejado de usar su característico y más elegante traje nacional, la "Saya y Manto" que ahora es signo de una reputación dudosa. Estas damas se visten al estilo francés, asisten a la ópera y en lugar de beber la "Yerba de Paraguay"* o Matté (sic: mate), que antes se bebía en gran cantidad, ahora beben té. Estos son hechos de los que hay que lamentarse, pues uno siempre desea que se preserve la identidad nacional. Sin embargo, hay una razón para alegrarse, (especialmente por parte de los hombres de mar que a veces los han sufrido) el ferrocarril de Lima a Callao ha dispersado a los ladrones.

Pero no tengo nada que ver con este asunto. Lo primero que hice al llegar a Lima fue contactarme con don Francisco Paula y Vigil, el versado y erudito Director de la Biblioteca Nacional. Este caballero eclesiástico y miembro del Senado, tiene tal disposición para el estudio y la honestidad que a pesar de ser político y miembro de la oposición al nuevo gobierno, goza (algo raro en el Perú) del respeto y la confianza de todos. El puso a mi disposición los libros de la Biblioteca y gentilmente me seleccionó aquéllos que me serían de utilidad.

Sin embargo, las fuentes de información fueron reducidas,e,insatisfactorias. Las expediciones militares que se hicieron a las zonas orientales de los Andes, dejaron indicios escasos o poco confiables de sus trabajos. Los registros de las expediciones de los jesuitas estuvieron fuera de mi alcance por encontrarse en los archivos de Quito, en aquel entonces sede de la diócesis y punto de partida de las misiones hacia el interior Lo poco que conseguí fueron algunos cuantos relatos de las operaciones de los franciscanos, recopilados por el padre Manuel Sobreviela, guardián del Colegio Misionero de Ocopa, y publicados en 1790 en un periódico llamado "Mercurio Peruano", editado por una asociación que se denominaba "Amantes del País".

Aunque la información obtenida en Lima no fue considerable, todavía creo que será de gran interés realizar un somero esbozo histórico de los intentos por explorar la Montaña (6) del Perú, efectuados desde la conquista de aquel país por Pizarro. Sin embargo antes de comenzar, quiero expresar mi agradecimiento a los diversos caballeros, tanto nativos como extranjeros, que me ayudaron en mis investigaciones con información y consejos; sobre todo a don Nicholas (sic: Nicolás) Piérola. Director del Museo Nacional, cuyo nombre está vinculado al de Mariano de Rivero, el científico "por excelencia " del Perú, al honorable John Randolph Clay, encargado de negocios de los Estados Unidos, al Dr. Archibald Smith, eminente médico y autor de un libro muy interesante, llamado "Perú as it is" (7); y a los amables y hospitalarios socios de la casa mercantil Alsop & Co., Sres. Prevost, Foster y McCall.

Los libros modernos sobre el tema, tales como "El Perú" de Prescott; las narraciones de Humboldt; los viajes de Von Tschude (sic: Tschudi); "Perú as it is" de Smith; el viaje por el Amazonas de Condamine (sic); los viajes del príncipe Adalberto, los diarios de los tenientes ingleses Smyth y Maw; "Viajes por Maynas" de don Manuel Ijurra, quien posteriormente me acompañó como intérprete de los indios; "El Brasil" de Southey y un ensayo corográfico de la provincia de Pará por un brasileño llamado Baena, se consultaron y junto con comunicaciones orales de personas que habían visitado varias partes del valle del Amazonas, me dieron toda la información que estaba a mi alcance, y me prepararon para iniciar mi viaje con los ojos abiertos.

Según Garcilasso (sic: Garcilaso) de la Vega, el descendiente de los Incas, la atención del gobierno peruano se dirigía al territorio al oriente de los Andes, incluso antes de la conquista española. El sexto inca, Rocca (sic: Roca), envió a su hijo Yahuar Huaccac (sic: Huaca) al mando de 15,000 hombres, con tres generales como acompañantes y consejeros, a la conquista de la zona norte y este del Cuzco, llamada Antisuyo y habitada por los indios llamados Antis. El joven príncipe anexó un área de 30 leguas en aquella dirección a los dominios de su padre, pero no pudo abarcar más debido a lo escarpado del territorio y a las dificultades que se presentaron durante la marcha. El décimo y gran inca, Yupanqui, envió una expedición de 10,000 hombres para continuar las conquistas de Yahuar Huaccac (sic). Así llegaron a la Montaña y embarcándose en balsas en el gran río Amarumayo (8) se abrieron camino a través de las tribus llamadas Chunchos, hasta llegar tan sólo con mil hombres al territorio de las tribus llamadas Musus. Al darse cuenta que eran muy pocos hombres para realizar una conquista, persuadieron a esta tribu de que ellos eran amigos, y debido a su civilización superior, obtuvieron tal influencia sobre ellos que los musus accedieron a enviar embajadores para rendir homenaje y culto al "Hijo del Sol"; además de conceder a estos hombres de la raza inca, sus hijas en matrimonio y un lugar en su tribu.

Años después, durante el reinado de Huaynal Capac (sic: Huayna), los incas y sus descendientes quisieron regresar al Cuzco, pero a la mitad de sus preparativos recibieron noticias sobre la caída de su nación y finalmente tuvieron que establecerse entre los musus, quienes adoptaron varias leyes, costumbres, usos y cultos de los incas.

Casi no dudo de la veracidad de este relato, ya que aún actualmente pueden encontrarse entre los salvajes que habitan por los alrededores de las nacientes del Ucayali, el Purús y en la región comprendida entre el Purús y el Beni, rastros del carácter belicoso de la raza selvática y aquel odio tenaz hacia los blancos que los descendientes de los incas se supone debían sentir. Esta resuelta hostilidad y carácter belicoso me desanimó de embarcarme en el Chanchamayo para descender el Ucayali y fue también la causa por la que no pude conseguir hombres para ascenderlo desde el Sarayacu, y no dudo que le haya impedido al Sr. Gibbon penetrar hacia la región al este del Cuzco y buscar en aquella dirección las nacientes del Purús.

Este carácter es completamente diferente al de los indios de los llanos del resto de Sudamérica, quienes en general son gentiles, dóciles y obedientes, y quienes además sienten por el hombre blanco un temor abyecto y cobarde.

El ansia de dominio y poder indujeron a los príncipes indios del Perú a desperdiciar sus tesoros y las vidas de sus súbditos en la conquista de la Montaña. Ahora había una pasión más intensa que impulsaba a gente más arriesgada hacia la misma dirección. Por algún tiempo los conquistadores ambiciosos estuvieron concentrados en las historias de grandes imperios como Beni o Gran Pará, Gran Pairiri o Paititi y El Dorado, imperios que tenían ciudades grandes y populosas;,cuyas calles estaban pavimentadas con oro (el cual provenía de las arenas de un lago llamado Parima); de un rey dorado que al levantarse todas las mañanas, era untado con aceite y cubierto con polvo de oro que le soplaban sus cortesanos por medio de largas cañas; y finalmente de grandes riquezas minerales y vegetales. Luego con la conciliación parcial de la situación con la derrota del grupo de Almagro en la batalla de Salinas, cerca del Cuzco, el 26 de abril de 1538, varios líderes buscaron la oportunidad de obtener riqueza y distinción por medio de incursiones a estas tierras desconocidas.

Hernando Pizarro organizó dos expediciones, dando a Pedro de Candia el mando de la primera y a Pedro Angulo, la segunda. Estos hombres guiados por los informes de los indios quienes constantemente afirmaban que las ricas regiones que buscaban se encontraban todavía más al este, parece que penetraron hasta el Beni; pero abrumados por el peligro, la privación y el sufrimiento, regresaron sin resultados, salvo con las maravillosas historias de lo que habían visto y aprendido, lo cual avivaba la curiosidad y la codicia de los otros. Estos grupos eran generalmente acompañados por un sacerdote quien hacia las veces de historiador de la expedición. Nos podemos formar una idea de la falta de valor de sus registros por algunas de las historias que relataron. A continuación una de ellas:

"Juan Alvarez Maldonado inició una expedición desde el Cuzco en 15él, descendió la cordillera oriental de los Andes y habiendo atravesado a duras penas el escabroso y rocoso suelo de la ladera, de repente el grupo encontró dos pigmeos; mataron a la hembra y el macho murió de pena seis días después."

"A una distancia de doscientas leguas, siguiendo río abajo el curso del gran Mano, desembarcaron en una playa desde donde un piquete de soldados penetró en la selva. Este grupo encontró árboles tan altos que el tiro de una flecha no los superaba en altura y tan anchos que seis hombres uniendo sus manos apenas podían rodearlos. Aquí encontraron un hombre de cinco yardas que yacía sobre el suelo; sus miembros estaban bien proporcionados, tenía una nariz larga, dientes prominentes, vestía una bella piel de leopardo, corta y arrugada; para caminar usaba un árbol con el que jugaba como si fuera un bastón. Al querer levantarse, los soldados le dispararon a matar, luego regresaron al bote para avisar a sus compañeros. Estos al regresar al lugar de los hechos, encontraron huellas de que se habían llevado al hombre. Siguiendo las huellas que se dirigían a una colina vecina, oyeron desde allí tales gritos y vociferaciones que se quedaron tan pasmados y aterrorizados que huyeron". Otra historia más:

"Entre los años 1639 y 1648, el padre dominico Tomás de Chaves entró a la tribu de los chunchos de Cochabamba, en Bolivia. Se llevó a doce de ellos a Lima, donde fueron bautizados. Luego regresó y vivió en esta tribu durante catorce años, realizando varias expediciones, la última de estas a la tribu de los Moxos del Mamoré, fue en 1654. Allí curó a un cacique de una enfermedad y el emperador de los musus (este es el gran Paititi o Rey dorado de los españoles), envió seiscientos hombres armados al cacique de los moxos, ordenándole que enviara al reverendo padre para que curase a su reina. Los moxos se mostraron sumamente reacios a partir con su médico; pero al recibir amenazas de exterminación de parte de los embajadores del emperador, accedieron sumisamente; así el padre emprendió viaje cargado en hombros por los indios. Después de viajar durante 30 días, llegaron a las orillas de un río tan ancho que apenas se podía ver la otra orilla (se supone que era el Beni). En este lugar los embajadores indios habían dejado sus canoas, desamarrándolas y lanzándolas al agua, navegaron río abajo durante doce días, para finalmente desembarcar. El padre encontró una ciudad grande habitada por un número increíble de salvajes, todos soldados, que cuidaban este gran puerto sobre el río y la entrada al imperio de los musus. No se veía ninguna mujer ya que vivían en otra ciudad, a una legua de distancia y sólo venían durante el día para traer comida y bebida a los guerreros y luego regresaban en la noche."

"Observó que en este punto, el río estaba dividido en muchos ramales que parecían ser navegables y que formaban grandes islas en las cuales habían grandes poblados. Desde aquí viajó durante veintisiete días hasta llegar a la Corte; el Rey salió a recibirlo vestido con las más finas y delicadas plumas de diferentes colores. Trató a su invitado con gran cortesía y le preparó un fabuloso banquete; le contó que había escuchado de sus magníficos poderes como médico, razón por la cual había enviado por él para que curase a la Reina que sufría de una enfermedad que había desconcertado a todos sus médicos. El buen padre le aclaró que no era un médico y que no había sido preparado para ese arte, pero observando que la Reina estaba poseída por los demonios ("obsesa") (9), la exorcizó de acuerdo a los rituales, y ella se convirtió gustosamente al Cristianismo. Estuvo once meses en la Corte de Paititi, al término de los cuales dándose cuenta que el vino y la harina para la Sagrada Comunión se había terminado y habiendo bautizado a un infinito número de niños en "articulo mortis", se despidió de sus Majestades, recomendándole a la Reina que conservara la fe que había recibido, absteniéndose de ofender a Dios. Rechazó un magnífico obsequio del Rey que consistía en oro, plata, perlas y bellas plumas, lo cual, según el padre Tomás, era muy estimado por el Rey y sus cortesanos".

Estas son algunas de las historias que inflamaron la codicia de los españoles, llevándolos a enfrentar los peligros de la selva en su búsqueda de El Dorado. Hoy en día, estas historias sirven para mostrar la poca confianza que se debe tener a los relatos de los frailes respecto a esta región; sin embargo, no creo que sean mentiras tan grandes. Evidentemente los soldados de Maldonado confundieron a los monos con pigmeos y a alguna bestia de la selva, probablemente un tapir, con un gigante; pero indudablemente, hay algo de verdad en el relato del padre Tomás, a pesar de que uno no puede dar crédito a los seiscientos embajadores, al río cuya orilla opuesta apenas se podía ver, al puerto fortificado y al oro, plata y perlas en una región aluvial.

Pero los derrotados seguidores de Almagro, escapando casi en presencia de los aún victoriosos Pizarros, si encontraron en la zona al este del Cuzco, una región que respondía en cierta manera a la descripción del fabuloso El Dorado. Se internaron en los valles de Carabaya donde encontraron lavaderos de oro de gran valor; subyugaron a los indios; construyeron los pueblos de San Juan del Oro, San Gaban, Sandia, &a.; y enviaron grandes cantidades de oro a España. En una ocasión enviaron como obsequio para Carlos V, un pedazo de oro en forma de una cabeza de buey, el cual pesaba doscientas libras. En agradecimiento, el Rey otorgó el título de "Ciudad Real" al pueblo de San Juan del Oro y ennobleció a sus habitantes. Sin embargo, con el tiempo los indios se sublevaron, asesinando a sus opresores y destruyendo sus poblados. Hasta hace tres años este era un territorio prohibido para el hombre blanco. Ya tendré ocasión de referirme nuevamente a este punto.

Mientras se realizaban estos esfuerzos por internarse en la Montaña por el lado oriental del Cuzco, en Quito Gonzalo Pizarro equipó una expedición de 350 españoles y 4,000 indios, con gran cantidad de provisiones y ganado. Todo aquél que ha leído las brillantes páginas de Prescott conoce la historia de esta expedición: el descubrimiento de la canela, la traición de Orellana y el origen del nombre actual del gran río. Sin embargo no tocaré este tema, conformándome con observar que si Pizarro construyó un bergantín o cualquier cosa que llevara un mástil, navegó río abajo por el Napo, o lo que más bien sospecho, el Napo era entonces un río más grande de lo que es ahora.

El fracaso de la expedición y los casi increíbles sufrimientos que padeció el grupo que la formaba, no pudieron desalentar a los españoles en su búsqueda de El Dorado. En 1560, el Marqués de Cañete, virrey del Perú, envió a cumplir esta misión a Pedro de Ursóa (sic: Ursúa) con una compañía numerosa. Este oficial marchó hacia el norte partiendo del Cuzco y navegó por el Huallaga; en Lamas, pequeño poblado cercano al río, fue asesinado por su Tnte. Lope de Aguirre quien decidió continuar con la empresa. Aguirre descendió el Huallaga (así como el Amazonas hasta su desembocadura), costeó la Guyana y Venezuela, apoderándose finalmente de la pequeña isla Marguerita (sic: Margarita); allí formó un grupo y desembarcó en Cumaná con el propósito de conquistar un imperio en tierra firme. Pero fue derrotado por algunas tropas españolas quienes ya estaban en posesión del territorio y hecho prisionero fue llevado a Trinidad donde se le colgó.

Aguirre parece haber sido un hombre temerario y violento, como lo demuestra su carta a Felipe II, publicada en las narraciones de Humboldt, donde dice: "Saliendo del Amazonas, llegamos a una isla llamada "La Margaretta" (sic). Allí recibimos noticias de España sobre el gran grupo de los luteranos. Estas noticias me preocuparon mucho. Descubrimos entre nosotros a un miembro de esta facción, llamado Monteverde, por lo que ordené que lo corten en pedazos como era lo correcto; porque créame mi Señor, donde quiera que estuviese, la gente vive de acuerdo a la ley."

"En el año de 1559, el Marqués de Cañete envió al Amazonas a Pedro de Ursoa (sic), un navarro o más bien un francés. Navegamos por los más grandes ríos del Perú, hasta llegar a un golfo de agua dulce. Ya habíamos viajado 300 leguas, cuando matamos a aquel perverso y ambicioso capitán, escogimos entonces como rey a Fernando de Guzmán, Caballero (sic: caballero) de Sevilla, al que juramos lealtad como lo hicimos con Vuestra Excelencia. Se me nombró intendente general; pero al no acatar todos sus deseos, me quiso matar. No obstante maté a este nuevo rey, al capitán de su guardia, a su teniente general, a su capellán, a una mujer, a un caballero de la Orden de Rodas, a dos abanderados y a cinco o seis sirvientes de este pretendido rey; luego resolví castigar a sus enviados y oidores. Nombré capitanes y sargentos. Estos nuevamente me quisieron asesinar, pero ordené que los colgasen a todos. En medio de estas aventuras, navegamos durante once meses hasta llegar a la desembocadura del río. Recorrimos más de 1,500 leguas. Sólo Dios sabe como logramos cruzar esta gran masa de agua. Le quiero aconsejar ¡oh! Gran Rey que nunca envíe flotas españolas a este maldito río. " (12)

La siguiente historia, tomada del "Viagero Universal" (sic: Viajero) de Ulloa, muestra su barbarie en colores aún más vivos. Parece que en todos sus viajes siempre llevaba a su hija predilecta. Cuando se vio derrotado y rodeado al punto que esa imposible escapar, llamó a esta dama y le dijo: "Esperé hacer una reina de ti. Esto ahora es imposible y como no soporto que vivas siendo señalada como la hija de un traidor y criminal, debes prepararte para morir en mis manos". Ella le pidió unos minutos para orar, lo cual le fue concedido, pero su padre al ver que se demoraba mucho en sus oraciones, le disparó mientras estaba arrodillada; la desafortunada dama avanzó tambaleándose hacia él y el villano tomándole la mano, le hundió su puñal en el pecho y ésta cayó a sus pies murmurando: "Basta Padre Mío".

No se puede esperar tener información de carácter exacto y científico de los viajes de aventureros como éstos. Ellos eran simples soldados demasiado ocupados con las dificultades del viaje, con los conflictos con los indios, con sus ambiciosos planes y con sus disputas internas, como para tomar notas de la topografía o de la producción de las regiones por donde pasaban.

Pero una tarea que había frenado la ambición y poder de los Incas y el amor al oro, respaldado por el espíritu indomable y por el coraje del recio soldado español, ahora iba a ser realizada por hombres incentivados por una pasión aún más absorbente que cualquiera de las anteriores; me estoy refiriendo al fervor misionero, al amor por propagar la fe.

Las primeras misiones que se establecieron en la Montaña fueron fundadas por los padres Cuxia y Cueva de la Sagrada Compañía de Jesús, en 1737.

Comenzaron su labor en el pueblo de San Francisco de Borja, fundado por Don Pedro de Vaca en 1634, cuando conquistó y fundó la provincia de Mainas, por mandato del virrey, Don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache. Este pueblo está situado en la margen izquierda del Marañón, no muy lejos de donde este río se abre paso a través de la última cadena de montañas que obstruye su curso en el Pongo (10) de Manseriche.

En el mismo año (1637), según Ulloa [cuyos testimonios, creo son siempre bien recibidos "cum grano salis" (11)l, Pedro Texeira, un capitán portugués, remontó el Amazonas con una flota que llevaba cuarenta y siete cañones. Después de ocho meses de viaje desde Pará, llegó al puerto de Payamino, o Frayamixa, en la provincia de Quixos sobre el río Napo. No estoy en condiciones de informar a que distancia se encuentra éste del Napo; pero Texeira, dejando allí su flota, marchó por tierra con algunos de sus oficiales hacia Quito. La Real Audiencia de esa ciudad decidió enviar exploradores con él a su regreso; así fueron escogidos para este fin, los padres jesuitas Acuña y Artieda quienes tenían que rendir un informe al rey de España, Atravesando el pueblo de Archidona, en las nacientes del Napo, y después de pasar grandes penurias, se unieron a la flota en el puerto de Payamino, luego de viajar diez meses por tierra y agua, llegaron a Pará donde se embarcaron hacia España.

El gobierno español, en ese entonces ocupado con la rebelión de Portugal, no pudo brindar ayuda a los misioneros, por lo que el padre Artieda regresó a Quito en 1643. En esta ciudad apeló a la Real Audiencia y al Colegio de los Jesuitas para que prestasen ayuda a las misiones; la última de estas instituciones le proveyó de cinco o seis misioneros. Estos fueron bien recibidos por los indios y prosiguieron su trabajo con tal éxito que en el año 1666 ya habían formado trece poblados grandes y populosos en la región, limitando con el Alto Marañón,y con las nacientes del Pastaza, Ucayali y Huallaga.

Por esta misma época, los franciscanos comenzaron a impulsar sus exploraciones y labores misioneras desde Lima, por la ruta de Tarma y Jauxa (2) hacia la Montaña, bañada por las nacientes del Ucayali; y aquí (gracias al padre Sobreviela) comenzamos a obtener un poco de información topográfica, pudiéndose ahora consultar el mapa para la explicación de este texto.

En 1673, el padre francisco Manuel Biedma se internó en la Montaña desde Jauxa, siguiendo la ruta de Comas y Andamarca, y estableciendo la misión de Santa Cruz de Sonomora, sobre el río Pangoa, tributario del Ucayali.

En 1681, abrió un camino de mulas de Andamarca a Sonomora, y en 1684, otro de Sonomora hasta la intersección del Pangoa con el Perené. En 1686, se embarcó desde este lugar con Antonio Vital y descendió el Ucayali casi hasta la intersección con el Pachitea, donde estableció la misión de "San Miguel de los Conibos"; y dejando a Vital a cargo de la misión, intentó ascender nuevamente el río, pero fue asesinado por los salvajes. Vital, al enterarse de su muerte y viéndose abandonado sin ninguna esperanza de salvación, decidió lanzarse corriente abajo; y embarcándose en una canoa con seis indios, pronto llegó a la misión jesuita que se encontraba cerca de la desembocadura del Ucayali. Aconsejado por estos misioneros, ascendió el Marañón, el Huallaga y el río Mayo hasta donde era navegable; luego desembarcó y viajó por tierra a través de Moyobamba y Chachapoyas, y pasando por Lima llegó a Jauxa de donde había partido con el padre Biedma.

Por esta misma época los franciscanos, internándose también desde Tarma por los valles de Chanchamayo y Vitoc, establecieron las misiones del Cerro de la Sal y la del Pajonal. El Cerro de la Sal es descrito como una montaña de tierra rocosa y rojiza, con vetas de sal de treinta yardas de ancho, al cual acudían los indios desde muchas millas a la redonda para abastecerse de sal como era su costumbre. El Pajonal es una extensa y verde planicie ubicada entre el gran río Pachitea y una gran curva del Ucayali; tiene una extensión aproximada de ciento veinte millas de largo de norte a sur y noventa de este a oeste; y a juzgar por su nombre y algunas descripciones imperfectas, parece un excelente territorio para el pastoreo.

En el año de 1712, el Padre Francisco de San José abrió un colegio de "propaganda fide" en el poblado de Ocopa, en los Andes, a unas leguas de Jauxa. Por su fervor religioso,e,ingenio, logró convencer a muchos monjes europeos de la orden de San Francisco a unírsele en su labor misionera. Estos hombres trabajaron tan exitosamente, que hacia el año 1742, ya habían levantado diez poblados en el Pajonal y en el Cerro de la Sal, teniendo bajo su guía espiritual a diez mil conversos. Pero ese año, un indio del Cuzco, quien había sido convertido y bautizado con el nombre de Juan Santos, renegando de su fe,e invistiéndose con el título de Inca con el nombre de Atahualipa (sic: Atahualpa), incitó a la rebelión a todos los indios de la región y borró toda huella de los preceptos misioneros; durante este levantamiento murieron entre setenta y ochenta sacerdotes.

Es bastante evidente que ningún roce con la religión Católica provocó esta rebelión ya que en 1750, ocho años después, cuando el marqués de Minahermosa marchó a este territorio para castigar a los rebeldes, encontró la iglesia en Quimiri, sobre el Perené, en perfecto estado con las velas encendidas ante las imágenes. Quemó la iglesia junto con el pueblo. Seis años después de este episodio, cuando el Gral. Bustamante realizó otra incursión a este territorio, encontró el pueblo reconstruido con una gran cruz erigida en el centro de la plaza.

Yo mismo he tenido la oportunidad de observar el respeto y reverencia de estos indios hacia los pastores, su ansia por participar en la misa y el admirable culto que rinden a la Iglesia Católica.

Lo único que nos queda por tratar son las conversiones realizadas por los franciscanos de Ocopa en la Pampa del Sacramento, sobre el Ucayali, las cuales son las únicas recompensas invalorables que ahora quedan del fervor, paciencia y sufrimiento de estos devotos hombres.

Las misiones que los padres Biedma y Caballero establecieron en Ucayali entre los años 1673 y 1686, se perdieron por las insurrecciones de los indios en 1704. En 1726, los indios conversos, navegando en canoas por el Huallaga y cruzando las colinas que bordean el río en su flanco oriental, descubrieron una colina boscosa a la que llamaron Pampa del Sacramento, ya que el día del descubrimiento se celebraba la fiesta del Corpus Cristi (ya habían recibido los primeros preceptos del Evangelio por Felipe Luyendo, quien había viajado desde Huánuco en 1631). Esta era una nueva área para los misioneros y así por el año de 1760, los padres del Colegio de Ocopa se habían internado en esta planicie con dirección al Ucayali, para establecer nuevamente las misiones de Manoa, las cuales habían sido las primeras conquistas espirituales del padre Biedma. Para llegar a estas misiones con más facilidad, las expediciones se realizaron desde Huánuco por la ruta del Pozuzu, Mayro y Pachitea, de 1763 a 1767. Varios misioneros perdieron la vida en manos de los indios Cashibos del Pachitea; y en este último año, los indios del Ucayali se levantaron y mataron a nueve misioneros, disolviendo sus poblados. Sin embargo, esto no iba a detener a los misioneros. En 1790, el padre Narciso Girbal, acompañado por otros dos misioneros y por mandato de Sobreviela, en ese entonces guardián del Colegio de Ocopa, descendió el Pachitea y estableció de nuevo estas misiones, de las que actualmente quedan tres, llamadas respectivamente: Sarayacu, Tierra Blanca y Sta. Catalina.

Las dificultades para ingresar a estos territorios donde el sendero se interrumpe por primera vez, sólo pueden ser concebidas por alguien que ha viajado por estas rutas ya transitadas. El camino escarpado, lleno de precipicios; la profunda ciénaga; la tupida y enmarañada selva; el peligro de los indios; los animales salvajes y reptiles; la escasez de provisiones; la exposición a las casi espantosas lluvias, la navegación por un impetuoso y rocoso río que amenazaba con hacer naufragar la frágil canoa, son obstáculos que pueden intimidar a cualquier espíritu, menos al del buscador de oro o al del misionero.

El viaje más extraordinario, realizado en el Amazonas fue el de una mujer, madame Godin, esposa de uno de los comisionados franceses enviados por Condamine (sic: La Condamine) para medir el arco del meridiano cerca de Quito. Partió en 1769, desde Río Bamba, (sic: Riobamba) Ecuador, para reunirse con su esposo en Cayena, siguiendo la ruta del Amazonas. Se embarcó en Canelos, sobre el Borbonaza, con ocho personas, entre ellas dos mujeres más. Al tercer día, los indios que conducían la canoa desertaron, otro indio que encontraron enfermo en una choza cerca de la ribera y que emplearon como piloto, se cayó de la canoa y se ahogó cuando intentaba recoger el sombrero de uno del grupo.

La canoa bajo el control de madame Godin y su grupo, pronto zozobró, perdiéndose así la ropa y provisiones. Tres hombres del grupo se dirigieron hacia Andoas, sobre el Pastaza, pensando que se encontraba a cinco o seis días de distancia, pero nunca regresaron. El grupo que se quedó, formado ahora por tres mujeres y dos hermanos de madame Godin, ataron unos cuantos troncos,e intentaron navegar de nuevo, pero su frágil embarcación pronto se hizo pedazos al golpearse contra los árboles caídos que habían en el río. Entonces el grupo intentó seguir a pie bordeando el río, pero al ver que la vegetación era demasiado tupida para poder abrirse camino, se internaron en la selva con la esperanza de encontrar un camino menos obstruido.

No tardaron en perderse; la desesperación se apoderó de ellos y padecieron miserablemente por el hambre y el cansancio. Al recuperarse de un desmayo, el cual pensó había durado varias horas, madame Godin le quitó los zapatos a su hermano muerto y comenzó a caminar sin rumbo. Pronto la ropa quedó hecha trizas, tenía el cuerpo lacerado por las heridas hechas al intentar abrirse camino entre la vegetación espinosa y tupida; constantemente estaba en estado de terror al escuchar los rugidos de un tigre y el silbido de las serpientes. Es sorprendente que lograra conservar la razón y vagara durante ocho terribles días y noches por la aterradora selva, alimentándose de pequeñas bayas y huevos de aves. Providencialmente (ya que no se puede decir que fue accidentalmente) llegó al río en un punto donde dos indios, un hombre y una mujer, acababan de lanzar su canoa al agua. Estos la recibieron con mucha amabilidad, proveyéndola de comida y de una tosca enagua de algodón que conservó por años como recuerdo de su bondad; luego la llevaron en su canoa hasta Andoas donde encontró un pasaje en el río hasta que finalmente logró reunirse con su esposo. Su cabello se volvió gris debido al sufrimiento y nunca pudo escuchar los incidentes de su viaje sin sentir un horror que rayaba en la locura.

NOTAS AL CAPITULO

(1) Islas Sandwich es el nombre antiguo de las islas Hawaii. (N. T.)

(2) Así aparece en el texto original. (N. T.)

(3) Pactolo es un río de Frigia, afluente del Hermos, famoso en la antigüedad por su riqueza aurífera. Según la leyenda, en sus aguas se bañó el rey Midas, por consejo de Dionisos, para perder el don de transformar en oro todo lo que tocaba. (N.T.)

(4) Ambas cartas de Vicente Pazos son retraducciones, pues no se encontraron los originales en español. (N.T.)

(5) »&&" es la designación antigua para "etc." (N.T.)

(6) Montaña es el nombre que dan los peruanos a cualquier región selvática; "monte" es el término español que designa una selva tupida y enmarañada. Debido a la inexistencia de otro territorio selvático en el Perú, excepto aquél de la zona oriental de los Andes, el término sólo se aplica a la vertiente oriental y al territorio plano que se encuentra al pie de las montañas, el cual se extiende hasta los límites del Brasil. (N.T.)

(7) "Perú tal como es." (N.T.)

(8) Como al hablar de las rutas tendré la oportunidad de referirme de nuevo a este río, me gustaría llamar la atención en especial sobre éste, señalando simplemente que todos los que han penetrado en la Montaña, al norte y al este de Cuzco, concuerdan en afirmar la existencia de un gran río navegable que se observa apenas se pagan las faldas de las montañas. Diferentes tribus de indios habitan sus orillas y supongo que es por eso que tiene diferentes nombres como Amarumayo, Mano, Tono, Inambiri, Guariguari, Cachivara y Madre de Dios. (N.T.)

(9) En latín en el texto original, significa "poseída". (N.T.)

(10) Pongo significa un rápido de agua. (N.A.)

(11) En latín en el texto original. Significa "Con un grano de sal". (N.T.)

(12) Fragmentos de la carta de Lope de Aguirre, que a continuación reproduciremos y que ha sido tomada del libro Biblioteca Hombres del Perú; Francisco de Orellana y Lope de Aguirre por José A. del Busto D., p. 156.
*Aguirre parece haber sido un hombre temerario y violento, como lo demuestra su carta a Felipe II, publicada en las narraciones de Humboldt, donde dice:

"'En el año de cincuenta y nueve, dio el Marqués de Cañete la jornada del río Amazonas a Pedro de Orsúa, navarro y en decir verdad, francés, y tardó en hacer navíos hasta el año sesenta, en la provincia de Motilones, que es término del Perú; y porque los indios andan rapados a navaja, se llama Motilones; aunque estos navíos, por ser la tierra donde se hicieron lluviosa, al tiempo de echarlos al agua se nos quebraron los más de ellos,e,hicimos balsas y dejamos los caballos y haciendas, y nos echamos al río abajo, con harto riesgo de nuestras personas; y luego topamos con los más poderosísimos ríos del Perú; caminamos de primera faz trescientas leguas, desde el embarcadero donde nos embarcamos la primera vez"'.

"'Fue este Gobernador tan perverso, ambicioso y miserable que no lo pudimos sufrir; y así por ser imposible relatar sus maldades y por tenerme por parte en mi caso como me tendría, excelente rey y señor no diré cosa más de que lo matamos; muerte, cierto, bien breve. Y luego a un mancebo, caballero de Sevilla, que se llamaba Fernando Guzmán, lo alzamos por nuestro rey y lo juramos por tal como tu Real persona verá por las firmas que todos los que en ello hallamos, que quedan en la isla Margarita en estas Indias, y a mí nombraron por su maese de campo; y por que no consentí en sus insultos y maldades, me quisieron matar, y yo maté al nuevo rey y al capitán de su guardia, y teniente general, y a cuatro capitanes y a su mayordomo y a un capitán, clérigo de misa, y a una mujer de la liga contra mí, y a un comendador de Rodas, y a un almirante y dos alféreces y a otros cinco o seis aliados suyos, y con intención de llevar la guerra adelante y a morir en ella, por las muchas crueldades que tus ministros usan con nosotros, y yo ahorqué a todos. Y caminando nuestra derrota y pasando todas estas muertes y malas venturas en este río Marañón, tardarnos hasta la boca de él y hasta la mar más de diez meses y medio; caminamos cien jornadas justas, anduvimos mil quinientas leguas. Es río grande y temeroso: tiene de boca ochenta leguas de agua dulce, y no, corno dicen, por muchos brazos, tiene grandes bajos y ochenta leguas de desierto, sin género de población como tu Majestad lo verá por una relación que hemos hecho bien verdadera. En la derrota que corrimos tiene seis mil islas. ¡Sabe Dios como nos escapamos de este lago tan temeroso! Dígote Rey y Señor no proveas ni consientas que se haga alguna armada para este río tan mal afortunado, porque en fe de cristiano te juro Rey y Señor que si vinieran cien mil hombres, ninguno escape, porque la relación es falsa y no hay en el río otra cosa que desesperar, especialmente para los chapetones de España. (N.T.)

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